2011
Los Ángeles, California
Morgan sabía que se iba a arrepentir, pero no pudo evitar volver aquella misma tarde a casa de Toni. Tuvo la precaución de fumarse un par de cigarros y beberse una enorme taza de café negro antes de hacerlo; sabía que lo necesitaría para lidiar con él.
Esta vez no se molestó en tocar el timbre, abrió directamente con su llave y atisbó el interior con el ceño fruncido. Habían pasado varias horas desde que estuvo allí, pero Toni no se había molestado en limpiar el desastre que había dejado la fiesta de la noche anterior. Tampoco era ninguna sorpresa.
Desde una de las habitaciones traseras se colaba el suave sonido de un piano. Morgan lo siguió tan silenciosamente como pudo.
La puerta de la sala de música estaba entreabierta y Morgan pudo ver a Toni sentado, con el pecho desnudo y unos pantalones de pijama arrugados, tocando las teclas con desgana, casi apretando notas al azar.
Poco a poco sus dedos comenzaron a tomar un rumbo y formaron una melodía que Morgan no conocía.
–Hay una voz en mi cabeza –cantó Toni suavemente, su voz ronca por el alcohol. Morgan notó que había un vaso de whisky a medio beber sobre el piano–, y suena igual a tu voz.
Toni se detuvo bruscamente, sus manos se quedaron quietas sobre las teclas y soltó una maldición. Bebió un largo trago de whisky y contempló el piano con el ceño fruncido.
–Hay una voz en mi cabeza –repitió, aunque las palabras apenas llegaban a entenderse entre sus dientes apretados–, que dice “ ya ves, te quedaste solo”. No, es demasiado patético. Ni siquiera rima. –Gruñó y dejó caer su cabeza sobre el piano abierto, y un sonido horrible resonó por la habitación. Toni cerró los ojos.
Justo cuando Morgan estaba por entrar y revelar su presencia, Toni empezó a cantar otra vez. Esta canción sí la reconoció.
–Hubo un tiempo, no fue hace tanto –su voz era suave, dulce incluso, a pesar de la irritación que debía causarle la bebida. Su rostro casi parecía en paz, de no ser por las ojeras marcadas y los pómulos pronunciados por el hambre–. Cuando estabas ahí para mí. Ya no lo estás. –Soltó un profundo suspiro y se incorporó–. Me aferro a ti en los tiempos de guerra.
Y entonces sus ojos cansados la descubrieron en la puerta. No pareció ni remotamente sorprendido. Le hizo un gesto para que entrase.
–Me imaginaba que aparecerías pronto. Te rendiste demasiado rápido hoy temprano, sabía que no podía durar.
Morgan se sentó en el único sillón de la sala.
–Toni, estoy preocupada por ti.
Toni rodó los ojos, se dio la vuelta para encararla y apoyó la espalda sobre el piano.
–Créeme, eso lo tengo claro.
–Hace meses que sólo pasas aquí encerrado, emborrachándote y acostándote con cualquiera que acepte sacarte de tu soledad por un rato. No has terminado ni una sola canción y se suponía que tendrías el álbum terminado para dentro de tres meses, y es bastante obvio que eso no va a pasar.
–Por favor, dime cuál es tu punto. Este discurso se está volviendo un poco viejo.
–Mi punto es que necesitas ayuda. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con tus padres? Todas las semanas me llaman para preguntarme por ti.
Toni apartó la mirada.
–Sabes que no puedo hablar con ellos. ¿Qué quieres que les diga? ¿Que soy un alcohólico fracasado? Ya están bastante preocupados como para que además de eso vaya a decepcionarlos.
–¿Crees que no saben sobre tu estilo de vida?
Toni frunció los labios.
–Gracias, Morgan. Eres la mejor dando charlas motivacionales.
–Esto no es una charla motivacional. Esta soy yo diciéndote que ni tú ni yo te soportamos, y que tienes que hacer algo al respecto antes de que alguno de los dos termine matándote.
Toni arrugó la cara.
–No seas dramática. Sé que no estoy en mi mejor momento, pero no voy a matarme.
–Puede que yo lo haga, si sigues obligándome a cancelar reuniones y aplazar la publicación de tu álbum.
Toni suspiró. Dobló las rodillas y apoyó la frente sobre ellas.
–Ya sé que te he fallado un montón. Y lo siento mucho, pero en serio no me siento capaz de terminar ninguna canción. No puedo. Estoy bloqueado. Lo intento, pero todo lo que escribo suena forzado y patético.
Morgan se encogió de hombros.
–Eso es un comienzo. No tiene que ser bueno, sólo tiene que ser algo.
–No lo entiendes –exclamó él con frustración–. Es que antes no era así. Antes era tan fácil. Y no puedo hacer esto. No puedo ponerme a escribir malas canciones cuando nada en mi vida tiene sentido. No puedo arruinar mi música más de lo que ya estoy haciendo.
Hizo ademán de beber de su vaso de whisky, pero ante la mirada crítica de Morgan, volvió a dejarlo donde estaba con un gesto dramático y le sonrió irónicamente.