Tiempos de Guerra

Capítulo 4 ~ 1998

 

1998

Miami, Florida

 

 

Toni no se había equivocado: la fila era realmente eterna. Habían pasado casi cinco horas y recién hacía unos diez minutos los habían hecho pasar a una enorme sala de espera con la vaga indicación de que los llamarían pronto.

Toni estaba sentado sobre una de las sillas plásticas, con las piernas estiradas sobre otra silla y los auriculares puestos. Tenía sueño, tenía hambre, estaba de mal humor. A pesar de que Tim había cumplido su promesa y había llevado cuatro bolsas de papas fritas y todo tipo de golosinas para comer durante el tiempo de espera, las provisiones se terminaron mucho antes de que siquiera estuviesen cerca de entrar.

El anuncio decía que las audiciones empezaban a las diez de la mañana, así que ambos chicos pensaron que estar allí una hora antes sería más que suficiente. Ni siquiera vivían lejos de la dirección indicada, así que tenía sentido, ¿no? Pues no. Cuando llegaron ya había alrededor de doscientas personas esperando en la fila. Infinitos chicos de su edad, charlando entre sí, gritando, riendo, cantando, esperando tener la suerte de ser elegidos para representar a REY Records. 

Una chica les pidió sus nombres a la entrada y les entregó un número por el cual los llamarían cuando llegara el momento. Les había tocado el 247. El 247. Tendrían que esperar a que doscientas cuarenta y seis personas cantaran antes de que fuera el turno de ellos.

El teléfono de Toni empezó a vibrar y el nombre de su madre apareció en la pantalla. Se quitó los auriculares con un suspiro y aceptó la llamada.

–Hola, cariño, ¿cómo estás? –Lorena García-Morales tenía una voz dulce y cálida, melodiosa. Toni sabía que si ella quisiera, sería una cantante grandiosa.

Se encogió de hombros, aunque ella no podía verlo.

–No lo sé. Cansado. Creo que si no hubiera venido con Tim ya me hubiera ido.

Su madre rio suavemente. No había podido acompañarlo a la audición por que tenía que trabajar, al igual que su padre, pero le habían dejado preparado el desayuno con una nota recordándole que lo querían y que estaban orgullosos de él. La madre de Tim fue quien se ocupó de llevarlos hasta el lugar de la audición, les besó las frentes a ambos, les deseó buena suerte y les dijo que si necesitaban algo, no dudasen en llamarla.

–Toni, no puedes renunciar ahora. Estarías desperdiciando una oportunidad única.

–Sí, pero… –volvió a encogerse de hombros–. He escuchado a varios de estos chicos cantar. Algunos son realmente buenos.

–Tú también lo eres, Toni.

Estaba nervioso. Cuando había bajado del auto de la madre de Tim literalmente estaba temblando. Ahora, después de tantas horas de espera, estaba cansado y había perdido algo de esa adrenalina, pero aun así sentía el estómago revuelto por el vértigo.

–¿Dónde está Tim ahora? –preguntó su madre–. Quiero desearle buena suerte.

Toni echó un vistazo a sus espaldas. Tim se había hecho amigo de varios chicos en la fila. Durante al menos tres de las cinco horas que llevaban allí, se la habían pasado cantando y bailando sin parar, riéndose los unos de los otros. Tim había intentado que Toni se uniera al grupito, pero él estaba demasiado nervioso –y malhumorado por la espera–, así que en cuanto los dejaron pasar a la sala interior, se había retraído a una esquina para escuchar su canción una y otra vez. Tim lo conocía lo suficiente para saber cuándo era buena idea insistirle para hacer algo y cuándo no. Le había sonreído amablemente, haciéndole saber que entendía, y se había retirado con sus nuevos amigos.

–En el baño –mintió Toni. No quería acercarse al grupo de desconocidos sólo para satisfacer a su madre.

–Oh –exclamó ella, desilusionada–. Bueno, dale un beso de mi parte cuando regrese. Tengo que colgar, cariño, pero te llamaré en un rato, ¿sí? Te deseo muchísima suerte, aunque sé que no la necesitas. Te quiero.

–Yo también te quiero –musitó Toni. Cuando acabó la llamada, respiró hondo. Realmente esperaba no volver con las manos vacías. Sus padres contaban con él. Tim contaba con él. No quería decepcionar a nadie.

Una risa estridente lo arrancó abruptamente de sus pensamientos oscuros. Miró en dirección al grupito de chicos que reía a carcajadas y frunció el ceño. En medio de todos había un chico rubio y alto, y su risa sonaba tan fuerte como si lo tuviera justo al lado de su oído. Toni lo miró con desagrado. ¿Por qué los extrovertidos tenían que ser tan ruidosos? ¿Realmente necesitaban ser siempre el centro de atención?

Rodó los ojos y volvió a ponerse los auriculares. Aquel chico ni siquiera necesitaba reír fuerte para llamar la atención, aunque seguramente los hoyuelos que se le formaban con la sonrisa ayudaban. Como sea. Que fuera atractivo no significaba que fuera bueno cantando.

No pasaron ni cinco minutos desde la llamada de su madre cuando una mujer pelirroja entró a la sala y llamó su número en voz alta, con un acento escocés muy marcado. Toni respiró profundo y se levantó de un salto. En un segundo, Tim estaba a su lado, vibrando de pies a cabeza. Le dedicó una sonrisa aterrada.



#3154 en Novela romántica
#756 en Novela contemporánea

En el texto hay: musica, gay, lgbt

Editado: 18.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.