Todas las veces que nunca me amaste

Capítulo 12

Pestañas abundantes, nariz respingada, mandíbula dura y firme, labios gruesos y pecas esparcidas por sus mejillas. Todos esos elementos hacían de Aaron un hombre atractivo. Él era muy apuesto, lo sabia yo y todas las chicas del instituto. No era secreto que él tenía una larga fila de chicas detrás, hasta las que iban a la universidad estaban locas por él. No recordaba cuando ese atractivo que tenia consigo hizo efecto en mí. No me enamore de él por su físico, ni por su atractivo, eso lo tenía muy claro.

Aaron no se había movido en toda la noche de mi lado, se quedo y en un momento para el otro, me había arrastrado hacia su pecho y abrazado. Ahora tenia que desprenderme de él, no quería hablarle, ni siquiera míralo. Con cuidado, levanto su brazo y remplazo mi cuerpo por mi gigantesco oso de peluche. Funciona, porque lo termina apretando con fuerza contra sí. Me deslizo hacia afuera, Otelo sigue durmiendo y no quiero moverlo porque empezara a ladrar.

En mi reloj marca que son las 6:30 de la mañana, tomo ropa limpia y sin hacer el mínimo ruido me deshago de mi uniforme del instituto. Un pantalón de piyama y una remera negra son suficientes para que baje a desayunar. No tenia ánimos hoy, pero tenia que comer. Anoche no cene y tampoco había almorzado. Tenía el estómago dándome vueltas.

Miro un momento el traje de polo antes de ingresar al comedor principal. Odiaba ese deporte, realmente lo odiaba con todas mis fuerzas. Mi padre me obligaba a practicarlo porque los hijos de sus amigos también lo hacían. James sabia jugarlo, pero él prefería el futbol y mi padre no tenía ningún problema con eso.  Yo tenia que practicar un deporte que no me gustaba solo por hacerlo feliz, porque siempre que ganaba él verdaderamente estaba orgulloso de mi y podía disfrutar, aunque sea un poco, antes de que todo vuelva a la normalidad. Me conformaba con tan poco.

Charles entra y enrojezco de pies a cabeza. Estaba avergonzada por tratarlo tan horrible ayer, pero las palabras no salían y lo único que pude hacer para tomar valor es clavar la mirada en el mantel de la mesa.

—L-lo siento.

Deja el desayuno frente a mi y me da un beso en la cabeza antes de acariciar mi pelo. Él era tan bueno.

—Se que fue un día duro, mi lady, no se preocupe. La perdonare si come todo el plato y pude que no le diga a su padre si se sirve más.

—Eso es chantaje —me rio.

—Uno que funciona muy bien —guiña el ojo. —Su bolso ya esta preparado.

No digo nada, solo asiento y me dedico a desayunar las tortitas de sirope recién echas. Si termino sirviéndome más, porque el estómago había dejado de darme vueltas y el apetito reapareció de nuevo. Al terminar, me dirijo a la habitación de huéspedes para poder cambiarme, no quería cruzarme a Aaron. Me pongo el traje, me hago una trenza baja, me coloco el casco de protección y los guantes. Charles me entrega mi bolso con todo lo necesario para después cambiarme y me pongo marcha para el club. El viaje dura 10 minutos, Adam me informa que mi padre ya se encuentra ahí y que me esta esperando. Suspiro y salgo del auto. Primero tenia que ir a ver a la yegua y luego me ocuparía de él.

El club era tan selecto y aristocrático que solo las personas mas ricas de todo Reino unido podían entrar. Había muchos duques, mi familia era una de las principales y siempre se la trataba como si fuera la misma reina de Inglaterra. Mis abuelos solían venir, pero solo los fines de semana, así que no iba a sorprenderme verlos aquí.

Voy directo a las caballerizas, varias personas ya están cerca de su caballo y los pasillos estaban casi repletos. Era un lugar grande y espacioso, lleno de caballos pura sangre, los mejores de todo el país y ganadores de premios importantes. Mi yegua, Agatha, era de color negro bien brillante.  No la había vista hace mas de 4 meses, pero aun así nunca dejaron de atenderla como corresponde, de eso estaba segura. Cuando me ve llegar comienza a relinchar fuertemente, haciendo que los otros caballos se pongan nerviosos. Me saco los guantes rápidamente y alzo una mano hacia ella.

—Tranquila —la acaricio y se queda quieta —. Lo lamento, he estado algo ocupada ¿Cómo estás? —parecía una loca hablándole, pero éramos muy cercanas. Mi padre me la había regalado cuando tenia 10 y la ame desde el primer momento. Casi siempre la usaba para cabalgar por los alrededores del club, eran pocas las veces que la usaba para jugar al polo, no me sentía cómoda usarla de esa manera.

Estaba muy bien cuidada, su pelaje había sido limpiado y un rico olor desprendía de ella. Era una buena yegua, su padre y madre habían ganado el Derby de Epsom, venia de un buen linaje familiar, además. Tomo su correa y la saco de su corral. Damos un par de vueltas antes de que le pida a alguien que la ensille para poder jugar.

Entro a lo que es el gran comedor del club, las mesas dan hacia la pista de juego. Hay tantas mesas que me intimida un poco tener tanto publico hoy. Mi padre esta sentado solo, con sus guardaespaldas vigilando por todos lados.

—Buenos días —lo saludo y me siento.

—Hija, buenos días —no me mira, claro que no, tiene su vista clavada en su diario —¿Estas lista para el torneo?

—Si —hago una mueca.

Caemos en un silencio incomodo por varios minutos. Por las mesas veo a mi hermano y a Aaron venir hacia nosotros y entro en pánico. No quería dar la cara y me excuso para ir a buscar a Agatha. Salgo del salón acalorada y con tanta prisa que choco con alguien.

—Lo siento… —me atraganto cuando Beau me sonríe.

—Hola —me recorre con la mirada. Es ahí cuando me doy cuenta que tiene un traje igual al mío, pero del equipo contrario —¿Jugaras hoy?

—A-ah… yo —siento el nudo crecer. Volvía a recordar el accidente de ayer inconscientemente, no era algo que se olvidaba fácilmente y menos podía hacer como si nada había pasado. —. Si

—Me alegra, cuando terminemos podemos tomar algo ¿Qué dices?

Abro los ojos como platos ¿quería hacer algo conmigo después de lo de ayer? ¿era una broma? Miro a todos lados, buscando algo que me indique que me esta tomando el pelo. Iba a pasar vergüenza si se sentaba a tomar algo conmigo siquiera. ¿Qué debía responder?




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