Todas las veces que nunca me amaste

Capítulo 28

Algo que me gustaba de mi padre era que cualquier cosa que yo le pidiera él lo hacia sin chistar y rápido. Por eso cuando le pedí ir a casa, porque me sentía mal, se levanto como si tuviera un resorte y se despidió del padre de Aaron. En el auto, ambos íbamos en silencio y yo sabia que quiera preguntarme que fue lo que paso en la habitación de Agnes.

—¿Todo bien? —pregunta.

—Si.

Se queda un minuto en silencio. No le había contestado bien, es más, mi tono de voz era grosero y cortante. Si quería preguntarme que lo hiciera ahora.

—Saliste muy nerviosa después de hablar con Agnes.

—No me dijo nada, si eso es lo que preguntas —aclaro, mirándolo. Sus ojos verdes chocan con los míos —. Solo me pidió un favor.

—No tienes que hacer nada de lo que te dicen.

—Esto no se trata de mí, padre —lo corto, porque sé por dónde va la conversación y la verdad no me apetecía tener más problemas que resolver en la cabeza—. Para tu tranquilidad, no me dijo nada. Solo hablo sobre lo que le había pasado y me pidió que ayude a alguien, nada más.

Termino de hablar y ninguno dice más nada. No entendía porque ahora se preocupaba por mí, no entendía porque me daba consejos cuando él iba a hacerme estudiar algo que no quería. No podía decirme aquello. No cuando él era el responsable de muchos pensamientos monstruosos que recorrían mi cabeza.

Al llegar a casa, me encierro en mi habitación. Termine haciendo algunos ejercicios del libro hasta la hora de comer, que Charles me subió y comí mientras terminaba otros.  Sabia que lo hacia para no recordar lo que había pasado horas atrás, pero no quería verlo, me negaba a verlo. Hasta que llego la hora de dormir.

Cuando me acuesto, generalmente mis pensamientos se disparan por las nubes y al no poder resolverlos, caigo dormida en un instante. Pero esta vez no es así. Mi mente esta en blanco, un blanco tan puro como las nubes en el cielo.

¿Por qué me beso? ¿Por qué ahora? ¿Su abuela le conto lo que me dijo? ¿es verdad que está enamorado de mí?

Era imposible, me rehusaba a creer en eso. Nunca me dio indicios de que sentía algo por mí. En cambio, yo… bueno, si creía lo que Bruno me había dicho, era mas que obvio que yo si sentía algo muy grande por él. Desde niños, que mi corazón latía tratando de alcanzar el suyo. Cuando me quedaba en su casa a dormir, cuando íbamos al parque o cuando nos poníamos a escuchar los viejos vinilos de mi…

Abro los ojos como platos.

¡Los vinilos!

Aparto mis sabanas de un tirón y Otelo se asusta.

—Perdón —me disculpo y me precipito hacia la puerta.

Soy consciente de que todo el mundo esta durmiendo y hago el mínimo de ruido mientras subo las escaleras hasta el ático. Otelo me sigue de cerca hasta que llegamos a el. Prendo la luz y avanzo con determinación hasta la caja negra.

Dentro de la caja, hay cientos de discos, y no están ordenados alfabéticamente. Los saco a todos y los dejo en el piso, uno arriba del otro y comienzo mi búsqueda, pero no encontré el nombre de Peter Gabriel. No me doy por vencida y voy por la otra caja, una más pequeña y cuando siento la decepción por no encontrar nada, a lo ultimo una vieja portada, igual a la que Beau me mostro en su casa, me saluda.

Lo tomo deprisa y lo abro rápidamente. Un papel amarillo desgastado cae desde adentro y lo recojo para observarlo. Es un mapa, uno que esta cortado por la mitad y parece el plano de algo, pero no estoy segura. Si decía que era la estructura de una casa, estaría mintiendo porque las líneas eran confusas y algunas se mezclaban entre si.

Pero la pregunta principal era, ¿Dónde estaba la otra mitad?

 

—¿Y a qué hora vendrán sus amigos? —Charles me pregunta, mientras me sirve mas te en la tasa.

—Oh —mastico más rápido para contestar —, después de la escuela. Solo seremos 6.

—Muy bien, les tendré listo la merienda para ustedes —me sonríe —. Coma más.

Me sirve un poco mas de huevo en el plato y le hago caso, como todo lo que tengo en frente. Al no tomar más las pastillas ocasionaba que me diera más hambre de lo normal. Charles estaba encantado, así que me consentía en todo lo que yo quería comer.

Hoy era lunes, así que los chicos vendrían a casa a estudiar. Como se sumaron mas personas, le pedí a Charles que desocupara la antigua biblioteca del primer piso, porque era gigante y tenia una mesa muy larga, además de tener un pizarrón magnético. Ese lugar, mi madre me enseñaba francés y también piano. No lo volví a usar desde que ella se fue, hasta hoy.

“No encontré nada igual que tu mapita”

Le había pedido a Jude que usara su destreza como hacker para que encontrara algo relacionado con la pista que mi madre me dejo, pero fue inútil.

“¿De verdad?, entonces no se porque me dejo aquello”

“Debe ser un mapa, pero tienen algún truco. ¿no has encontrado la otra mitad?”

—¿Te has divertido en la fiesta de Harper?

Alzo la vista hacia James. Ambos íbamos en el auto, frente a frente y por su expresión parecía enojado.

—¿Cómo?

—Escuche que estuviste ahí.

—Ah —caigo en cuenta de que habla —. Si, ella me invito.

—¿Por qué te invitaría a ti? —frunce el ceño —. Tu no eres de salir de fiesta, menos hablar con la gente.

—Sera porque le caí bien —me encojo de hombros —. Ella no me odia —suelto sin pensar, porque en teoría era cierto. Nunca le había echo algo a Harper —¿Por qué no te invito?

—¿Estas bromeando? —aprieta la mandíbula.

—No —me confundo —. Pensé que la conocías.

—Que la conozca no significa que me caiga bien —escupe —. Harper es una arpía.

¿Ven lo que digo?

¿Cómo me podían decir que James estaba enamorado de Harper si se refería a ella de esa manera?

Era estúpido insultar a la persona que amas, no tenia sentido y por mas que tratara de buscarle una explicación, no la había. James y yo no éramos diferentes después de todo. Él se reusaba en decirle a ella que la amaba y yo también lo hacía, con la diferencia en que yo no iba insultando a Aaron a su espalda. No me nacía del corazón odiarlo cuando yo lo amaba mas de lo que me amaba a mi misma.




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