2011
Los Ángeles, California
Morgan sopló su café y bebió un sorbo. Se acomodó los anteojos sobre la nariz y miró la pantalla con el ceño fruncido. Su rostro se reflejaba en el calendario abierto frente a ella.
Era el programa de actividades públicas de Toni Morales, y era un caos.
Había organizado una entrevista con el famoso show nocturno de Ryan Coleman para el viernes próximo, pues el último álbum de Toni, Rainbow Park, había sido un éxito total y ahora que se acercaban los AMA’s, necesitaba promocionarlo un poco. Morgan suspiró y bebió otro trago, analizando sus opciones.
No era muy profesional de su parte cancelar una entrevista tan importante, sería ridículo y contraproducente. El álbum lo necesitaba, y hacía mucho tiempo que Toni no era visto en público, no podían dejar que la gente se olvidara de él. Sobre todo ahora.
Por otro lado, si era totalmente sincera, Toni no estaba en condiciones para ofrecer entrevistas a nadie. Cancelar más actividades era malo, pero probablemente era mejor que Toni teniendo un colapso emocional frente a las cámaras.
Volvió a suspirar y marcó con una equis el show de Ryan Coleman en su cronograma. Era demasiado pronto, Toni no estaba listo.
Ahora bien, los AMA’s eran otra cosa totalmente diferente. Por muy mal que estuviera, no podía faltar. Estaba nominado a varias categorías y no tenía excusas, no estaba de gira, no estaba haciendo nada. Si no se presentaba, la gente empezaría a hablar. Lo último que querían era atraer miradas indiscretas.
Pero tendría que hablar con él. Toni lucharía por no ir, sobre todo tomando en cuenta que sus ex compañeros de banda también estarían allí… que Chris estaría allí. Habían pasado varios meses desde la última vez que coincidieron en alguna fiesta o reunión.
Tendría que hablar con Carolina. Ambas estaban de acuerdo en que lo mejor era que Toni y Chris no fueran vistos juntos en público, por diversos motivos. Para Carolina era importante que la gente olvidara los viejos rumores. Para Morgan era importante que los paparazzi no filmaran a Toni Morales gritándole a su ex compañero de banda, como de hecho ya había pasado en alguna ocasión. Tenían que asegurarse de que Chris no intentaba acercársele, no podían permitirse más escándalos.
Morgan anotó un recordatorio en su teléfono para discutir aquello con su vieja mentora.
Bebió otro sorbo de café y volvió la vista nuevamente a aquel catastrófico calendario de actividades. En el fondo sabía que terminaría cancelando todo menos los AMA’s. Y sabía también que, aunque parte de aquella decisión era su responsabilidad sobre la imagen pública de Toni, la razón más importante era que estaba genuinamente preocupada por él y que no quería cargarlo con más peso sobre la espalda cuando de por sí parecía estar a punto de caer.
Suspiró y cerró el calendario. Su fondo de pantalla, un estanque lleno de lotos blancos, se reflejaba en sus anteojos. Colocó la taza sobre el escritorio con un golpe seco y abrió la página de su correo, buscando el que había recibido de su asistente, Anne Evans, dos días antes. Ya lo había aplazado bastante, era momento de enfrentarse a él. Era una lista selecta de psicólogos y terapeutas, con experiencia atendiendo a personas famosas y lidiando con sus vidas inusuales. Todos ellos aseguraban un alto nivel de confidencialidad. Anne había reducido las opciones a los diez más prometedores, pero el resto del trabajo dependía de Morgan. Y de Toni, claro.
Morgan apenas estaba leyendo el currículum de la primera psicóloga de la lista, la doctora Laila Osei, con una trayectoria de veinticinco años ayudando a diversos artistas de éxito a lidiar con su fama, cuando sonaron unos golpecitos en la puerta de su oficina y Biv se asomó por ella.
–Oh, no sabía que ya tenías uno –dijo, señalando con un gesto el café que Morgan tenía a su lado. Biv sostenía una taza humeante en cada mano. Morgan le sonrió con cansancio y le indicó con un gesto que entrase. Echó un vistazo al reloj que colgaba de la pared.
–Perdón, olvidé la hora –le dijo, aceptando la segunda taza y abriendo la caja de galletas de chocolate que tenía en el escritorio mientras Biv se sentaba a su lado.
Era una de las pocas exigencias de Biv sobre su relación. Bian Nguyen era la mujer más serena y paciente que Morgan conocía, siempre sonriendo plácidamente y dándole ánimo cuando más lo necesitaba; era leal, cariñosa y constante. Admiraba lo entregada que era Morgan con su trabajo, cuánto se había esforzado por llegar hasta donde estaba y cómo se preocupaba por cada uno de sus representados; pero también conocía ese lado obsesivo y testarudo de ella, sabía que podía pasarse la madrugada entera coordinando próximas actividades y organizando nuevos planes, así que se había impuesto de una forma muy impropia a su naturaleza y le había exigido tomarse media hora de descanso juntas todas las tardes. Cada día, a las cuatro en punto de la tarde, Biv entraba a su oficina con un par de tazas de café o té y se sentaba a su lado a charlar un rato.
Aunque hacía varios años que mantenían esa tradición, Morgan lo olvidaba con frecuencia. Ella organizaba y daba sentido a la vida de cada uno de los artistas bajo su tutela, pero era Biv quien le daba sentido a la vida de ella. Biv, con sus trenzas desordenadas, con su acento demasiado fuerte a pesar de todos los años que llevaba viviendo allí, con sus manos suaves y sus sonrisas enigmáticas.