Todas las veces que nunca me amaste

Capítulo 21

El agua ya se estaba tornado fría, y eso era porque había estado sentada por más de 40 minutos en mi bañera, sin siquiera poder moverme. Los ojos me escocían con ganas de llorar, pero no permito que ni una sola lagrima se me escape. Otelo llora del otro lado de la puerta del baño, queriendo entrar.

Había terminado de hablar con Aaron y mi corazón había terminado conmigo. ¿Por qué me costaba tanto decirle que no? ¿Por qué seguía insistiendo en algo que no tenía futuro, si tampoco tuvo un presente? Seguía tirando de la cuerda lastimándome las manos y arruinándome poco a poco. Era terca, cuando se trataba de él.

Una parte de mi había prendido la lamparita de la esperanza cuando vio la desesperación en sus ojos. El cómo se expresaba de nosotros, me hacía pensar en que si estaba preocupado en nuestra amistad. Pero otra, una que era más grande, me repetía una y otra vez que iba a volver a lastimarme. ¿iba a poder soportarlo cuando eso pase? Ni siquiera quería ponerme a pensar en eso.

—Mi lady, su té está listo —Charles habla, después de golpear la puerta de mi baño. Levanto mi cabeza de mi brazo y hago una mueca al sentirlo completamente dormido y adolorido —. Llegará tarde.

Parpadeo un par de veces, para volver a aterrizar en el mundo real y es ahí cuando abro los ojos como platos. El juego. Los chicos. ¡ES HOY!

—Gracias, Charles en un momento salgo— contesto levantándome de la bañera.

Me envuelvo en mi bata caliente, porque antes de entrar al agua la deje calentando y me agradezco a mí misma por el alivio de encontrarla suave y tibia contra mi piel helada.

Otelo salta sobre mi ni bien abro la puerta. Me ladra un par de veces y muerde mi bata, enojada.

—Lo lamento —lo hablo —. La última vez que te deje entrar te metiste a la bañera conmigo —ruedo los ojos, trayendo el recuerdo a mi memoria. Un cachorro pequeño dentro de una tina llena de jabón y agua no es una buena combinación.

Me dirijo a mi guarda ropa y decido elegir mi atuendo.  Ropa interior, medias calentitas, una enorme camisa blanca, un simple sweater color marfil que me llega hasta el cuello, un jean palazo claro y unas convers blancas y ya estaba lista. Me puse crema con olor a naranja por todo el cuerpo antes de cambiarme y luego fui a secarme el pelo, mientras disfrutaba de mi taza de té caliente.

 Al tener el pelo tan fino, solo tarde 5 minutos en tenerlo seco. Lo miro y debato si atar mi rubio cabello en una cola de caballo, pero descarto la idea. Limpio mis bonitos lentes de botella antes de ponérmelos y luego coloco algo de humectante rosa en mis labios para que no se me partan por el frio. Coloco algo del perfume de Channel que Mila me regalo y estaba lista.

Cuando veo la hora sonrío al ver que son las 7:50, los chicos ya deben estar por llegar. Antes de irme le sirvo algo de agua y de comida a Otelo, pero cuando lo busco por la habitación lo veo durmiendo en mi cama arropado por su sabanita de huesos. Ruedo los ojos, de verdad que es un dormilón.  Arremango las mangas de la camisa y busco un abrigo peludito de color blanco para que no me dé más frio. 

Ya bajando las escaleras es cuando comienza a darme pánico. Miles de preguntas se acumulan en mi mente y me encuentro a mí misma preguntando si era buena idea ir. ¿Qué pasara cuando llegue ahí? ¿todos se me quedaran viendo? ¿se reirán de mí? ¿me dejaran sola?

—Mi lady — Charles me espera al pie de la escalera.

—C-creo que fue una mala idea, diles que me encuentro enferma —tartamudeo y me doy la vuelta para subir corriendo las escaleras y encerrarme en mi habitación.

—Pero mi lady, ya están en la entrada — contesta —. No tiene por qué temer, todo irá bien.

Me giro y aprieto mis dedos, indecisa. Estaba asustada como la mierda, no me creía capaz de enfrentarme a toda esa masa de gente y menos estaba lista para enfrentarlo a Bruno después de la última vez.

—Y-yo… —tomo aire —. De acuerdo.

—Eso es, mi lady —Charles me sonríe cuando por fin lo tengo cara a cara —. Todo irá de maravilla, ya verá. Espero que se divierta, se lo merece.

Asiento agradecida con un nudo en la garganta. Charles me abre la puerta de la entrada y descubro a Max sacando la cabeza por la ventana del auto admirando mi casa.

—Es muy grande —comenta.

Suelto una risita y su vista se enfoca a mí.

—Hola —se queda un par de segundos en silencio y comienzo a asustarme —¿estás bien?

—Si… entra —se recompone y me abre la puerta.

Beau se ríe en voz alta cuando entro al auto y me saluda con un beso en la mejilla.

—Demonios, Tess, hueles increíble— Harry lo codea rodando los ojos.

—Ah… gracias —enrojezco.

—Muy bien jovencita —Harry me pasa el brazo por los hombros y me aprieta contra él. El auto comienza a moverse —. Hoy es el gran juego, si ganamos pasaremos a semifinales. Es por eso que el equipo necesita todo nuestro apoyo ¿estás lista?

—Claro —le sonrío.

—Max, saca el regalo.

Abro los ojos, emocionada.

—¿En serio?

—Nunca hablamos tan en serio en nuestras vidas, pequeña Tess— Beau me guiña un ojo.

Me entrega un paquete negro y cuando lo rompo para abrirlo la camiseta del equipo me recibe. Se parecen a esas camisetas de los jugadores de básquet, solo que, con los colores del equipo, blanco y azul Francia.

—Lo mejor esta en la parte de atrás —Harry habla.

La volteo y contengo una carcajada al ver que la cara de todos nosotros estaba estampada.  En la parte de arriba decía “los 4 mosqueteros”. Parpadeo un par de veces para no echarme a llorar. Por fin sentía que pertenecía a algo.

—Me encanta —contesto —. Gracias.

—Sabía que le gustaría —Harry los mira con arrogancia mientras me aprieta un poco más hacia él.

—Es la primera vez que se le cae una idea —Max rueda los ojos.

—Quien diría que tienes cerebro —Beau le sigue.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.