Te Recordaré Siempre

Capítulo 5

El segundo recreo había comenzado, cómo en el anterior, me encontré con Héctor otra vez. Estuvimos hablando, riendo, y contándonos cosas sobre nosotros, hasta la aparición de Sebastián.

—Con vos quería hablar —dice interrumpiendo mí charla. Por su semblante, podía decir que no estaba muy feliz; sin embargo, en ese momento había decidido ignorarlo.

—Decime —dije sin dejar mis cosas.

—¿Cómo pudiste decirle eso a Ailén? —Ahí había descubierto por qué estaba así. Motivo por el cual yo también comencé a molestarme.

—No le dije nada más que la verdad, Sebastián —respondí—. Pero, no me sorprende para nada que haya ido a llorarte.

—Sabes lo sensible que es con el tema de Martín.

—¡Ay, por favor! —exclamé enojada—. Los dos sabemos la verdadera razón sobre ese tema, que no venga a hacerse la mosquita muerta.

—¡Nadia! —respondió enfurecido.

—¿Qué? ¿Acaso lo vas a negar? —pregunté, mientras me levantaba de mí lugar—. Porque sí las cosas van a ser así, sería justo negar todo lo que yo hice y hago.

—Eso no es igual a esto —contesta, haciendo de menos mis cosas—. No podés compararlos.

—¿Perdón? —Estaba indignada y decepcionada en parte iguales—. ¿Vos me estás jodiendo? 

—No, Nadia —niega, cruzándose de brazos—. Lo tuyo es algo con solución, lo de ella…

¡Basta! Me cansé.

—¡Lo de ella nada! —interrumpí con rabia—. Su estúpido problema también tiene solución, no va a morirse porque no tiene al ex.

»¿Querés saber por qué? Porque ya no tiene la atención que tanto quería, porque el pequeño bastardo se dió cuenta de algo que los cuatro sabemos. Sin embargo, tanto vos cómo Malena se empeñan en seguir defendiendola.

—Eso no es cierto.

—¿Vas a seguir con tu negación? —pregunté, sintiendo de repente, una mano en mi hombro.

—¡No es negación! —exclama.

—Entonces, si es así como vos decís, ¿Por qué se cuestiona lo mío?

—S-sos la más chica —responde—. Tenemos que… cuidarte.

¿Cuidarme? Claro, yo nací ayer, Sebastián.

—Está bien —murmuré, y luego miré a Héctor—. Perdón por esto.

—No tenés que disculparte —dijo, tomando mi mano entre las suyas—. Algunas veces es difícil, lo entiendo.

Ambos ignorábamos la presencia de Sebastián, quién no dudó en retirarse.

—Ailén lo hace difícil —afirmé—, pensando y creyendo que todo va a estar a su favor, cuando no es así.

—No logro entender porqué es así, pero no creo que eso deba ser la causa de tus lágrimas.

¿Lágrimas? ¿Acaso estoy…? No, imposible.

—Perdón —sollocé.

—Sin disculpas —dijo, y envolvió sus brazos alrededor de mí cuerpo en un abrazo.

En ese pequeño ratito, me sentí protegida y entendí que, tener a Héctor en mí vida había sido la mejor decisión que pude tomar.

No obstante, seguía manteniendo una distancia prudente con él. 

La última hora, fue una tortura. Mí cabeza estaba en cualquier otra parte del mundo, menos donde debía.

Por lo que llegar a mí casa, fue más difícil todavía.

Aún me viene a mí mente la discusión que tuve con Sebastián, repitiéndose como un disco duro rallado. Pensando que quizás, él tenía parte de razón.

A mí pesar, yo no tenía mucho por lo cual defender mí posición en esa relación. Es decir, Malena, Ailén y Sebastián, siempre habían estado unidos; hasta que yo llegué por casualidad. Sin embargo, tenía todo el derecho de opinar sobre lo que me gustaba o no. Cómo en el caso de Martín.

No obstante, siempre terminamos en el mismo círculo vicioso. Dónde yo terminaba lastimando a Ailén con mis palabras. En un principio, no me había dado importancia, me daba igual lo que ellos en esos momentos pensaran.

Sin embargo, ahora era difícil ignorarlo. Me sentía presionada, como si estuviera entre la espada y la pared; llegaba a ser bastante sofocante. Quería creer que con el paso del tiempo todo cambiaría, pero aún seguíamos igual, sin avance o retroceso.

Cuando intentaba dejarlo atrás, Ailen volvía a salir con sus mañas. Era enfermizo ver como siempre la defendían. 

No obstante, a veces intentaba no dar siempre mi opinión sobre algo de ella; no quería que me tomaran por celosa. En su tiempo,pasó por mi cabeza defenderla, lo hice, cuando había llegado el momento de hacerlo. Me sentía feliz cuando había decidido tomar esa decisión; luego de eso, me di cuenta de que no estaba para nada feliz. Es decir, en ese momento lo hice para sentirme aprobada por Sebastian y Malena, no porque yo realmente lo quería

Cuando noté que eso estaba mal, dejé de hacerlo. Fue ahí, en ese instante, que entendí todo. Le estaba dando demasiada importancia, pero no podía dejar de sentirme dolida.

Eran mis amigos, los poco que tenía, no soy capaz de simplemente dejarlos atrás

Al otro día, las cosas se encontraban un poco diferentes entre los cuatro, había una tensión en nuestro grupo, que llegaba a ser bastante incómoda para los demás.

Trabajar en grupo era difícil, había momentos donde los comentarios eran demasiado para mi. En todo ese rato, hice todo lo posible para mantenerme calmada; comencé a contar mentalmente, sin dejar de investigar sobre el sistema reproductor masculino.

¿Ayudaba en algo? No para ser franca, pero servía al mismo tiempo. Era raro.

—¿Pidieron investigar algo? —pregunte, decidiendo ignorar lo que habían dicho hacía unos minutos.

—Lo suficiente y necesario —respondió Sebastian, con seriedad.

—Bien —murmuré en un leve susurro.

Seguimos trabajando en silencio, corrigiendo, opinando y argumentando sobre lo que habíamos investigado. Por unos segundos, estábamos siendo esos amigos de siempre, aquellos que por más problemas que tenían, seguían adelante.

Era la primera vez que llegamos a estar en paz, y trabajando. Siempre que nos juntaban había algún problema con nosotros. Y no era por nosotros en sí, sino por los demás.

Ellos cada cierto tiempo, intentaban hacernos de menos, nunca entendí porque lo hacían. O sea, no teníamos ninguna especie de popularidad. Había momentos donde llegaba a ser bastante divertido. Claro, hasta que ya no lo era.




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