2003
Los Ángeles, California
Tim abrió la puerta al tercer golpe, con el ceño fruncido de confusión y un par de corbatas envueltas en la mano. Cuando sus ojos se encontraron con los de Chris, suspiró y se hizo a un lado para dejarlo pasar.
–Así que discutieron –dijo a modo de saludo. No parecía sorprendido de verlo.
Pero Chris no entró. Se quedó mirando a Tim, allí en la puerta vestido de traje, con el cabello peinado (lo cual no era nada común) y las corbatas en la mano. Era evidente que iba a salir, y Chris se maldijo por ser tan idiota. Por supuesto, éste era su último día libre antes del tour, obviamente los otros chicos iban a aprovecharlo.
Carraspeó, dando un paso inseguro hacia atrás.
–Perdona, no quería molestarte –balbuceó, aferrando el álbum de fotos con fuerza contra su pecho–. Ehm… Creo que mejor me voy.
Pero Tim lo agarró de los hombros y lo obligó a entrar en la casa, dándole un par de palmaditas suaves en la espalda.
–No seas tonto, Chris –contestó Tim, poniendo los ojos en blanco–. Ponte cómodo. Vamos a tener una charla muy masculina sobre sentimientos.
Chris ladeó la cabeza, indeciso, pero cuando Tim se sentó en el sofá más cercano y lo miró expectante, no le quedó de otra que seguirlo. Dejó el álbum sobre sus rodillas y suspiró, la verdad era que ni siquiera sabía qué iba a decirle. Simplemente… Tim era la única persona que conocía a Toni tan bien como él. Era la única persona con la que podría hablar sobre él.
Tim tamborileó con sus dedos sobre el apoyabrazos. Era evidente que se había percatado de que Chris se estaba replanteando aquella visita, y estaba meditando cómo convencerlo de abandonar su reticencia.
–¿Quieres una cerveza? Tengo algunas en la nevera –ofreció Tim afablemente. Se revolvió el cabello y éste acabó hecho un caos como de costumbre. Chris lo lamentaba por él y por su cita, aunque supuso que era inevitable; Tim nunca permanecía peinado más de cinco minutos–. Podemos alegrar un poco nuestra charla de chicos.
Chris sonrió apenas.
–No, gracias. No soporto muy bien el alcohol –repuso, porque era la verdad–. Y creo que este no es el mejor momento para emborracharme.
Tim le dedicó una sonrisita avergonzada.
–Tienes razón, supongo. –Se puso a juguetear con las corbatas que tenía en la mano–. Parecía bastante molesto cuando hablé con él por teléfono, así que me imagino que en persona debió ser mucho peor.
–¿Hablaste con él?
Tim alzó la mirada por un instante, como si acabara de darse cuenta de lo que había dicho, y se encogió de hombros.
–Siempre lo hago. Ya sabes, cuando… cuando tienes que salir con Sam. Para distraerlo un rato.
Por algún motivo, eso terminó de relajar a Chris. Por supuesto que Tim también estaba tratando de ayudar. Él entendería.
–Pero hoy, cuando lo llamé y le pregunté cómo estaba… –Tim frunció el ceño–. No se lo dijiste, ¿verdad?
Chris tragó saliva y negó con la cabeza, tratando de contener el sonrojo que le subía por la cara. No tenía sentido mentir.
–Se puso como loco –suspiró Tim–. Lo siento, si hubiera sabido… Le pregunté cómo estaba y obviamente él lo supo de inmediato. Se puso a maldecir y encendió la televisión y me cortó al instante.
Chris se pasó la mano por la cara. No podía enfadarse con Tim, no era su culpa, sólo había querido ayudar a Toni. El verdadero culpable era él.
–Tim, no sé qué hacer. Ya sabes cómo se pone cuando está molesto. Bueno, esto fue todavía peor. –Respiró hondo, pero le costó mucho pronunciar las siguientes palabras–: Me dijo que era yo quien quería mentir. Que el contrato me convenía porque yo no quiero que nuestra relación sea oficial. Me llamó cobarde. Dijo que me había vendido.
Tim lo miraba con lástima, así que Chris se dedicó a contemplar el álbum que tenía entre las rodillas. No podía soportar el peso de sus ojos.
–No es cierto. Yo no… No me avergüenzo de él. –Miró a Tim con ojos desafiantes, pero su amigo sólo se mordió el labio, sin decir nada–. Yo no quiero salir con Sam. Por supuesto que preferiría que las cosas fueran distintas, pero… el contrato… y Toni no entiende…
–Chris, nadie podría culparte por tener miedo de salir del armario. –Chris abrió la boca para protestar, pero Tim lo silenció con un gesto–. No estoy diciendo que sea así. Pero… en el hipotético caso de que así fuera, es totalmente comprensible. El mundo puede ser bastante hostil. –Volvió a morderse el labio, pensativo–. Toni puede parecer muy pesimista, pero en el fondo siempre quiere creer lo mejor de las personas. Y fantasea con que algún día todo va a ser perfecto y todos van a aceptarlo sin rechistar.
–Yo no… Yo entiendo su frustración. Y sé que no debí mentirle, pero…
Tim suspiró. Asintió quedamente.
–Sé por qué lo hiciste –dijo en voz baja. Sus manos seguían enredando y desenredando las corbatas entre sí–. Pero Toni siempre odió esta parte. Ya sabes que… bueno, ya sabes que su mente puede jugarle malas pasadas. No puedes culparlo por eso, él nunca quiso engañar a nadie.