Capítulo Treinta
Seis meses después
Lunes, 4 de Octubre de 1700
Troy II García
Caminaba de un lado al otro en la sala mientras esperaba que un soldado o uno de los hombres de confianza de mi hermana llegara a mi hogar para informarme que había pasado con ella, tenía miedo y estaba a punto de entrar en un ataque de pánico cuando escuché una puerta.
Era una empleada de la casa y se acercó a mi, parecía querer decirme y eso me alegro porque significaba que ya era de conocimiento público.
- ¿Escuchaste algo?- le pregunté y asintió.
- Su hermana, La General García ya se está bien- dijo y suspiré aliviado.
- Gracias a Dios- dije feliz pero la mujer dudo- ¿Qué más?- pregunté.
Supe que mi hermana estuvo en un enfrentamiento con un narcotráficante llamado Eymen Yilmaz y según se rumoreaba: ella había recibido un disparo en el brazo y era la razón por la que estaba tan preocupado.
- Según lo que dicen: La General García está entrando en labor de parto- dice y mi preocupación se duplicó.
Noah García
Grité de dolor y una de las tres enfermeras que estaban a mi alrededor me quitó el trapo que tenía en la frente y me lo cambió por otro más húmedo. La doctora me estaba tratando de tranquilizar, de hacer que respire y que puje mientras yo solo trataba de no llorar.
La verdad es que estaba luciendome más de lo que yo misma esperaba en mi nuevo puesto: en estos seis meses ya había conseguido a tres mafiosos de mi lista dentro de mi colección para acompañar a Vanetto. Además de provocarles graves problemas a otros mafiosos grandes con sus rutas de narcotráfico.
Termine siendo un problema mas grande de que lo que todas aquellas ratas pensaron en un principio.
El día de hoy, salimos un rato con Louis y los aprendices de Coronel para enseñarles la forma de como llegar desde el centro de L.A hasta La Academia hasta que recibimos un ataque de Eymen Yilmaz con una única intención: matarme.
La semana pasada, ejecute alrededor de cien de sus hombres y por eso buscaba venganza este estúpido árabe.
Afortunadamente no me pasó nada y en realidad logré darle un disparo el brazo pero el problema fue lo que pasó mientras me estaban protegiendo: el estrés de la situación le hizo algo al bebé y sentí un dolor infernal en el vientre.
Estuve cerca de cuarenta minutos en esa situación hasta que pudimos volver a La Academia pero el dolor me estaba matando, cuando me llegué a La Academia y me di cuenta de que el dolor no cesaba llamé a la doctora. Al llegar a mi habitación senti como rompía aguas y eso solo significaba una cosa.
Estaba entrando en labor de parto.
- Vamos General, uno, dos, tres, puje- dice la doctora y lo hago pero no puedo evitar gritar del dolor.
Había pasado por toda clase de dolores como quemaduras, raspones, cortes profundos que hasta cicatrices me habían dejado pero ninguno de esos dolores se comparaban a los que yo estaba sintiendo en este momento. No entendía como habían mujeres que soportaban hasta quince veces un dolor como este.
Yo sentia que me estaba muriendo cuando en realidad estaba trayendo una vida al mundo. Fue doloroso y hubo momentos en los que quise rendirme pero la doctora siguió animando para yo poder traer a este bebé al mundo.
Estoy segura que toda La Academia había escuchado mis gritos, no podía evitarlo: llegue a tal punto de que mis lágrimas no pudieron más y salieron mientras yo seguia luchando para traer esta criatura al mundo.
Lo peor del caso fue que ni siquiera estuve así un rato, no: llevaba más de cinco horas en estas y aún no pasaba nada. Estaba tan cansada que podía jurar que ni estando en una guerra me había cansado tanto como lo había estado en estas últimas cinco horas.
Fue un castigo, lágrimas de dolor se mezclaban con las de impotencia de no poder hacer esto más rápido, la mano de la pobre enfermera estaba destrozada de la fuerza con la que la apreté, las contracciones eran horribles y ya habían pasado ocho horas.
Di un gran grito de dolor cuando senti la cosa más dolorosa del mundo y comencé a llorar con más fuerza por el sufrimiento de esta situación y como me decia a mi misma que odiaba este sentimiento. No consideraba nada bueno de esta situación y solo quería estar sola.
Hasta que lo escuché.
Un llanto, un llanto descontrolado aún mayor al mío. Sentía como ese llanto era para mi y regresé a ver a la enfermera que sostenia mi mano, ella me dió una sonrisa.
- Ya está, su bebé ha nacido General- dice y yo trato de mermar mis lágrimas.
- Se acabó- dice la doctora y se gira hacia mi con un bulto de cobijas en sus manos. La enfermera a mi lado me ayuda a sentarme en la cama y siento como me duele todo el cuerpo- Felicidades General, es un niño.
Mi respiración vuelve a ser regular y la doctora extiende sus brazos para entregarme, hago lo mismo con un poco de miedo y en cuanto lo acerco a mi: él deja de llorar.
Parece calmarse con mi presencia y trata de acomodarse en mis brazos mientras yo lo miro asombrada. Era pequeño pero no tanto y era algo pesado, ya estaba tranquilo y note la pequeña manta de cabello rubio que le cubria la cabeza, se la acaricié y se movió un poco.
Era lindo, eso o yo lo miraba con ojos de madre: era pequeño y parecia tan frágil que iba a necesitar que lo cuidaran como un muñeco de porcelana, al menos por ahora, no abría los ojos pero sentí la seguridad que emanaba al estar conmigo. Al estar con su madre...
Era madre ahora.
Y ahora ya no solo debía velar por mi, sino también por él, ahora debía recordar que si algo me pasaba a mi todo caería sobre él y no podía dejar a una criatura tan indefensa sola.
Ya me había ganado grandes enemigos en este casi año que llevaba en el poder y ahora todos buscaban mi punto más débil.