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¡Hola, gente! ¿Cómo van?
Bueno, nada, sé que estuve un poco desaparecida este mes. La verdad es que es todo un caos en mi vida, jaja. Estoy en último año de universidad y entre las prácticas, la tesis, las clases y el trabajo, lo único que quiero es morir. Hace varios meses que venía con muy poco tiempo para escribir y ahora literalmente hay semanas enteras en que no puedo abrir el doc.
Por este motivo, no puedo seguir con las actualizaciones como veníamos hasta ahora: era demasiada maravilla actualizar tres veces al mes. Por ahora voy a intentar hacerlo funcionar dos veces: el 1 y el 15 de cada mes. Pero es tentativo, si veo que tampoco llego a eso, tendrá que ser una sola vez, al menos hasta enero que termino con esta tortura.
De todas formas, no desesperar. Voy a esforzarme por publicar al menos dos veces al mes y trataré de retomar nuestro ritmo actual en cuanto me sea posible. Le tengo mucho aprecio a esta historia y no quiero dejarla.
Así que... pues eso. Deséenme suerte en este caos llamado vida. Y como siempre, si les gusta la historia, de verdad me ayudaría que comenten y la compartan con sus amigos. Me motiva mucho más a escribir si sé que la están disfrutando. :)
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2003
Londres, Inglaterra
–¡Gracias, Londres! –chilló Tim a la multitud. Sus palabras fueron recibidas con una ola de gritos de parte del público–. ¡Esto es In blissful ignorance!
La banda comenzó a tocar de inmediato, era la penúltima canción de la noche. Las luces iluminaron el escenario de colores vivos, y Toni dio un paso adelante, comenzando a cantar con una sonrisa deslumbrante. Las chicas de la primera fila chillaban, agitaban letreros y arrojaban todo tipo de objetos extraños al escenario. Toni bailaba para el público, esbozando su sonrisa pícara y guiñando el ojo cada tanto a alguna chica que perdía la cabeza ante sus atenciones.
Chris lo contemplaba en silencio, tratando de mantener el suficiente autocontrol para no quedarse boquiabierto. Cantaba cuando tenía que cantar, pero sus ojos nunca se apartaban de aquella alegría despreocupada que desprendía Toni aquella noche. Era contagioso, era hipnotizante, era maravilloso.
Le recordó a sus primeros conciertos, hacía ya varios años, cuando todo era nuevo y emocionante. Cuando tenía que obligarse físicamente a despegar los ojos de Toni porque cada vez que sus miradas se cruzaban en el escenario, no podía evitar ruborizarse. Toni era distinto cuando estaban en concierto: mucho más seguro de sí mismo, más desinhibido y atrevido. Cuando estaba sobre el escenario, no lo asaltaba ninguna preocupación, sus obsesiones desaparecían, y era imposible no enamorarse de él.
Si Chris fuera una de aquellas chicas a las que les guiñaba el ojo, seguramente también se pondría a chillar de emoción.
Tal vez tenía sentido, al fin y al cabo, que Carolina Hernández insistiera tanto en que no interactuaran en público.
Chris se dio la vuelta, forzándose a arrancar los ojos del movimiento de caderas que Toni realizaba en aquel momento. Tim, a su otro lado, pescó su reticencia a apartar la vista y le enarcó las cejas sugestivamente. Chris le enseñó su dedo del medio.
Había algo en todo aquello que se sentía irreal. No podía apartar los ojos de Toni porque era hermoso y sexy, sí, pero también porque dentro de unos meses ya no lo tendría allí para comérselo con la mirada mientras cantaba. Toda la dinámica de escenario que habían desarrollado en los cinco años de actividad de The Milkshake Club… Sus juegos, sus tonterías, sus bailes grotescos y ridículos, incluso las coreografías serias… todo sería distinto cuando Toni ya no estuviera.
La gira apenas había comenzado, así que todavía le quedaban algunos meses. Tim y Ezra ni siquiera sabían todavía que Toni se iba. Y aun así, Chris no podía dejar de pensar en el final. En el momento en que Toni dejaría la banda para siempre y quedarían incompletos.
Hacía cinco años que trabajaban juntos, que se veían a diario en el estudio, que compartían besos furtivos en los vestidores y se tomaban de las manos cuando nadie estaba mirando. Y Chris entendía la frustración de Toni, sabía que era precisamente el secretismo lo que lo estaba apartando de él, pero… había algo en todo aquello. Había algo en esa rutina, en la magia de observarse con anhelo durante el día, sin poder tocarse, para llegar a dormir en los brazos del otro por la noche.
Era algo seguro e inofensivo. Un espacio donde podían ser sólo ellos dos, sin las miradas de nadie, sin susurros hostiles, sin tener que probar un punto.
Toni no lo entendía. No del todo. Sus padres eran perfectos: lo habían apoyado desde el principio, invitaban a Chris a todas las reuniones familiares, lo trataran como si fuera otro miembro más. Los padres de Toni nunca lo habían hecho sentir como si su sexualidad fuera algo que tuviera que ocultar, como si fuera algo vergonzoso o incluso inmoral. Le habían enseñado a ser valiente y sacar pecho, a plantar cara y hacerse respetar aún si tenía que luchar contra el mundo entero.