Thomas y yo no nos llevábamos bien, y tenía que soportarlo cada viernes que venía a cuidar a mi hermana. Era insoportable, pues oír sus tonterías y ver a mi hermana reírse de ellas se me hacia la cosa más inmadura que había visto en mi vida.
Pero una noche mí hermana se fue a dormir temprano y solo nos quedamos Thomas y yo, pero él no se podía ir pues tenía que cumplir el horario de trabajo que le había dado mi tía Susan. Eran dos horas insoportables y tener que verlo era odioso, aunque tenía que admitir que me gustaba. Estaba sumergida en mis pensamientos cuando me habló.
–Loretto sé que tú y yo no nos llevamos bien, pero...
–¿Y qué quieres que haga? –lo corté–. No te soporto. Con verte ya es bastante.
–Ya ves ¿Quién te entiende? Yo tratando de llevarme bien contigo y ya empiezas.
–¿Empiezo a qué?
–A insultarme y no te voy a soportar una más. Hagamos una apuesta.
¡Wow! esto no me lo esperaba ¿Una apuesta con Thomas Sampter? Tenía que pensarlo muy bien. Era obvio que si era él quién lo proponía iba a tener sus reglas, y obviamente las de ganar cosa que no se lo iba a permitir. Lo más seguro era que si el ganaba, tendría que besarlo, cosa que nunca haría; aunque me obligaran. Lo medité por bastante tiempo antes de contestar.
–Y bien ¿De qué se trata?
–Por cada vez que tú me insultes o me digas cualquier cosa te quitarás una prenda y si yo te insulto, o te digo cualquier cosa yo me quitaré una prenda.
Lo sabía. Este va directo a lo que va. De seguro es de ese tipo de persona que le gusta ver a la gente desnuda. Además, no llevaba nada encima más que mi pijama y un suéter. Pero le iba a demostrar que no se saldría con la suya tan fácil. Tenía que enseñarle que yo también tenía mis propias condiciones. Dudé un poco antes de decir.
–Ok acepto ¿Y si gano? –le dije de manera indiferente.
–Te llevaré a donde quieras y te compraré todo lo que quieras.
–¿Y si tú ganas?
No quería escuchar la respuesta, aunque ya la sabía.
–Fácil, tendrás que besarme. No sabes desde cuando muero por besarte, eres caprichosa y berrinchuda cuando no se hace lo que tú quieres, pero te aseguro que eso no evita que desee tus apetecibles labios
–¡Qué! ¿Estás loco?
No podía echarme para atrás ya había aceptado. Sabía que está iba a ser su ganancia, era una oportunidad para él y no la estaba desaprovechando. Le sostuve la mirada sin decir nada. En el fondo él sabía que aceptaría, pero tenía que hacerme la difícil. No iba a permitir que él ganara. Desvié la vista antes de contestar.
–Ok, acepto.
–¿Segura?
–Sí.
–Bien entonces empecemos ¿Qué quieres hacer?
–Lo que quieras está bien.
–Bien, voy a la cocina, y regreso.
¿Y a mí que me importa lo que haga?
"Por mi piérdete", pensé para mí.
Me quedé ahí, en medio de la nada pensando en que hacer y como deshacerme de Thomas cuando sonó el teléfono. Crucé la sala para llegar al teléfono y vi a Thomas salir de la cocina.
–Yo contesto –le dije.
–De acuerdo –respondió y regresó a la cocina.
–Hola –contesté de mala gana.
–¿Así le contestas a tú mejor amiga?
¡Rayos! Era Jade, mi amiga de toda la vida. Tenía tiempo llamando y hasta ese momento sólo había estado evitándola e inventando una y mil excusas y ahora no se me ocurría ninguna que decirle.
–Bien ¿y tú? –traté de sonar indiferente, pero salió terrible.
–Bien, solo te hablaba para preguntar el "por qué" evitas mis llamadas.
–Oh lo siento Poopey he estado ocupada y... –en ese momento se escuchó el ruido sordo de un plato golpear el suelo. Quería matarlo. ¿Cómo se atrevía a romper la vajilla de Susan?