Todas las veces que nunca me amaste

Capítulo 20

Max trata de alentar a Harry mientras salimos del instituto. Beau y yo acordamos que iría a cenar a su casa la semana que viene, tenia deseos de que conociera a su familia y yo no pude evitar alegrarme por eso. Luego, nos despedimos cuando veo a Adam llegar, me recuerdan que pasaran por mi a las 8 y me repiten que lleve ropa cómoda. Evito rodar los ojos cuando Harry me amenaza de que lleve abrigo, porque el clima va a ponerse feo a esa hora.

Entro al auto y saludo a Adam.

—¿Hoy harás algo con tus amigos? —me pregunta.

Reprimo las ganas de saltar en mi asiento cuando dice la palabra amigos. Le sonrío sincera antes de contestar.

—Si, iremos a ver el juego.

—¿Quieres que los lleve?

—No, tranquilo, Beau pasara a buscarme. —lo tranquilizo.

La puerta del auto se abre de un tirón y Aaron entra, con la cara seria y con el ceño fruncido. Parece que tampoco le fue bien en el examen.  James entra minutos después y los tres nos abrochamos los cinturones de seguridad. Ambos se ponen a hablar, ignorándome y mato el tiempo mirando por la ventana, hasta que su conversación sube de tono. Aaron comienza a hablar mas fuerte de lo normal, como si mi hermano estuviera sordo y me es imposible escuchar su conversación.

—Hoy estará bueno, escuche que Megan ira —dice, y James se ríe —. No la dejare pasar esta vez.

—Es mejor que no, hermano. Esa chica te come con la mirada desde la primera vez.

—Ella tiene mi atención siempre, voy a darle lo que quiere esta noche —ambos chocan las manos y yo no dejo de mirar las mías.

Odiaba que hiciera eso. Hablar de chicas delante mío era un golpe directo a mi corazón. Me hacia sentir 100 veces peor de lo que ya estaba, porque sabia que esas chicas eran mas bonitas, mas sexis, mas extrovertidas que yo y que la persona que amas las elegia a ellas antes que a ti, quemaba.

Mi teléfono suena y lo tomo con un nudo en la garganta. Es Jayden. Sonrío sin poder evitarlo, era un muy feo dibujo de la mascota del acuario. Era un tiburón, pero para que los niños mas pequeños se puedan tomar una foto con él, le habían añadido un bigote y un gorra. Mas que recibir halagos, el pobre tiburón recibía las burlas de todos los estudiantes. Una vez casi me lo llevo puesto cuando iba distraída. Jayden se burlo de mi toda la semana.

El feo dibujo viene con una frase “si soy tu destino, que el tiburón no sea el camino”. Ruedo los ojos divertida. Jayden tenia que practicar su redacción.

Le contesto que mi yo de 5 años dibujaba mejor que él, y me responde que era obvio ya que según él yo era la Picasso londinense. Sus palabras, no mías.

“Me sonrojas”

“Quisiera hacer más que eso”

Ah bueno.

Creo que ahora si estaba roja, pero con una boba sonrisa en mi cara. Jayden sabia como poner nerviosas a las chicas, lo tenía muy claro porque lo había visto. Las chicas del acuario tenían un flechazo con él, casi todas, y cuando él les habla ellas se ponían de color carmesí.

Desanudo mi bufanda y mi corbata. El ambiente había subido de temperatura y no estaba cómoda.

Adam estaciona el auto frente a la mansión y soy la primera en entrar. Apresuro mis pasos para llegar a las escaleras, pero Charles me corta el paso.

—¿Desayuno?

—Un capuchino y un muffin — asiento —. Esta noche saldré.

—¿Ah sí? —pregunta tomando mi morral y dejándolo en el closet.

—Si… tengo una cena —me muerdo el labio —¿mi padre?

—Salió, me dijo que le recuerde sus vitaminas.

Era mi oportunidad, con mi padre afuera tenía que aprovechar a buscar esos dibujos. Estaba segura que estaban en su escritorio.

—Iré a darme una ducha —siento a Aaron pasar a mi lado y me corro a un costado para que no choque conmigo —. Me pasaran a buscar a las 8.

—De acuerdo, mi lady —me sonríe, contento—. Iré a prepararle el té.

Le agradezco y comienzo a subir las escaleras, cuando veo que Charles se fue, bajo rápidamente para poder ir a la oficina de mi padre.

Atravieso el largo pasillo y soy cuidadosa cuando llego la puerta del despacho, mirando a ambos lados, asegurándome que no me vea nadie y abro la puerta con la mayor lentitud que me es posible. Una vez que cierro la puerta a mis espaldas la oficina de mi padre me recibe. Esta a oscuras así que no pierdo tiempo en prender la luz y atravesar la enorme sala rápidamente. En el escritorio de mi padre están los retratos de James y yo, uno donde estamos todos, incluida mi madre y una donde los dos están el día de su boda. Lo tomo, mirándolo con nostalgia. Mi madre tenia un bello y precioso vestido blanco, con encaje y con piedras preciosas, mi padre estaba con un impecable traje negro y ambos lucían radiante y sobre todo felices. Dejo el retrato donde estaba, ignoro olímpicamente el retrato donde mi padre y yo, con 5 años, estábamos abrazados los dos. No quería seguir amargándome.

Busco rápidamente dentro de los cajones, y no encuentro nada mas que papeles y carpetas. Suelto un bufido y vuelvo a ver sobre el escritorio, un pequeño, pero no tanto, retrato capta mi atención. Prácticamente el pequeño retrato pasa desapercibido entre los otro. Y es nada más, ni nada menos, que la pintura del castillo. La diferencia, es que mi firma no esta a un costado, sino que es la de mi madre. Trato de no festejar demasiado y abro la parte de atrás, para sacar los soportes y también la madera. Un sobre amarillento me saluda y comienzo a reír como loca, mientras lo tomo rápidamente. En la parte de adelante, se puede leer la impecable letra de mi madre en tinta negra.

“Al fin me encuentras, pequeña Tess”

Ruedo los ojos, contenta. Si me habrá echo doler la cabeza esta pista. Mi madre sabia tan bien de mi que no me sorprendía que supiera que me frustre en encontrar la respuesta. Acomodo la foto, luego de observarla un momento. Era el dibujo de mi madre, sus trazos eran más gruesos que los míos y sus sombras tenían más profundidad.




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