2011
Los Ángeles, California
Ya estás allí?
Seguro que no quieres que te acompañe?
Chris, literalmente estás por entrar
a una reunión con management
Puedo reprogramarla
No hace falta. Te prometo que voy a estar bien.
…de acuerdo
Pero avísame cuando hayas terminado
Sí mamá
Te quiero, tonto. Suerte!
Toni no pudo evitarlo, se le escapó una sonrisa estúpida.
Yo también te quiero. Suerte para ti también.
Guardó el celular y suspiró. Se bajó del auto y caminó lentamente hacia la casa que tenía en frente, tratando de alargar el momento lo máximo posible. Tal vez debería haber llamado antes, pero no estaba seguro de que hubiera sido bien recibido.
Se tomó un par de segundos para calmar su respiración antes de tocar el timbre.
Oyó el sonido de pasos en el interior y luego sintió que alguien echaba un vistazo por la mirilla. Andrew apareció entonces frente a él, lo único que llevaba puesto eran unos pantalones de pijama y una expresión de asombro absoluto.
–¿Toni? –inquirió, como si temiera estar alucinando–. ¿Qué haces aquí?
–Hola –repuso él, cohibido–. Eh, ¿puedo pasar?
La sorpresa inicial dio paso a una perplejidad más controlada, y Andrew se hizo a un lado para que Toni pudiera entrar en la casa.
Era la primera vez que estaba allí. Todos sus encuentros previos habían tenido lugar en casa de Toni. Y, en realidad, tampoco solían durar demasiado; Toni siempre lo echaba ni bien terminaban. Ahora se permitió un par de miradas disimuladas a su alrededor. Era una casa bastante grande, mucho más ordenada y pintoresca que la de Toni. Realmente parecía un hogar.
Andrew lo condujo a través del vestíbulo hacia una amplia sala de estar, con una televisión gigante y varios sillones color beige y marrón. Toni se quitó el abrigo y la bufanda y los colocó en la palma extendida de Andrew, que a su vez los colgó del perchero.
–Siento haber venido así como así –comentó Toni, pasando el peso de un pie al otro y sin saber muy bien qué hacer. Andrew le hizo un gesto para que tomara asiento en uno de los sillones–. No estaba seguro de que quisieras recibir visitas.
Ante eso, a Andrew se le escapó una sonrisita.
–¿Así que tu solución fue venir sin avisar?
Toni hizo un mohín.
–Lo siento.
Pero Andrew sacudió la mano en un gesto desdeñoso.
–No te preocupes, me sirve distraerme un rato. –Tomó asiento frente a él y le echó una mirada larga–. Te ves… bien.
Era un comentario en código. En general, cuando Toni llamaba a Andrew no solía verse absolutamente nada bien.
Toni se rascó la nuca con nerviosismo.
–Gracias. –Cerró las manos por encima de su regazo, tratando de hallar un punto de apoyo–. Sólo quería saber cómo estabas. Ya sabes, cómo va el tratamiento y todo eso.
Andrew frunció los labios. Se tomó su tiempo para responder. Toni y él nunca habían tenido realmente el tipo de relación en la cual charlaban sobre cómo se sentían. Esto era nuevo para ambos.
–Pues… es una mierda, claro –dijo, bajando la mirada–. Pero, sinceramente, no está tan mal como creía que sería. Los médicos llevan repitiéndome sin parar que puedo vivir una vida perfectamente normal, siempre y cuando sea responsable con la medicación. Así que eso es lo que estoy tratando de hacer.
Toni asintió, inseguro sobre cómo responder.
–Me alegro de que esté funcionando el tratamiento. –Las palmas de sus manos empezaban a dolerle allí donde se estaba enterrando las uñas. Trató de aflojar un poco–. Siento no haber venido antes. Siento no haberte respondido los mensajes. –Tomó una bocanada de aire–. Estaba asustado, pero no debí simplemente desaparecer.
Andrew se lo quedó mirando. Se incorporó de pronto y empezó a rebuscar en el bar que tenía en un rincón de la sala.
–Así que te dieron negativo. –Y sin esperar la confirmación de Toni, preguntó–: ¿Un poco de whisky?