2011
Los Ángeles, California
Cuando Morgan llamó a Tim y le pidió que se encontrara con ella al día siguiente en su oficina, pensó que sería obvio que quería hablar a solas con él. Así que al verlo llegar a la hora indicada, acompañado por nada menos que Chris Hughes, tuvo que contenerse de perder los estribos allí mismo.
En lugar de poner una excusa y cancelar la reunión, sonrió y los invitó a ambos a tomar asiento. Les ofreció café y galletas. Y deseó urgentemente que Chris anunciara que tenía algo más que hacer y se fuera de allí, pero pasaban los minutos y no lo hacía.
Al menos Chris tenía la decencia de parecer tan confundido como ella por su presencia en aquella oficina. No paraba de juguetear con el cierre de su chaqueta, sonriéndole con incomodidad y tratando de hacerle conversación; pero Morgan estaba muy ocupada echándole miradas iracundas a Tim como para seguirle el juego.
–Me alegro mucho de verte, Morgan –le dijo, tras un largo silencio, y se inclinó para agarrar otra galleta de la caja–. Ha pasado mucho tiempo.
Y aunque Morgan también se alegraba de verlo, éste no era el momento adecuado. No se suponía que él estuviera allí.
–Ha pasado mucho tiempo, sí –admitió, acomodándose en su propia silla tras el escritorio–. Tim no mencionó que también vendrías.
–A mí tampoco –replicó Chris, sonriendo con algo de vergüenza–. No sabía que veníamos aquí hasta que llegamos a la puerta.
Morgan enarcó las cejas. Le echó una nueva mirada furibunda a Tim.
–¿Ah, sí?
Tim se hizo el desentendido. Bebió un sorbo de su café y se encogió de hombros con inocencia.
–¿Por qué no? Hace mucho que no coincidíamos, me pareció una buena oportunidad.
Chris carraspeó.
–De todas maneras, si tienes que hablar algo en particular con Tim, puedo irme –ofreció, porque evidentemente notaba la tensión en el ambiente–. No quiero entrometerme.
Morgan estaba a punto de decirle que, de hecho, sí que apreciaría un momento a solas con Tim; pero ni siquiera había llegado a abrir la boca cuando Tim sacudió la cabeza con determinación, echándole un vistazo agudo a Chris.
–Tranquilo, Chris. No te hubiera traído si no pensara que debías estar aquí.
Y con eso dejó perfectamente claras sus intenciones.
Morgan respiró hondo. Pues bien, cambio de planes. En adelante se ocuparía de todo ella misma. Era obvio que Tim había perdido la cabeza.
Chris todavía parecía perplejo y algo nervioso, pero se echó para atrás en su silla, dispuesto a seguirles la corriente.
–De acuerdo –murmuró, encogiéndose de hombros. Le dedicó una sonrisa a Morgan–. Bueno, ¿y cómo va todo? ¿Mucho trabajo?
Morgan suspiró. Era evidente que ya no podrían tener la conversación que ella quería tener, y ya que Chris se estaba esforzando por actuar con naturalidad, lo mínimo que podía hacer era ser cortés.
–Como siempre. Pero dirigir una compañía no es cosa sencilla –respondió, resignada. No podía creer que de verdad había terminado atrapada en su propia oficina, charlando sobre temas que no interesaban a nadie–. ¿Qué hay de ustedes? ¿Cómo va la grabación de su álbum?
–Agotador –rio Chris, que por entonces ya había recuperado la compostura y su carisma de siempre–. Pero está casi listo y me parece que quedó bastante bien.
Morgan lo observó. La sonrisa cautivadora que ella conocía muy bien, esos ojos verdes capaces de conquistar a cualquiera. Chris Hughes era encantador, siempre lo había sido, pero tampoco él había salido ileso. Por debajo del brillo de sus ojos, Morgan veía las grietas, veía la tristeza y el dolor que guardaba sólo para sí. Por debajo de aquella máscara, Morgan veía perfectamente al chico que llamaba cada mes para preguntarle cómo estaba Toni.
Y aunque odiaba a Tim por haberlo llevado hasta su oficina, no podía evitar estar de acuerdo con que probablemente debería estar allí.
–Me alegro, no dudo que será increíble.
Pero, por mucho que Morgan apreciara a Chris y supiera cuánto se preocupaba por Toni, no pensaba simplemente ir y traicionar a Toni sólo porque lo tuviera delante.
Chris aceptó el cumplido sin mucho interés. Agarró otra galleta de la caja y le echó una sonrisa sagaz.
–No sabía que Tim y tú eran de reunirse para charlar casualmente.
–No lo somos –replicó Tim, que solo parecía dispuesto a hablar para estropearlo todo–. Sólo recientemente.
–Ah –dijo Chris, enarcando las cejas. No agregó nada más, pero la pregunta flotaba en el aire, clara como el agua.
¿Por qué? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué estoy yo aquí?
Morgan carraspeó.
–¿Cómo va el asunto del contrato, Chris? –preguntó, fingiendo que no había oído el comentario de Tim–. ¿Hay noticias?
Chris frunció el ceño, pero al final aceptó el cambio de tema con un vago encogimiento de hombros.
–No aún, pero espero que las haya pronto. –Se humedeció los labios–. Ya sabes que es un proceso largo.