1998
Orlando, Florida
Toni, por supuesto, no podía dormir.
Su mente no dejaba de darle vueltas a las palabras de su padre, y éstas empezaban a ahogarlo.
¿Te gusta? ¿te gusta? ¿te gusta? ¿te gusta?
Y en medio de ellas, aparecían los recuerdos de los últimos días. Las risas escandalosas de Chris que le arrancaban sonrisas a Toni contra su voluntad. Su voz ronca y la manera en que entrecerraba los ojos cuando cantaba, ladeando la cabeza y dando golpecitos con el pie para marcar el ritmo.
Los roces frecuentes, que se habían vuelto cada vez más cariñosos y cercanos. Chris siempre estaba tocándolo. Le despeinaba el cabello, le pasaba el brazo por los hombros, le ponía la mano en la espalda, le pellizcaba las mejillas. Siempre estaba tan cerca, como un satélite a su alrededor.
Los hoyuelos, que su mente podía reproducir con toda claridad. Quizás había pasado demasiado tiempo contemplándolos.
Y sus brazos fuertes, y su abdomen ese día en la playa, hacía ya algunos meses… con el cabello húmedo y la luz del sol cayendo sobre él como un reflector. Los ojos verdes que siempre eran atentos y generosos. El olor a colonia y el aliento a café que tenía por la mañana en los ensayos.
Dios, no podía dejar de pensar en él.
Giró en la cama y hundió la cabeza bajo la almohada.
¿Te gusta?
La manera en que lo había defendido públicamente después de lo de Holway. Se había enfadado de verdad, había gritado a los paparazzi que Declan Holway era una basura y que Toni era maravilloso. Esas habían sido sus palabras. Aún cuando Toni apenas le hablaba y no era amable con él.
La pasión que le ponía a todo lo que hacía. Desde llevarse bien con sus compañeros de banda hasta componer canciones. Bailar, probarse trajes, cantar, responder preguntas de los entrevistadores. Chris Hughes se entregaba por completo a todo lo que hacía.
Y había dicho que Toni le parecía guapo. Había dicho que era increíble y que era el dueño de su corazón.
Dios, estaba perdiendo la cabeza. Era ridículo. Chris Hughes ni siquiera era su tipo. No le gustaban los chicos extrovertidos. Le gustaba la calma, alguien que fuera pacífico y agradable, que fuera bueno escuchando.
Aunque Chris era bueno escuchando. Sí, hablaba todo el tiempo y hacía muchas preguntas, pero siempre que Toni quería contarle algo, él cerraba la boca y lo contemplaba en silencio, con sus enormes ojos atentos. Siempre estaba dispuesto a escuchar cualquier cosa que Toni quisiera decirle, y siempre tenía una palabra de apoyo preparada cuando la necesitaba.
Y en esos momentos Toni veía esa chispa de vulnerabilidad que brillaba en sus ojos verdes, esa timidez particular, tan poco propia de él, pero tan fascinante.
Le gustaba ver a Chris nervioso, porque era una experiencia totalmente distinta al Chris de todos los días. Le gustaba verlo sonrojado, rascándose la nuca y con esa sonrisa débil, todo descompuesto.
En esos momentos…
Su corazón se saltó un latido.
En esos momentos tenía tantas ganas de comérselo a besos.
Tragó saliva. Estaba arruinado. ¿Qué iba a hacer ahora? Apenas empezaba a estar en buenos términos con él y ahora tendría que volver a apartarlo.
No podía enamorarse de Chris Hughes, sería absolutamente estúpido. Trabajaban juntos, él ni siquiera lo veía de esa manera, y tenían una imagen que mantener. Holway lo había llamado un desviado sexual, no podía dejar que ese rumor creciera. Y no podría ver a Chris todos los días y… y saber que estaba fuera de su alcance.
Tenía que olvidarlo.
Giró otra vez en la cama, tratando de hallar una posición en la que se sintiera cómodo, pero era imposible. Se sentó de golpe, totalmente frustrado.
No iba a pasarse la noche entera pensando en lo mucho que le gustaba Christopher Hughes. Se negaba rotundamente. Se dormiría a punta de golpes contra la pared si hacía falta.
Todo esto era culpa de su padre.
Si no se hubiera hecho el listo, si no fuera tan perceptivo, si no lo conociera tan bien…
Toni gimió. ¿Tan obvio era?
Ocultó la cara entre las manos. Era patético. Era terriblemente patético y Chris se reiría de él si se enterase.
Se levantó, se puso las zapatillas y abrió la puerta para ir al baño a lavarse la cara, pero en cuanto lo hizo se dio cuenta de que no era la única persona despierta en la suite. Se quedó paralizado en el umbral de su habitación.
Más allá, en la sala común que compartían los cuatro chicos, sentado en un rincón con la guitarra en la mano, estaba el mismísimo Chris Hughes, con los ojos cerrados y arrancándole acordes suaves al instrumento con sus dedos largos.
Toni respiró hondo.
No podía creer su suerte.
Estaba por darse la vuelta y volver a meterse a su cuarto cuando lo oyó cantar en voz muy baja.