Capítulo 18:
No están
Kol
—¡Kol! —Volteo y veo a Rebekah correr hasta mí esquivando a las personas que caminan por el pasillo de la escuela.
Su actitud me parece sospechosa.
¿Por qué está tan preocupada?
—¿Qué pasa, hermana? —pregunto.
—Micaela y Stephanie no llegaron a dormir anoche —dice agitada.
Mi preocupación se hace evidente.
—¿Qué?
—Sí, esta mañana entré a sus habitaciones porque no fueron a la escuela y ellas no estaban —me explica con seriedad en sus palabras—. Y la señora Larreta habló para decirnos que sus autos estaban aparcados a las afueras de la mansión. Suerte que yo contesté el teléfono.
—¿Intentaste hablarles a sus teléfonos? —pregunto, y ella asiente.
—Me mandan al buzón.
Pienso dónde podrían estar y la única explicación que encuentro es que Katherine está detrás de esto.
—Tengo que irme, tengo que hablar con Damon.
—Esto tiene el sello de Katherine.
—Katherine está en la tumba. Yo fui quien la encerró —me recuerda Damon.
—¿Lo hiciste? —le pregunto.
Todos sabemos el efecto que Katherine tiene sobre Damon y no me sorprendería que ella lo hubiera hecho cambiar de opinión sobre encerrarla.
—¿Hacer qué, Kol?
—Conozco la influencia que Katherine tiene sobre ti.
—Ella está en la maldita tumba. —Marca cada palabra que sale de sus labios—. Pero ella me dijo algo antes de que la encerrara, pensé que estaba mintiendo —gruñe.
—¿Qué dijo? —pregunto desesperado.
—Que Micaela y Stephanie estaban en peligro.
—¿Y no pensaste que debías preguntarle a que se refería? —pregunto enojado.
—Todo lo que dice es una mentira. ¿Cómo se suponía que iba a saber que empezaría a decir la verdad?
—Tenemos que hablar con ella —murmuro con asco.
—No, déjame decirte lo que va ha suceder. Iremos a pedirle ayuda y ella negociará su libertad, entonces, seremos tan tontos que se la daremos, y después va a salir y nos matara —gruñe.
—Claramente no me importa —le aseguro mientras camino hacia la escuela—. Soy inmortal, nadie acabará con mi vida y menos una tonta vampira de 500 años.
Necesito la ayuda de Hope.
—Es una mala idea, Mikaelson.
—Lo hago por Step y su amiga.
—No puedo hacer el hechizo sobre la tumba, tío. Aunque quisiera, no puedo.
—¿Y qué hago? No tengo idea de cómo voy a encontrar a Step y a su amiga.
—Hay otras maneras —murmura mirando mis ojos—. Puedo hacer un hechizo de localización, pero necesitaremos la ayuda de Elena.
—Está bien, iré a buscarla.
—Sí, estaré en el aula de química —dice, y yo asiento.
Camino hacia la casa de los Salvatore, pero no la encuentro. La busco en cada pasillo hasta que la encuentro.
—¿Qué pasó? —pregunta llena de preocupación por su hija y la amiga—. ¿Las encontraron? —cuestiona, y yo niego.
—Pero Hope tiene una idea para hacerlo y necesitamos de tu ayuda —le pido y ella asiente.
Elena maneja hacia la escuela. Caminamos derecho al aula de química y vemos a Hope extender unos mapas en el escritorio del profesor.
—Necesito un poco de tu sangre —le dice a Elena—. Es lo más fuerte que tenemos que vincule a Step y Micaela con alguno de nosotros —dice y le ofrece un abre cartas a Elena.
>>Trata de que la sangre caiga en donde está dibujando Mataderos —le pide Hope y ella asiente.
Elena se corta la mano y deja la sangre caer. Respiro hondo para controlarme.
Hope cierra sus ojos y empieza a murmurar las palabras del hechizo.
Vemos como la sangre en el mapa se junta y se mueve en una sola dirección.
Me acerco para ver mejor y la sangre se detiene en Reidsville. Definitivamente no están en Argentina.
—Aquí. —Señala Hope el punto—. Están ahí.
—Están a casi dos días de aquí si vamos en avión —dice Elena.
—Hope, necesito una localización más exacta —le pido.
No puedo ir buscándolas en cada rincón de Reidsville.
—Eso es lo más exacto que puedo conseguir.
—Podemos buscarlo en internet y obtener una vista aérea. Nos mostrará qué hay por los alrededores, y nos ayudará a definir el área —dice Elena, y yo asiento.
—Perfecto, llámame con lo que encuentres —le pido antes de salir del aula.
—No, no. Yo voy contigo —me sigue, y yo la detengo.
—No, no vendrás.
—No me voy a quedar sentada aquí. ¿Qué pasa si están heridas? O peor. ¿Qué pasa si están… Si ellas...
—No lo están —le aseguro—. Necesito que te quedes aquí y hagas lo que dijiste. Así me serás de más ayuda y estarás a salvo —le pido con una pequeña sonrisa ladina.
—Pero no puedes hacer esto solo —insiste.
—No va hacerlo solo. —La puerta se abre y Rebekah entra—. Iré contigo.
—¿Estás segura? —pregunto, y ella asiente.
—Por Step… Y por Micaela.