Todas las veces que nunca me amaste

Capítulo 7

La clase de calculo estuvo bien. El profesor Lawler era bastante fácil de entender y explicaba de manera ligera. Me di cuenta que cuando él se volteaba para escribir algo, mis compañeras suspiraban. Bueno, era guapo, eso no se podía negar. Tenia los ojos miles, el pelo negro carbón y tenia el cuerpo ejercitado. Era muy joven, parecía recién salido de la universidad. Comúnmente en mi instituto los profesores rondaban los 40 para arriba. El profesor Lawler era todo un espécimen.

Ya cuando el segundo periodo estaba por empezar, nos hablo del examen final. Eran 2 en realidad, y dentro de 3 meses teníamos el primero. Nos puso algo de presión, era la mitad de la calificación final y era bastante cargado de temas. Comenzó a anotar los temas del examen y aproveche a hojear mi horario.

Tenía francés, pero como el año pasado había echo todo el curso entero, me lo dejaron libre. Tenia 2 horas libres y tenia que aprovecharlas. En ese momento, el regalo de Aaron aparece en mi mente. Pude ser que lo haya traído, en un intento de buscar la manera de entregárselo. Pensé, por un momento, en dejarlo en manos de su madre, pero después iba a tener que dar la cara y precisamente era eso lo que quiera evitar.

El timbre del segundo periodo suena. Todos se levantan y comienzo a guardar mis cosas de manera lenta, prefería a que todos se vayan primero.

—¿Tessandra?

Me quedo quieta y miro hacia delante, donde un chico me mira con una sonrisa amistosa.

—Ah… ¿sí?

—Soy Aiden Barnett —estira su mano, en un saludo y la tomo algo intimidada —. Soy el presidente de la clase, cualquier duda que tengas o cualquier cosa que necesites, puedes comunicarte conmigo.

Vaya, él era mejor que mi antiguo presidente de clase. Por lo menos, no me miraba con rechazo cuando le sonrío leve.

—Gracias… lo tendré en mente.

El pulso me latía detrás de las orejas, y sentía mis manos temblar. ¿Qué seguía ahora? ¿Tenia que seguir hablando? Eran tantas las preguntas que cruzaban en mi mente, que no me percate que se había ido. El salón estaba casi vacío y las mejillas se me sonrojaron con fuerza.

Me cuelgo el morral y apresuro mis pasos hacia la puerta. Había quedado como una idiota, posiblemente no volvería a hablarme y ahora mismo estaría riéndose de mí. Tenia que pensar menos y hacer más, eso me ahorría muchos dolores de cabeza.

Llego a mi compartimiento y para tomar mi lonchera e ir a comer, aunque sea de manera tranquila en la biblioteca. Por el rabillo del ojo, veo a Aaron hablando con mi hermano, mientras saca un par de libros y los guarda. Esta al final del pasillo y algo alejado de mí. Aparto la vista, antes de que me descubra y veo su regalo escondido dentro. Tomo aire y arranco una hoja de mi cuaderno. Escribo un suelto ¨Gracias¨ y ¨Feliz cumpleaños¨ con tinta negra y agarro el pequeño sobre marrón para ponerlo dentro. Espero a que todos en el pasillo se vayan para cruzar hacia su compartimiento y meto el pequeño sobre por las ventillas. Me tomo mi tiempo, porque no son tan grandes y el sobre, aunque era algo fino y pequeño, se trababa. Mis manos sudan cuando por fin entra y me doy la vuelta para huir como cobarde.

En la dirección, le devuelvo a Cindy los libros y ella me entrega los de este año. Son muchos y tengo que hacer dos viajes para acomodarlos dentro de mi compartimiento. Tenía bilogía avanzada y también física con mi maestra favorita mañana. Era algo agradable ver un rostro con el que me llevaba bien dentro del instituto.

Llego a la biblioteca y Robert, el bibliotecario me saluda amistoso. Le dejo la bolsa de papitas que pusieron por error y el me da a cambio su gelatina de frutilla. No hablamos mucho, pero era bastante simpático y siempre entregaba los libros con una sonrisa en la cara.

La biblioteca era un edificio a aparte, de 3 pisos y tenía una enorme colección de libros clásicos. Había estudiantes universitarios ojeando algunos la mayoría de veces, pero como hoy era el primer día de clases, la biblioteca estaba desierta. Decido, entonces, en sentarme en el suave y acolchonado suelo, frente a los ventanales. Al abrir mi lonchera hago una mueca. Kate me había echo un sándwich de pavo con queso cheddar, mi favorito, pero no le había sacado la corteza al pan. Odiaba el pan con corteza. No podía culparla, no le había dicho que no me gustaba.

Saco el diario de mi madre mientras tomo algo de jugo de manzana. Por lo ultimo que pude entender la primera pista, que no me dejo dormir en toda la noche. La pista hablaba de un ratón, un ratón que era bastante grande como para asustar a los animales mas temibles del bosque.

Un pequeño ratoncito

Que muchos miraban con temor

En un gran ilusionista se convirtió

                                                  ¿será porque es astuto o porque sabe mentir?

La astucia del ratón era más poderosa que el más temible de los monstruos.

Convirtiéndose así en el mas grande y feroz animal del bosque a los ojos de todos los tontos asustados

Quería reír porque solamente a mi madre se le ocurrían estas cosas ¿un ratón lo suficientemente grande como para asustar al mas temible de los monstruos? Si, claro.

Trate de buscarle un lado científico a todo esto. Busque en internet el tamaño de los ratones, hasta fotos y llegue a pensar que se trataba del miedo de los elefantes, pero lo descarte al instante. mi madre me dejo el diario para que encuentre un tesoro, no para que aprenda sobre el reino animal.

¿Dónde había visto yo un ratón como aquel?

Uno que era tan temido por los animales, pero a la vez respetado por el monstruo mas atemorizante del bosque. Miro hacia los libros infantiles que tengo frente mío y vuelvo a leer la pista… ¿acaso mi madre …?




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