Todas las veces que nunca me amaste

Capítulo 6

Siento mi mejilla mojada y un lloriqueo cerca de mi cara. Abro los ojos de golpe y Otelo ladra. Lo aparto con cuidado y me levanto. El cuello me dolía por haber dormido mal y sentía la boca pastosa.

Tenía la misma ropa que ayer, y los anteojos doblados. Me estiro y es cuando el cuaderno negro de mi madre cae de mi cama. Me había quedado despierta leyéndolo, mi madre no solo me había dejado un libro, sino que también era un mapa. Según lo que pude entender, mi madre dejo un tesoro y el libro estaba lleno de acertijos para poder encontrarlo. No sabia que era específicamente el tesoro, tampoco sabia si estaba en la mansión o en otro lado. Por supuesto que no termine de leerlo todo, pero tenia una idea de por donde iba y me emocionaba que mi madre me haya dejado algo para mí. A ella le encantaban los libros de enigmas y misterio, era una fanática de las novelas negras y siempre quiso escribir un libro igual.

Veo la hora en mi iPhone y suelto un bufido al ver que son las 6 de la mañana. Entraba a las 8 y me había perdido una hora mas de sueño. Otelo comienza a llorar y lo callo con un sonido de labios. No sabia si mi padre y James habían regresado. Le sirvo un poco de comida en su plato y algo de agua y me voy directo a la ducha. No tenia mucho tiempo para relajarme en la ducha como quisiera, así que solo tardo 20 minutos. Me seco el pelo con la secadora y coloco crema por todo mi cuerpo. Saco mi uniforme del instituto y suspiro.

El verano había sido, después de tantos años, una de las mejores cosas y ahora todo volvía a la normalidad. El instituto era exigente, demasiado para tener 16 años. Tenía actividades extracurriculares después del horario normal y casi todos los días volvía a casa de noche. Era tedioso pasar todo el día dentro de la biblioteca.

El uniforme, que era una falta escocesa roja con negro, venia con una camisa blanca donde el logo del instituto estaba bordado en dorado en el bolsillo y corbata negra. Tenia que usar mocasines de color café y una boina francesa azul Francia. Como hacia frio, me puse el sweater rojo y también tenía el blazer negro y un abrigo que era inflable, pero decidí llevar solo el blazer. Tomo mi morral marrón y reviso que todo esté dentro además de mis lentes de contacto y el cargador del computador. Otelo se acuesta a dormir cuando estoy abriendo la puerta para ir a desayunar. La casa esta tan silenciosa que me da miedo. Parecía que nadie estaba y me desilusionaba en cierta manera porque iba a desayunar sola.

El comedor, que tenia una mesa para 12 personas, esta vacío. La mesa esta puesta con toda la vajilla para tomar el té, además de fruta picada y algunos panecillos recién horneados. Charles entra por la puerta de la cocina, con una bandeja llena de huevos revueltos y tocino.

—Oh, mi lady —se sorprende—. Veo que ha madrugado.

—No podía seguir durmiendo —me avergüenzo.

Todavía faltaba una hora para que Adam nos llevara. Como con calma, y contesto los mensajes del grupo de lectura. Mila recomendó que leyéramos esta semana Anna Karénina de Tolstói. Jude estuvo de acuerdo y mando una playlist que, según ella, era perfecta para escuchar mientras disfrutabas la lectura, Cassi se burlo de ella por poner una canción de Backstreet Boys. Solían pelear por grupos olvidados de los 90 y 80, Cassie tenía un buen oído para las melodías y siempre era tema de debate después de que leyéramos un libro. Me rio cuando Jude manda muchas caritas llorando, en protesta a su rechazo a su banda favorita.

—Lady Cavendish —levanto la mirada del celular y Charles me entrega mi lonchera con mi almuerzo —. Quiero presentarle a Kate, ella es nueva y es la encargada de hacerle su almuerzo a partir de hoy.

La chica parece tener unos 30, mas o menos, tiene los ojos marrones brillantes y la cara limpia de maquillaje. Los labios los tiene gruesos y la nariz pequeña, es algo rellena de mejillas, pero, aun así, era delgada de cuerpo. Me regala una sonrisa nerviosa, cruzando los dedos delante de ella, hace una reverencia.

—Mi lady, buenos días.

—Buenos días —sonrío tímida —. Gracias por hacer mi almuerzo y bienvenida.

—No es nada, gracias por darme este trabajo— agacha la cabeza —. Volveré a la cocina.

Se retira y miro a Charles.

—Me agrada.

—Es muy lista, esta en la universidad. Le falta poco para graduarse en Abogacía.

—¿Quién? —James entra en el comedor, con el uniforme, prácticamente era igual que el mío, pero él tenía pantalón negro y zapatos negros de vestir.

—Lord Cavendish contrato a una ayudante de cocina.

James no aparta los ojos de mí, podía sentir su mirada quemándome y ni siquiera se molesto en contestarle a Charles. Quería preguntar dónde estaba mi padre, pero en ese momento, él entra al comedor. Ni siquiera me mira cuando le avisa a Charles que no vendrá hasta la noche y se va, solo se da media vuelta y sale por la puerta con su portafolio negro. Ni siquiera lo vi bien, pero podía asegurar que no durmió bien anoche, las ojeras le estaban pasando factura. Mi padre era alto, y con el cuerpo en forma, con el pelo negro como el de James y con los ojos verdes. Sus facciones eran duras, estos últimos años, endureciéndose más. Era guapo, igual que James, porque era una copia exacta de mi padre, salvo los ojos. Los dos teníamos los ojos azules como mi madre, yo los tenía más claros, pero James había sacado el cabello negro de mi padre, su nariz perfilada y la mandíbula cuadrada. Mi hermano era de los chicos mas guapos del instituto, muchas veces las chicas se peleaban por quien ir o no con él al baile de fin de año.

—Papa no necesita mas problemas ahora, Tessandra —dice—. No puedes irte cuando tu quieras y menos sin avisarle.

—Charles le dijo que yo…

—Se lo tienes que decir personalmente —me interrumpe, enojado —. No eres una niña, madura ya.

Bajo la mirada, llorosa.

No digo nada mientras él termina de desayunar. James solía decirme las cosas de golpe, y no podía acostumbrarme a eso. No creía que mi padre estuviera preocupado por eso, es más, pensé que no quería verme. No solía irme siempre a la casa de mis abuelos, y él lo sabía. Mi abuelo hablo con él, lo llamo, para decirle que estaba con ellos y sonaba tranquilo. Ahora mismo no entendía nada y de la nada, comencé a sentirme triste. Mi padre no quería hablar conmigo, ni verme, y ahora se enojaba porque yo cumplía con lo que él quería.




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