¡Hola, gente!
Bueno, sí. Pasó mucho tiempo. Y me siento muy mal por no haber actualizado en meses, pero en fin... la vida pasa. Como les estuve contando antes, apenas tengo tiempo para vivir. Y... mi salud mental tampoco ha sido la mejor. Así que necesitaba tomarme un descanso de esta historia, porque le tengo mucho cariño pero me estaba costando muchísimo sentarme a escribir.
Pero acá va un nuevo capítulo. Voy a esforzarme por actualizar lo más pronto posible. Definitivamente no vamos a tener tres actualizaciones mensuales como antes, pero espero que pueda ser al menos una... ¡Espero que puedan comprender!
Y bueno, sinceramente me ayudaría mucho si comentan, dan like, califican y todas esas cosas. Saber qué les parece la historia me motiva a continuarla.
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2003
Berlín, Alemania
Los ojos de Chris estaban cerrados. El sonido del secador de pelo y los tirones suaves del cepillo le estaban provocando sueño.
El concierto empezaría en poco más de una hora. Era uno de los últimos que harían en Europa, después tendrían dos semanas libres antes de tener que viajar a América Latina. Chris estaba deseando volver a dormir en su cama.
Amaba cantar en vivo, claro. Le encantaba conocer países distintos, la adrenalina constante de visitar hoteles, estadios y aeropuertos sin parar. Le gustaba estar siempre en movimiento.
Pero a veces, como en aquel momento, extrañaba la comodidad de su propia casa. Los espacios y aromas conocidos, la vista familiar de las ventanas. Esos ratos a solas con Toni, simplemente descansando en brazos del otro, o mirando una película, o componiendo en la sala de música.
Y es que últimamente no habían pasado unos días muy agradables. Toni y él… bueno, no estaban en un buen lugar. Y, por mucho que Chris odiara tener que admitirlo, no podía seguir fingiendo que no pasaba nada.
No era sólo el tema del contrato y las discusiones con management. No era sólo que la depresión de Toni estaba fuera de control y había días en que no pronunciaba ni una palabra. No era sólo que Chris ya no supiera cómo dejar de… de tratar de mitigar sus problemas con mentiras.
Porque sí, Chris le había dedicado la mayoría de sus noches en vela a aquellos pensamientos. Era consciente de que él tampoco había tomado las mejores decisiones. Sabía que sus mentiras piadosas no habían resultado ser tan inofensivas como él creía. Sabía que gran parte de la culpa recaía sobre él.
Y aunque se odiaba por eso, había otra parte que…
Una parte de él estaba profundamente furiosa con Toni. Una parte de él apenas podía soportar mirarlo a la cara.
No quería. Detestaba sentirse así, pero no sabía cómo parar. Estaba desesperado.
No podía creer que Toni fuera a dejarlo.
Al final, se reducía a eso. Era lo único en lo que podía pensar cada vez que lo miraba a los ojos. Se sentía traicionado, confundido y lleno de culpa.
Y sabía, por supuesto, que lo hacía por su propio bienestar. Había conseguido aceptar que no era una decisión suya. Incluso… Odiaba pensar en eso, pero a veces incluso le parecía una buena decisión.
Chris no quería ser egoísta. De verdad que no. Pero igual estaba furioso.
Hacía días que estaba furioso. Luego de que Toni le dijera que iba a dejar la banda, no se hablaron por el resto del día. Y aún después, cuando los nervios de ambos se enfriaron un poco, la verdad era que no habían hablado demasiado.
Estaban evitando el tema a propósito.
Durante el día fingían que todo estaba bien (estaban tan acostumbrados a mentir) por Tim y por Ezra. Por el equipo. Por sus fans.
Durante la noche… fingían por ellos mismos. Llegaban a su habitación de hotel, exhaustos después de un día movido, y simplemente se miraban a los ojos.
Ambos lo pensaban. Era lo único en lo que podían pensar últimamente. Pero habían perdido la capacidad de ser honestos con el otro.
Toni sacudía la cabeza, incapaz de mirarlo por más tiempo. Siempre era el primero en rendirse. Sin decir una palabra, se encerraba en el cuarto de baño y tomaba duchas larguísimas. Y mientras tanto, Chris fruncía el ceño y esperaba su turno sentado, tieso y a punto de venirse abajo.
Durante la noche dormían sin mirarse, sin hablarse. A veces, ya en la seguridad de las sombras, sus cuerpos se buscaban instintivamente. No podían ver al otro, así que dolía menos. Pero al día siguiente, cuando amanecían enredados en brazos del otro, ninguno podía ocultar el alivio de su cara.
Chris no sabía cuánto más tiempo podían durar así. Tampoco sabía cómo detenerlo. No sabía cómo dejar de estar enojado. No sabía cómo acercarse.
Por una vez, no tenía palabras. No había nada que pudiera decir para salvar la situación.
–Ya estás listo –murmuró Charlie al fin, dejando el secador a un lado.