2011
Los Ángeles, California
Los dedos de Toni se movían con vehemencia sobre las teclas del piano. Ni siquiera estaba muy seguro de qué estaba tocando, tan sólo quería oír algo, algún ruido que opacara las palabras de Morgan que ahora no podía dejar de repetir en su cabeza.
Se detuvo bruscamente cuando escuchó cerrarse la puerta de entrada. Soltó una maldición. ¿Por qué había tenido que mencionarlo? Ella sabía que no quería oír nada sobre él, que no quería saber nada. Había que fingir que Christopher Hughes no existía, era una regla tácita. ¿Por qué no había podido respetar algo tan sencillo?
Se recostó sobre la banqueta del piano y se cubrió la cara con una mano. Respiró hondo.
Aunque en realidad, Toni tampoco respetaba la regla tácita, ¿no? Habían pasado ocho años y seguía escribiendo canciones sobre él. Estaba muy lejos de olvidar su existencia.
Había perdido la cuenta de la cantidad de personas con las que había salido desde entonces, pero Chris era el único sobre el que seguía escribiendo canciones. Ni siquiera recordaba el nombre de todas las personas con las que había estado, pero el rostro de él siempre estaba allí cuando cerraba los ojos, como si no hubiera pasado el tiempo.
Giró sobre su cuerpo y estiró la mano para alcanzar el vaso de whisky. Quizás la razón por la que no podía terminar ninguna canción últimamente era que seguía negándolo, seguía actuando como si no le importara. Y luego se sentaba a escribir y lo único que salía de él eran esas letras patéticas y tristes.
Bebió un trago fuerte de whisky y torció el gesto ante la quemazón que le produjo. Alzó la mano a ciegas, aún recostado, tanteando hasta formar el acorde de re mayor.
–Me he acostumbrado a tu ausencia. La casa en silencio, tan vacía –La garganta le ardía por el alcohol, pero continuó tarareando en voz baja, aún cuando sus dedos torpes confundían las teclas cada tanto–. Ahora puedo cuidarme solo, no necesito que estés ahí.
Soltó una risa amarga ante aquel último verso. Había escrito la canción hacía ya unos cuantos años, pero quizás recordar un par de sus viejas letras lo ayudara a encontrar de nuevo su voz. Era lo único que tenía ahora.
–No extraño tenerte cerca, puedo vivir sin oírte reír. –Interrumpió la canción por un instante para acabarse lo que quedaba de whisky de un solo trago amargo–. No necesito tomar prestada tu ropa, estoy perfectamente bien por mi cuenta, ya lo ves.
Se sentó, sus dedos encontraron naturalmente las notas del resto de la canción. Ya no reía; estaba tenso, serio, y le ardía el pecho.
–Pero algunas noches enciendo la televisión y están pasando tu película favorita –respiró hondo. De repente le faltaba el aire, de repente veía todo borroso. Y en su mente cobraba fuerza una imagen muy conocida, un rostro lleno de hoyuelos y una risa irritantemente ruidosa–. Y apenas puedo contener a mis manos de llamarte, de llamarte –sus ojos empezaron a humedecerse, así que los cerró con fuerza–. Y decirte que es todo mentira.
Suspiró y sus manos cayeron flojas sobre las teclas.
Quizás… Tragó saliva, tratando de apartar la idea de su mente, pero ya estaba allí. Quizás podía llamarlo.
Por mucho que se enfadara con Morgan y fingiera que todo estaba bien, Toni sabía que tenía razón en que necesitaba ayuda. Se sentía solo y angustiado, sentía que no podía hacer nada, que nada tenía sentido. Sólo quería dormir. Poner al mundo en pausa. Que lo dejaran en paz.
Chris lo entendería. Él siempre había sido tan comprensivo y amable, Toni sabía que nunca lo juzgaría mal. Trataría de ayudarlo. Le prepararía su comida favorita, le traería helado, le cantaría Tiempos de guerra, y cuando él lo hiciera esa maldita canción dejaría de sonar como si le hubieran arrancado el corazón, como si fuera un sueño, un vago recuerdo de algo que nunca pasó.
Pero no podía.
Se le escapó una sonrisa irónica ante la idea. ¿Qué pensaría Chris de él si lo llamara ahora de repente, después de ocho años sin hablarle? Creería que había enloquecido. Y quizás tuviera razón.
No, no podía simplemente acudir a él como el hombre desesperado e interesado que era en el fondo. Tenía que conservar algo de su dignidad.
Así que en lugar de hacer algo que luego iba a lamentar, se puso a revisar sus redes sociales. Hacía mucho que no interactuaba con sus fans, de todas formas, y Morgan tenía razón, no podía decepcionarlas.
Cerró el piano y apoyó los codos sobre él para estabilizarse. Estaba algo mareado por el whisky y los recuerdos. En cuanto abrió twitter lo asaltaron miles de notificaciones. En su mayoría, la cuenta era manejada por sus agentes, que se ocupaban de promocionar sus nuevas canciones, videos y conciertos. Hacía mucho que no publicaba nada nuevo, así que la cuenta estaba algo abandonada.
“@msmorales_04: Extraño tus tweets :( No sabemos nada de ti. Estás comiendo bien?”
Toni respiró hondo y se dispuso a responder: “@tonimorales: Jaja Estoy comiendo bien! Sólo algo ocupado con el nuevo álbum. Pronto les contaré más!”