Te Recordaré Siempre

Capítulo 4

El lunes llegó volando, el domingo había llegado frustrada a mí casa y no logré pegar el ojo en toda la noche. Gracias a eso, me desperté tarde y más frustrada que el día anterior.

El recorrido de mí casa a la escuela se sintió eterno. Mientras cruzaba la plaza, sentía que no llegaría a mí destino. No obstante, logré llegar antes de que tocara el timbre.

Al entrar, Male y Ailu se encontraban conversando juntas. Soltando un suspiro, me acerqué a la mesa que compartía con una de ellas; dejé la mochila en la mesa y volví mis pasos a la puerta.

Estando afuera del aula, pude respirar con más tranquilidad. Aún seguía teniendo pensamientos disparejos, y me molestaba bastante no saber cómo llegar a una solución.

Sebastián pareció notar mí estado de ánimo, pero no hizo el amague de acercarse, entendía que esto también era difícil para él. Poco después tocó el timbre indicando que debíamos bajar.

En todo el transcurso fui sola, metida en mis pensamientos. Ignorando a todo aquel que quisiese hablarme.

Me sentía de mal humor, con ganas de mandar todo a la mierda y ratearme, pero sabía muy bien que los preceptores serían capaz de llamar a mí madre.

Estuvimos 20 minutos escuchando al rector hablar sobre la fiesta de la primavera y el día del estudiante. Felicitandonos por otro año más de diversión y entretenimiento, deseando que tuviéramos una excelente semana.

Ya dentro de nuestra aula, pude notar que Sebastián, Male y Ailu tenían una pequeña conversación, provocando una punzada en mí pecho.

A veces sentía que era demasiado orgullosa para expresar lo que sentía, sin embargo, eso no era del todo cierto. Para mí, siempre fue difícil expresarme, ya sea con mis amigos o con mis padres. Era como sí algo en mí mente me impidiera abrirme correctamente.

Nunca le había tomado importancia, sentía que esas cosas solo terminarían provocándome una migraña. Decidí que lo mejor sería ignorar todo y enfocarme en las clases.

La primera materia era historia, estábamos terminando el tema de Revolución Industrial. Con lo que veníamos dando, íbamos a dar una lección oral.

No me gustaban las lecciones orales, sin embargo, estaba preparada para la de hoy. Venía desde hacía una semana estudiando, ya sea con los apuntes o la carpeta.

Ésta lección, significaba parte de la nota final en la materia; y debía dar lo mejor de mí para poder pasar sin llevarmela.

Habrían pasado unos minutos desde que tocó el timbre hasta que la profesora entró. Nos levantamos a saludarla y luego volvimos a sentarnos.

—Tanto tiempo, chicos —dijo mientras sacaba sus cosas—. Espero que estén preparados para dar la lección oral.

Muchos de mis compañeros se notaban nerviosos, a otros les daba igual. Y luego estaba Sebastián, quién parecía ansioso por esto.

Él siempre había sido el chico aplicado, en todo. Desde inglés hasta matemáticas, no obstante, yo tampoco me quedaba atrás.

Sí, quizás no tenía las mejores notas y la mayoría de las veces pasaba raspando, pero aún así, llegaba a ser una alumna aplicada. Cómo ahora, por ejemplo, repasando rápidamente mis apuntes. Ansiosa por dar el exámen oral y así terminar con el martirio que sentía por dentro.

Estaba tan metida en mí lectura que no escuché a Ailén hablándome.

—Nadia —habló algo exigente.

—¿Sí? —dije sin despegar la vista de mis hojas.

—¿Crees que nos llame por orden alfabético? —pregunta curiosa, aunque podía sentir sus nervios qué, a comparación con los míos, eran más notables.

—No lo sé —respondí—, con Lili nunca se sabe.

Con eso, Ailén ya no volvió a agregar más nada.

«No puedo dejar las cosas así» pensé dejando lo que estaba haciendo. Era como sí un paredón nos estuviera separando y alejando poco a poco. Algo que no estaba tolerando.

—No puedo estar así —solté girando un poco mí cuerpo—. Puede que mí reacción de la última vez no fue la mejor, pero también creo que deberías entender mí preocupación con tus decisiones.

»Martín te lastimó horriblemente, tanto que Male y yo no sabíamos qué hacer para poder ayudarte. Verte de esa manera, sin ser vos… yo simplemente no podía. Y, que salgas con eso, ¿En serio?

—Lo sé, estuve mal, y entiendo lo que me querés decir pero.. —hace una pausa, luego busca a Malena y Sebastián, y vuelve su vista a mí—, quiero hacer esto y espero que respetes mí decisión.

—Bien, voy a dejar que el estúpido te lastime porque parece que te encanta eso.

Sebastián giró su cabeza hacia mí, mirándome como sí decir la verdad fuera lo más horrible del mundo. No dejé que me afectara, solo lo miré expectante, esperando que se atreviera a decir algo.

Sin embargo, no fue él quien habló, sino Malena.

—¿Por qué tenés que complicarlo todo? —pregunta tomando una mano de Ailén. 

Sabía muy bien lo que quería hacer, pero no iba a caer en su juego, tengo 15 años, no soy tan estúpida de hacer un desastre.

Lo mejor era ignorar sus preguntas e ignorarla. Por lo que hice la pregunta que nadie se atrevía.

—¿Cuándo vamos a empezar, profe?

—Ahora.

—Me gustaría empezar, si no hay problema.

—Muy bien —dice con una sonrisa—. ¿Cuándo inició la Revolución Industrial?

—Inició en el año 1760 en el Reino Unido gracias a los avances científicos que se unieron a una búsqueda de nueva producción. Luego se terminó extendiendo a otras partes del mundo, cómo por ejemplo, el resto de Europa y los Estados Unidos.

—Muy bien, ¿Cuál fue su principal aporte?

—La revolución supuso un cambio en la sociedad y la economía de esa época, y todo el devenir posterior de la historia. Fue todo gracias a la automatización y su aplicación en la fabricación de bienes de equipo, la agricultura y el transporte.

—Excelente, Martínez —dice con una sonrisa—. ¿Podés decirme las características principales?

—Migración masiva de población del campo a las ciudades. Enriquecimiento de la burguesía (industrial, comercial y financiera) y su creciente dominio sobre la economía y la política, en detrimento de la nobleza. Surgimiento de una nueva clase social: el proletariado.




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