Capítulo Treinta y Nueve
Tres meses después
Nicholas García
Sí, tenía apenas cinco años en ese entonces pero es un recuerdo tan claro como el agua cuando Xavier entró furioso a la habitación de mi madre y estuvo a nada de golpearla. Tenía solo cinco años pero aún puedo ver el miedo que se le dibujo en las pupilas a mi madre cuando se le acercó o cuando la agarró de los hombros y ella tenía a mi hermano Enrique en brazos.
Tenía cinco años y ese fue el momento en el que empecé a odiar a Xavier White.
Más bien a La Familia White en general, pues odio ver a mi madre mal: ya sea que esté triste o asustada. Comencé a odiar a Isabella cuando menospreció a mi madre y la llamó oportunista cuando nacieron Enrique y Eleanor solo por haber tenido hijos con Xavier y con Santiago, mi madre aún estaba ciertamente sensible y ver como trataba de seguir en pie después de acusarla con que se había acostado con Xavier por voluntad popia me hizo prometerme una venganza hacia Isabella White.
Cuando mi madre me dijo que viajaría a Europa con ella me emocioné en un principio pero fue poco pues luego vi el dolor, el llanto y la traición en sus ojos azules y no entendí nada hasta que viajabamos en el barco hacia España y mi madre me reveló porque Enrique y yo la acompañabamos, porque dejamos sola a Eleanor con Santiago y porque no íbamos a volver en un largo tiempo. Ahí comencé a odiar a Santiago White.
He agradecido toda mi vida ser una réplica exacta de mi madre, sé que ella no podría mantenerse en pie si yo tenía al menos un rasgo de Xavier, y aún así siendo su versión masculina: se que cada que me mira recuerda la noche en la que le arrebataron una parte de su ser y la destruyeron de una forma indescriptible. La cambiaron para toda la vida y por eso mismo me siento en deuda con ella.
Si yo no hubiera sido el fruto de esa pesadilla, tal vez mi madre lo hubiese olvidado en algún momento, tal vez hubiese formado una familia con Santiago con la que se sintiera feliz, con quien no tendría que recordar su sufrimiento y podría ser una mujer en paz... Pero siento que mi presencia siempre le trae recuerdos dolorosos que no quiere expresar sobre mi pero si lo hace sobre ella misma, lastimándose en el proceso.
Sé que me ama más que a nadie en este mundo pero también sé que por mi ella nunca va a poder sanar de su herida, no cuando tiene una cicatriz tan grande que está presente en su vida día y noche.
Soy una pieza importante en el tablero de mi madre y estoy dispuesto a hacer todo lo que deba hacer para que ella cumpla con sus objetivos, he aprendido de la milicia desde que tenía cuatro años de edad. Mi estancia en Europa me ha permitido convertirme en un gran líder y la única vez que falle fue en la última batalla, no fue realmente una pérdida pues al final logramos nuestro cometido: terminar la guerra entre Francia y España pero si ha sido la única vez en la que he salido gravemente herido.
Y también es la razón por la que le debo tanto a mi madre, pues no puedo deshonrar la cicatriz que ella se arriesgo a obtener por mi, ella sabía lo que hacía y sabía que debía protegerme así el costo fuera una marca que le marcaría la vida. Por eso mismo debo hacer todo lo que esté a mi alcance para que el legado que me está constryendo, La Dinastía que está formando lleguen a una nueva era de poder y control y asegurar el papel que mi madre con tanto esmero, con tanto sacrificio consiguio obtener.
Di pruebas de rendimiento y me han dicho que tengo las habilidades y el conocimiento necesarios para entrar a los entrenamientos de Teniente-Coronel, así que aquí estoy ahora: aunque son pocos los chicos que tienen mi edad, me siento muy a gusto en esta etapa da mi vida. Viví en la guerra así que no se realmente lo que es vivir en una Academia Militar pero aprenderé.
Me encontraba practicando tiro al blanco, siempre me gusto esa área de la milicia y la practico desde que tengo seis años, todo el mundo me estaba alabando diciendo cosas como "Nunca vi una punteria tan perfecta" o "Su técnica es asombrosa". Siento que son halagos vacíos y no porque lo digan con sarcasmo, sino porque saben que no es bueno ponerse en contra con el heredero de La Líder de La Gran Academia de Las Fuerzas Especiales: supervivencia básica.
Las puertas se abrieron y Xavier White emergió de ellas luciendo esa prepotencia tan natural en él, como si El General Adam White siguiera con vida y lo iba a proteger de todos sus errores. No regresé a verlo y segui practicando pero escuchaba los susurros de los soldados y eso solo podía significar que se me estaba acercando. Un soldado susurró "Parece que viene a que su hijo lo proteja, otra vez" y tuve ganas de golpear a alguien, a quien sea.
Xavier White no dudó en sacar provecho de las situaciones durante la ausencia de mi madre pues reveló que yo soy su hijo y que Eleanor no era hija de mi madre. Cuando nos llego la noticia de lo que hizo mi madre estaba rabiosa, los reyes de Francia y España trataron de menospreciarla pero solo consiguieron desatar más ira. Tenia tan solo nueve años en ese entonces pero mi madre se demostró tan fuerte, furiosa y poderosa que las negociaciones siguieron sin problema. La siguiente vez que aquellos reyes provocaron la furia de mi madre fue en la última batalla por atacarnos.
- ¡Nicholas!- grita y lo ignoré- ¡Tu hermano necesita ayuda, vamos!- dice y se que se refiere a Darían como mi hermano, escucho como comienza a irse pero le hago caso omiso a sus palabras: podremos tener la misma sangre por las venas pero eso no significa nada para mi y jamás lo va a significar.
Lanzé mi flecha y todos aplaudieron, era la quinta flecha que llegaba en el mismo punto, solté el aire y tomé una sexta flecha.
- ¡Nicholas, ahora!- me recrimina Xavier pero nuevamente obtiene mi irrelevancia.