1999
Miami, Florida
La alarma empezó a sonar, pero ni Chris ni Toni hicieron algo por levantarse. Chris simplemente tomó el celular de su mesita de luz y detuvo el ruido. Luego volvió a abrazarlo.
–Chris –susurró Toni–. Tal vez deberías empezar a arreglarte.
–Sólo cinco minutos más –pidió él, pegándose más a él.
Toni se lo permitió. Él tampoco quería que se levantara. Posó su mano sobre el brazo de él y lo acarició con suavidad.
Hoy Chris tendría su primera cita con Samantha Knight, su nueva novia oficial. Y a ambos les estaba costando aceptarlo. A tal punto que los padres de Toni le habían permitido que Chris se quedara a dormir en casa la noche anterior.
Su madre no estaba muy convencida al principio, pero Toño Morales rodó los ojos y exclamó, escandalizando un poco a Toni:
–Lore, ¿pero tú de verdad crees que en todos estos meses de gira estuvieron durmiendo en camas separadas? –Y luego se echó a reír al ver el rostro escarlata de su hijo–. Tienen dieciocho años. No son niños.
Así que su madre había cedido. Y ahora allí estaban, despertándose juntos, como efectivamente habían hecho todos y cada uno de los días durante la gira.
Hacía una semana que Morgan los había llamado aparte para avisarles que habían conseguido a una persona perfecta para el papel. Sam tenía diecinueve años, era estudiante de diseño en la universidad, tenía un rostro dulce y unos rizos castaños que le enmarcaban la cara como si hubiera nacido para que le hicieran sesiones de fotos. Su madre trabajaba para Sunny Management y la había recomendado.
Toni la había conocido muy brevemente hacía unos días. Y la verdad era que se avergonzaba un poco de cómo había actuado a su alrededor.
Ella se había acercado a saludarlos con una sonrisa, con esa expresión de inocencia que a Toni no le sentó nada bien. Había tratado de saludarlo con un beso en la mejilla, pero Toni se apartó, le murmuró un simple “hola” y huyó al otro lado de la habitación.
Chris había sido bastante más amigable, lo cual sólo empeoraba las cosas.
Pero aquel mismo día, más tarde, cuando Chris se dio cuenta de que Toni estaba ardiendo de celos y de ira mal contenida, lo abrazó fuerte y le dijo que sólo estaba tratando de mantener las cosas en paz. Si tenía que trabajar con ella, no quería que se llevaran mal. Y además, tampoco era culpa de Sam lo que estaba pasando.
Toni asintió, aunque en realidad no estaba convencido. No creía que nunca pudiera llegar a tenerle aprecio a aquella chica.
Habían tenido un par de reuniones más, principalmente para que tuvieran tiempo de conocerse y charlar un poco antes de salir en una cita oficial, porque si parecían dos perfectos desconocidos, no sería creíble. Habían hecho un photoshoot que saldría en dos semanas, cuando Chris confirmara su relación a los medios.
Sus agentes le habían propuesto a Toni participar también de aquellas reuniones, pensando tal vez que eso lo volvería un poco más cooperativo, pero Toni se había negado. No quería ver a Sam, no quería tener que interactuar con ella.
Además, se conocía a sí mismo lo suficiente para saber que no podría ser amable con ella, y no quería arruinarlo. Chris estaba tratando de ser amigable, Toni no quería tirar su esfuerzo por la borda.
O sea, en realidad, tal vez sí que quería hacerlo. La verdad era que Toni no quería que Chris y Sam fueran amigos, pero…
Suspiró. Toda el tema de Sam le generaba emociones contradictorias.
Se volvió y observó a Chris en la cama. Él también lo miraba.
–¿Cómo estás? –susurró.
Chris encogió un hombro.
–No sé si pueda hacerlo –confesó–. Me cae bien Sam, pero… no sé si pueda mentir así.
Toni no podía ocultar el hecho de que aquello lo ponía de mejor humor. En el fondo, deseaba que todo el plan saliera mal, muy mal.
Tragó saliva, pero no dijo nada. No sabía cómo sentirse.
–¿Y tú cómo estás?
Toni esbozó una mueca.
–Mi novio va a salir con una chica, que a partir de ahora se convertirá en su novia oficial –masculló, amargo–. Y yo tengo que fingir que sólo soy su compañero de banda. ¿Cómo debería sentirme?
Chris lo atrajo hacia sí y lo abrazó con fuerza.
–Lo sé, es horrible.
–Sé que no se lo merece, pero la odio –confesó Toni, enterrando la cara en el pecho de Chris. Se avergonzaba un poco por ello.
Chris le besó el cuello.
–Está bien. Yo también odiaría a cualquier persona que tuviera que fingir estar contigo. –Permaneció en silencio unos segundos, meditativo. Al final exhaló despacio–. Dios, sí, la detestaría muchísimo.
–Como mínimo, debería ser fea. Debería ser desagradable –farfulló Toni, resentido–. Pero ni siquiera eso. Es linda, es amable. ¿Por qué no pudieron elegir a alguien horrible?