Nadia
Luego de eso, los días volvieron a pasar con cierta normalidad. La distancia entre Héctor y yo, comenzó a hacerse cada vez más notable.
En el primer momento, me había dolido demasiado saber qué, lo que habíamos formado, se desvanecía así como si nada, provocando una sensación de angustia. Comprendí, que quizás, me había apresurado demasiado en mi decisión; sin embargo, al verlo sonreír con Ailén de esa manera, me hizo darme cuenta de que tal vez, mi decisión había sido la mejor para los dos. Entendí, entonces, que por más doloroso que fuese esto, las cosas tendrían que cambiar aunque no me gustaran en absoluto.
Esto era un paso difícil de dar, pero no imposible, e intentaría hacer lo mejor para seguir adelante sin tenerlos a ellos, a él, en mi vida. Debía entender que todo sucedía por algo, y que no era el momento para profundizar relaciones de amistad; y mucho menos, amorosas.
Me quedé observando el techo de mi habitación con resignación, pensando en las cosas que había pasado con mis amigos hasta ahora. Los recuerdos eran lo suficientemente dolorosos, aún así, sonreía con cada uno.
Esos días llegaron a marcar mi vida de una manera diferente a como la venía viendo, sin embargo, resultaba bastante fácil para mí deshacerme de ellos como si nunca hubiesen existido.
Me di cuenta que no sabía cómo empezar, estar sola, empezaba a generarme estrés. Buscaba formas de no vivir tan estresada; intentaba hacer otro tipo de actividades luego de la escuela o fines de semana. Ignoraba las preguntas de mis padres con respecto a Malena y Ailén diciéndoles que estaban ocupada con problemas personales.
En la escuela hacia lo posible por ignorarlos, mientras empezaba a pasar más tiempo con Lucas; el suficiente para saber que era demasiado bueno y carismático. No podía compararlo con los demás, pero tenía sus cualidades, algunas buenas y otras un tanto chocantes.
Éramos los dos únicos boludos que andábamos de acá para allá, siempre juntos hasta en el aula. Podía sentir que las cosas iban siendo cada vez más diferentes, que no empecé a notar como lo demás quedaba en segundo plano.
Este proceso menguaba un poco mi estrés, y había encontrado un poco de "paz" que no creí tener, dejando que Lucas se convirtiera en mi confidente y apoyo.
Ahora, en este preciso momento, nos encontrábamos esperando a Kevin, el chico nuevo de nuestro curso, quien había entrado hace unos días y logró integrarse bien con todos, más con nosotros dos.
—Hay muchas cosas que sigo sin entender —dice Lucas, sentado en el cordón de la calle.
—¿Cómo cuáles? —pregunté, cruzando los brazos.
—Algo así, como esto, nunca hubiera ocurrido —responde—. Además, sabes como se pone Sebastián con respecto a mi persona.
Asentí dándole la razón a lo que decía. Con Lucas conocíamos a Sebastián desde la primaria, y siempre hubo un pequeño roce entre ambos.
—Prácticamente se empezaron a odiar por nada, porque era raro no encontrar un día sin que pelearan.
—Bueno, no es tan así. —Su confesión me dejó confundida. Siempre había creído que sus roces eran sin importancia, como una especie de competencia inofensiva.
Cuando Kevin apareció, mi cabeza no dejó de maquinar en lo dicho por Lucas; sin embargo, tampoco quería abrumarme tanto con eso.
Comenzamos a caminar hacia el polideportivo para otra clase de educación física. Íbamos hablando sobre todo, desde los exámenes que nos vienen, hasta la pelea que hubo entre los chicos de segundo y tercero.
Al llegar, una escena rompió mi corazón; no obstante, no quería que eso se convirtiera un problema para la clase. Con cuidado, Lucas tomó mi brazo derecho mientras que Kevin tomaba el otro; ambos sabían lo que debían hacer en situaciones así y estaba agradecida.
Pasamos por al lado de esos chicos, ignorando sus risas falsas y exageradas, aunque no podía negar que dolía demasiado.
—A veces quiero romperle los dientes —murmuró Kevin, sacándome una sonrisa.
—Quizás lo puedas hacer ahora —dije, observando de reojo a Héctor.
—Todo depende de Mario, y saban como es con respecto a los ejercicios. —Cierto, Mario Castañares era nuestro profesor hasta que Ana volviera, pero nunca se interesó en preguntarnos qué queríamos hacer, y por eso terminábamos lo mismo, basquet o voley.
Este día no sería la excepción.
Héctor
Me resultaba realmente difícil estar sin Nadia, y hablar con ella sobre las cosas que nos gustaban. Eso no quería decir, que no me sintiera como con Ailén y los demás.
Me mente decía que debía buscar una forma de arreglar la distancia que nos mantenía separados, aún así, sabía que no podía hacerlo. Nuestro distanciamiento había sido por algo estúpido, y no quería volver a ese círculo.
Mis pensamientos me mantuvieron ajeno a toda la conversación que se estaba dando, por más que intentara, no podía dejar de pensar en Nadia porque siempre me venía algún recuerdo de ella.
Al verla llegar con Lucas y Kevin, sentí una pesadez en el pecho que no me dejaba respirar. Una parte de mí tenía la necesidad, por un momento, de ir hacia ella y reclaaarle por lo que había hecho sin darme el beneficio de la duda; sin embargo, no quería que eso provocara más distancia.
La noté observarme de reojo e intenté no prestarle demasiada importancia, aún así, cuando estuvo lo suficientemente lejos, mi mirada la siguió. No obstante, algo que dijo Kevin la hizo sonreír y no pude evitar apretar los puños a mi lado.
¿Acaso fui reemplazado muy rápido? ¿Ella no sentía ese dolor punzante en el pecho cómo yo? ¿Tan rápido había olvidado nuestra química al congeniar?
Esas preguntas no dejaban de rondar mi mente, buscando con desesperación una respuesta que me diera la oportunidad de saber que ella y yo aún teníamos una chance para volver a nuestra amistad.
Mis ojos siguieron su silueta hasta que se perdió en la lejanía, luego volví mi mirada a los demás, buscando distraerme un momento. No lo logré como quería.