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¡Hola, gente! ¿Cómo va eso?
Bueno, sí, sigo viva, por si se lo estaban preguntando.
Me gustaría prometer que voy a actualizar pronto, pero la verdad es que mi salud mental está completamente fuera de mis manos y no sé cuándo vaya a mejorar. La buenas noticia (i guess) es que voy a empezar terapia. Así que si eso funciona, tal vez pueda tener la energía suficiente para escribir regularmente.
En fin, este capítulo es muy largo y me llevó casi un año (literal) escribirlo, pero creo que quedó bien. Es una escena muy importante para la historia, muy fluffy y tierna, y espero que la disfruten tanto como yo.
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1998
Seattle, Washington
–Entonces… –canturreó Tim, dejándose caer a su lado en el suelo del escenario–. ¿Ya le dijiste que lo amas?
Toni escupió el té que acababa de llevarse a la boca y empezó a toser. Ezra, echado a su otro lado, soltó una risita silenciosa.
–¿Qué? –graznó con la voz ronca.
Tim se encogió de hombros, fingiendo inocencia. Le dio un par de palmaditas en la espalda.
–Llevas algo así como diez minutos mirándolo sin pestañear. No debe ser bueno para la salud.
A regañadientes, y todavía tosiendo superficialmente, Toni apartó los ojos de Chris para fulminar a Tim con la mirada. Él, como siempre, estaba sonriendo.
–Chismoso. –Masculló Toni, tratando de no sonrojarse y fracasando sin lugar a dudas.
Todo esto todavía era muy nuevo. Era un poco extraño que Tim y Ezra supieran sobre ellos, que pudieran hablar sobre estas cosas. Y aunque sabía que ellos no tenían ningún problema, Toni aún sentía un poco de vergüenza cada vez que lo pescaban en una situación comprometida con Chris.
Y sí, puede que lo estuviera observando con mucha intensidad, pero era completamente razonable. Porque Chris y Coco estaban al otro lado del escenario y hacía ya varios minutos que charlaban ininterrumpidamente. Alternando expresiones serias y algunas sonrisas, parecían estar hablando sobre algo importante.
Era un poco tonto, tal vez, pero había algo fascinante en la imagen. Courtney, su primera y única amiga abiertamente queer, charlando con su novio secreto. Toni esperaba que Coco pudiera ayudarlo como había hecho con él. Le gustaba mucho la idea de que pudieran ser amigos.
Así que sí, seguramente los estaba mirando con una cara de tonto enamorado. ¿Y qué? No era asunto de Tim.
–No soy chismoso –resopló Tim, el muy mentiroso–. Pero es que nunca te vi así por nadie. No sabía que eras un romántico por dentro.
Ezra pasó la página de su revista, impasible.
–De todas formas, no respondiste la pregunta.
Toni se volvió hacia él con expresión traicionada.
–¡Gracias, Ezra! ¡Qué bueno que puedo contar contigo!
Ezra le dedicó una sonrisita.
–Siempre que lo necesites, amigo. –Hizo ademán de darle una palmadita en el brazo, pero Toni lo esquivó–. Entonces, ¿vas a responder?
Tim empezó a hacer ruiditos grotescos de besos a modo de broma. Toni le dio un manotazo.
–Basta, qué asco.
Tim bufó.
–Asco la cara que tenías hace un momento mientras te comías a Chris con la mirada. –Fingió un estremecimiento–. Ni siquiera quiero saber en qué estabas pensando.
–Los odio mucho a los dos.
No era cierto. En aquel mismo instante, los quería más que nunca.
Nunca antes se había sentido tan libre para ser él mismo. Nunca se había sentido tan seguro con nadie. Ni siquiera le importaba que se rieran a su costa, sabía que ellos también lo querían. Sabía que lo aceptaban, que lo conocían de verdad y lo querían tal y como era.
No podía entender por qué había tardado tanto en decirles la verdad.
–Bueno, pero a lo que iba… –continuó Tim, dejando de lado las bromas–. Esto que tienes con él parece ir en serio. Era verdad lo que dije, nunca te había visto así por nadie.
Toni se quedó en silencio.
Era cierto. Él, que siempre dudaba de todo y se obsesionaba y pensaba las cosas más de lo necesario, por una vez no tenía dudas sobre lo que sentía por Chris. Nunca había tenido tantas ganas de estar con alguien, de hacer feliz a alguien, de que las cosas funcionaran.
Y sí, era verdad que…
–Yo, eh… –farfulló Toni, sintiendo que se le calentaba la cara–. No, no se lo he dicho.
Tim le echó una mirada cómplice.
–Pero es cierto.
Las mejillas de Toni estaban rojas como tomates.