1998
Miami, Florida
–¿Y qué pasa si tenemos otras ideas para alguna de las canciones? –preguntó Chris Hughes, sentado en el apoyabrazos del sillón como si estuviera en su casa, interrumpiendo a Joshua Rey por octava vez desde que había empezado a hablar–. ¿O si directamente no nos gusta alguna canción?
Toni no pudo evitar rodar los ojos, tenso en su sitio. Ese chico estaba por provocarle un ataque de histeria. Literalmente estaban discutiendo las condiciones de un contrato con REY Records, ¿en serio iba a cuestionar las decisiones musicales de Joshua, de la disquera entera? ¿Cuál era su problema?
Joshua, sin embargo, no parecía molesto por las preguntas. Se encogió de hombros, bebió un largo trago de agua y carraspeó. Miró a Chris con una ceja alzada.
–Lo discuten conmigo, o con los productores musicales. El objetivo es que hagamos música que todos disfrutemos, música que todos quieran escuchar. Por supuesto que son bienvenidas las nuevas ideas, siempre y cuando encajen con el plan. Tenemos que crear una imagen para ustedes, una que venda, y ustedes tendrán que adherirse a ella para que esto funcione.
Chris frunció el ceño ligeramente.
–¿Qué tipo de imagen?
Joshua desdeñó la pregunta con un ademán.
–No te preocupes, no se preocupen, es sólo una estrategia de marketing. No pretendemos que mientan, simplemente tenemos que darles un rostro. Queremos que el público los quiera, ¿no es así? Entonces tenemos que promocionarlos. Dar entrevistas, hacer sesiones de fotos para revistas, conseguir que las emisoras de radio pasen sus canciones, que otros artistas los recomienden. Mostrarlos al mundo, y asegurarnos de que el mundo los adore.
Toni tragó saliva. Wow. Eso sonaba grandioso. Realmente tendría la oportunidad de que el mundo entero conociera su música, de compartir su arte con todos. Intercambió una sonrisa tonta con Tim, sentado a su lado. Se estaban haciendo realidad sus sueños más locos.
–Ahora, también tengo que decirles que ésta no es una industria sencilla. Y no les estoy prometiendo el éxito, como les dije a sus padres en nuestra reunión de ayer. Claro, haremos todo lo posible para que sean un fenómeno musical como nunca antes se ha visto, pero no podemos asegurar nada. –Joshua Rey cruzó los brazos, pensativo–. La industria de la música puede ser traicionera e impredecible. Ustedes están confiando en mí y yo estoy confiando en ustedes. Es un trabajo en equipo. Créanme, no hay nadie a quien le importe más si ustedes tienen éxito o no que a mí.
Chris asintió efusivamente, complacido con la respuesta. Toni tuvo que contenerse de poner los ojos en blanco. No lo entendía. Hacía preguntas que parecían muy serias, pero no era nada difícil satisfacerlo. Era como si solo quisiera interrumpir.
¿Cuándo saldremos de gira? ¿Cómo se reparten las ganancias? ¿Y si no funciona, podemos irnos antes? ¿Dónde vamos a vivir, podemos quedarnos donde estamos? No podía mantener la boca cerrada.
–Primero tenemos que centrarnos en grabar los demos, necesitamos un buen repertorio de canciones que gusten, y promocionarlas a ellas y a ustedes. Todo lo demás vendrá después. –Y entonces Joshua alzó la mirada y la posó sobre cada uno de ellos, serio e intenso–. No es un trabajo fácil. Es agotador, es exigente. No es sólo cantar, chicos. Tendrán que hacer sacrificios, aprender a hablar con la gente, con los entrevistadores, con el público. Habrá días que pasarán viajando sin parar, sin poder descansar bien. Como les dije, mi plan es darlos a conocer haciéndolos teloneros de la gira de Courtney Jones, y eso significa que tendrán que pasar varios meses lejos de casa, viviendo sólo para la música, para todo esto. ¿Lo entienden? ¿Están dispuestos?
¿Lo estoy? Se preguntó Toni en su fuero interno. ¿Estoy dispuesto a dejar todo lo que conozco para ir a cantar con un grupo de desconocidos?
Miró a su alrededor. Miró a Joshua Rey, su rostro inexpresivo con un par de arrugas, el cabello con unas cuantas canas. Miró la seriedad de sus ojos, la intensidad que irradiaban. Ese hombre realmente haría cualquier cosa para que aquello funcionara.
Miró a Tim, el sonriente Tim, el optimista Tim, sin el cual jamás habría tenido la audacia de confiar en sí mismo. Y miró a los otros dos chicos, los desconocidos. El rubio de los hoyuelos, que nunca podía quedarse callado. Y el chico de piel oscura que no había abierto la boca durante toda la reunión, encogido en su asiento con la vista sobre sus zapatos, como si no acabara de entender cómo había terminado en esa oficina.
Se preguntó seriamente si podría trabajar con ellos. ¿Y si terminaban odiándose? ¿Realmente podría pasar meses viajando con gente a la que acababa de conocer? A Toni no se le daban bien las personas, sabía que podía ser arisco y distante, ¿y si ellos lo odiaban?
Es decir, literalmente hacía menos de dos horas que se conocían y Toni tenía ganas de saltarle al cuello a Christopher Hughes para obligarlo a callarse al menos por un momento. ¿En serio podría vivir meses enteros con alguien que se reía tan fuerte?
Pero sacudió la cabeza. Sabía que podría, sabía que cualquier mínimo disgusto no era nada comparado con la oportunidad de cumplir su sueño más grande.