Te seguiré a donde vayas

Mi guardaespaldas

Fue como una pesadilla, una de la que no despertaría al abrir los ojos, una de la que sabría el inicio pero no el final. Entré a la habitación y apreté mis labios con fuerza conteniendo todas las emociones que se arremolinaban en mi interior. Sentía pavor, un miedo tan potente que lo sentía deslizarse entre mis huesos como si perforara y entrara hasta lo más profundo de mi ser. Tenía náuseas y no sabía cómo reaccionar, simplemente quería hacer que todo desapareciera en ése mismo instante.

Pero no pude evitar dejar rendirse a mi cuerpo, no cuando ví aquella escena tan asquerosa ante mis ojos y pensar en que esa también podría ser Yo. Entonces lo hice, hice que todo desapareciera y dejé de ver, de escuchar y de sentir. No pude encontrar una escapatoria más segura que esa, la evasión de mi realidad.

No sé cuánto tiempo estuve allí dentro o qué pasó claramente en ése entonces, mi mente se tomó las molestias de ocultarlo todo en lo más recóndito de ella. Y lo poco que pude recordar de esos días de terror, los tengo todos asegurados en un lugar al que nadie podría acceder. No sé que pasó con las chicas que estuvieron conmigo o con las personas que trabajaban en el lugar. Solo sé que el hotel Blue Moon es un laberinto de pesadillas del que nadie puede salir sin llevarse algo consigo.

Tal vez el último día que estuve allí fue el peor de todos o mas bien fue el menos desolador, pero más intenso de todos. Las chicas y yo estábamos encerradas en una habitación sin rastro de luz como siempre, solo había una pequeña vela en el medio del salón. Lo hacían para que no supiéramos el momento del día en el que nos encontrábamos y así era más fácil dominarnos. Todas estábamos asustadas y heridas, no solo físicamente sino también mentalmente. La peor cosa para nosotras era ser llamada a la habitación 345, mencionarla incluso era un tabú. Nuestro deber era complacer al señor de esa habitación, debíamos hacer "todo" lo que se nos pidiera sin importar el qué. De lo contrario éramos castigadas con veinte latigazos. No tenían compasión, ni hombres ni mujeres, todos los que estaban allí se divertían al vernos sometidas a los abusos de su amo. Recuerdo que en una ocasión cuando era la hora del baño, una de las de servicio dijo: "Para vosotras debe de ser un placer servir al amo en todos sus deseos, no saben cuánto daríamos nosotras por tener el lugar de alguna de ustedes". Me hirbió la sangre al escucharla decir aquello, pero no podía hacer o decir nada porque tenía miedo de ser castigada.

Pasaron las horas en aquella habitación y nadie nos había llamado. En unos minutos unos hombres uniformados invadieron el lugar y nos sacaron a rastras. Nos quitaron toda la ropa y nos llevaron de vuelta al cuarto de las pesadillas. Todas fuimos encerradas en una jaula mientras cada uno de ellos se divertía con nosotras, solo para que el jefe disfrutara del espectáculo. Pero no sentí tanto dolor como al inicio, porque todo mi ser había sido destruido. De pronto todas las luces de la habitación se apagaron y una estela de humo nubló la estancia. Un hombre enmascarado apareció de la nada y comenzó a golpear a los otros, creo que se escucharon unos disparos. No sé que más pasó después, porque caí al suelo rendida ante el olor del aire. Después de eso no había más que sombras y susurros acompañados de un aroma único y embriagador, tal cual licor en un día de lluvia.

LUCIEN

No sé que hacer ante esta situación, está fuera de mis límites. No puedo controlar algo que ni siquiera comprendo, ¿Qué puedo hacer para que se detenga? Qué hago para que no sufra más?

La situación me estaba volviendo loco, ni siquiera sabía por qué la chica suplicaba o sollozaba. Elizabeth de quien ahora soy guardaespalda, ha perdido totalmente el control de sí misma.

— Por...favor — solloza y gime con dolor como si estuviera sufriendo por algo — De...ten...te.

Continúa jadeando mientras gruesas lágrimas se deslizan por sus mejillas.

Me apresuro a quitar las cadenas que por orden de Liam le he colocado en sus extremidades. Observo la escena una vez más antes de tomar una decisión final. No tengo otra opción, debo sacarla de aquí o podría morir.

Ya intenté despertarlo mientras aún permanecía encadenada, pero no tuve éxito. Solo lloraba y suplicaba cada vez más. Si tan solo supieras que es lo que ocurre dentro de su cabeza, si tan solo supiera podría saber que hacer, pero no soy Dios y no puedo entrar en su mente al igual que no pude entrar en la mente de mi hermana hace diez años atrás.

No puedo soportarlos más, no quiero perder a alguien de nuevo, no cuando aún puedo hacer algo para salvarla.

ELIZABETH

Todo es tan oscuro y tan tranquilo, quiero quedarme aquí para siempre.

— Ayuda!! — escucho unos gritos al final de la oscuridad.

La silueta de una puerta aparece al final y se va abriendo despacio.

— Ayuda!!!!! — vuelvo a escuchar la voz de una chica gritando desde lo que parece ser una habitación.

Tengo que ayudarla, tengo que ir a salvarle.

Un camino de mármol blanco se dibuja en el suelo trazando un camino hasta la puerta. Lo sigo y mientras me acerco sigo escuchando los gritos de ayuda acompañados de sollozos. El fuerte sonido del cuero rompiendo el aire se escucha desde la entrada. Mi corazón se acelera y siento que pierdo el control de mis músculos. Quiero gritar ante lo que veo, pero no puedo. Tengo un nudo en mi garganta que no deja salir la voz. Comienza a fallarme la respiración y todo a mi alrededor toma forma, las paredes se alzan nuevamente y vuelve a ser como era antes. Lo recuerdo, ya estuve aquí, ya sentí el cuero del látigo y lo doloroso que es tanto que te deja sin aliento y con ganas de morir...




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