Así llegó el amanecer del día siguiente, puntual y hecho de luz como todos los días, y se coló por la ventana del cuarto de Fortino pero además, le trajo pensamientos. Y eran los mismos que él había tomado del tranvía durante aquellos días, o más bien eran la suma, de su totalmente empírico sistema de medir, aunado a su muy particular manera de observar, que en ese despertar volvían a él pero ahora como una conclusión:
-Árboles, María, le dijo a la mujer inexistente al tiempo que trataba de entender lo concluido, esa cosa puede andar con árboles enteros.
Entonces se alistó lo más pronto que pudo y se salió a la calle en busca del tranvía, pues quería comprobar si lo que estaba pensando correspondía con aquella realidad. Apenas un día antes, él había contado el número total de pasajeros que se veían adentro del tranvía, y había calculado que por cada dos personas cabría una carga. Pero ahora pensaba diferente: esa mañana al empezar a recorrer sus pensamientos, pudo ver con los ojos de su mente, un tranvía que no llevaba gente y más que eso, que carecía de aquel molesto sillerío, y entonces comprendió con claridad que aquel transporte, en esas condiciones, multiplicaba en mucho su gran capacidad. Después volvió a considerar, basado igual que siempre en la dudosa exactitud de sus propias mediciones, la fuerza que podría desarrollar ese aparato y la gran velocidad a la que se desplazaba, y de nuevo el resultado rebasó sus deducciones previas: esa máquina tan llena de prodigio podría hacer el viaje desde la zona boscosa hasta Santa Catarina, dos o tres veces por día, y eso era demasiado.
Por eso quería verlo nuevamente. Tenía todavía la esperanza de haber sido exagerado al hacer sus conclusiones, pero entonces el tranvía apareció por una esquina y vino retumbando, rompiendo el silencio de aquella mañana con su sordo traqueteo de metal y al pasar cerca de él, solamente le dejó una certidumbre:
-Faltarían brazos, mujer, dijo Fortino, hacia su esposa ausente, y óyelo bien, si llevamos esa cosa, en menos de un año ni una sombra quedaría en toda la sierra...
Y se quedó mirándolo conforme se alejaba, y cuando lo perdió de vista, se dio la media vuelta y se fue caminando por ahí con su tristeza.
Los muchos días y un medio que caminó para topar con sus recuerdos, y los varios y fracción que tenía en la capital, en ese momento le empezaron a pesar.