Todas las veces que nunca me amaste

Capítulo 30

El día que mi madre se fue había sido un 14 de septiembre. El clima estaba perfecto para uno de sus picnics al aire libre que siempre hacía. Esa vez, ella había tenido una descompensación mientras estábamos estudiando francés, tuve que llamar a los gritos a Charles porque se había desmayado frente a mis ojos. En el hospital, el doctor había salido después de 6 horas de cirugía a decirnos que ella ya no estaba con nosotros. Así de fácil la débil flama que iluminaba mi vida, se apagó.

Recuerdo los ojos de mi padre al recibir la noticia, a como poco a poco se iban apagando. Recuerdo a james gritar diciendo que era mentira. A mis abuelos comenzar a llorar pidiendo explicaciones. Y a mí, sentada en esa incomoda silla de hospital, con 13 años recién cumplidos, estática, porque no podía creer que mi madre me había abandonado. La única persona que siempre me amo en el primer momento de mi vida, se había muerto.

En el funeral, nada fue distinto. No pude llorar, no pude ni siquiera dar las gracias a las miles de personas que se acercaron a mi y a mi familia a dar el pésame, no pude ni siquiera mirar el cajón que se perdía entre ese espacio de tierra mojada. No sentía nada mas que vacío, hasta Phoebe estaba sorprendida y a la vez asustada, porque no había llorado en ningún momento. Estuvo conmigo en todo momento, pero aun así me sentía como en un sueño.

—Tess… —Aaron se acerco cauteloso a donde estaba yo.

No podía seguir aguantando las miradas de lastima de toda la gente allí abajo, quería que se fueran, quería que el aroma de mi madre siga intacto en mi casa. Me había ocultado en mi habitación, sentada junto a la ventana estuve observando las nubes grises que se formaban en el cielo.

Aaron se sentó junto a mí, en la venta, y me observo cauteloso. No me miro con lastima, más bien parecía triste. Se que mi madre fue alguien importe también para él, porque lo había visto crecer con James.

—Quiero que estés…

—Sabes —lo interrumpí — parece que estuviera rota… todavía, a sorpresa mía, no me he puesto a llorar como siempre hago ¿lo puedes creer?

—Esta bien que no llores si no quieres, cariño. Todos manejamos las emociones como podemos.

—Se siente raro —miro las primeras gotas de lluvia estrellarse contra la ventana —. Recuerdo que llore porque se me había deshilachado mi oso de peluche, pero no lo hago por ella —me callo —¿crees que me amo de verdad?

—Lo creo —afirma, convencido —. Tu madre supo amarte y te enseño a amarte a ti misma. Fleur no podía no amarte.

—Yo también lo creo —trago saliva —. Todos los días me lo recordaba.

—Vamos a extrañarla mucho —acaricia mis rodillas, soltando un suspiro.

—Tengo la solución para eso —me mira sin entender —. Puedo encontrarme con ella, Aaron. Lo sé, yo puedo.

—Tess… —pronuncia confundido.

Lo miro estiro mi mano hacia él, abriéndola y mostrándole una pequeña pastilla blanca.

—Solo tengo que tragarla, esto… —miro la pastilla sonriendo y luego a él — me ayudará a ir con ella, no puedo imaginar cuanto me estará extrañado…

Su mano tiembla al tomar la mía, pero es firme y brusca. Sus ojos se cristalizan y aprieta la mandíbula mientras niega con la cabeza, descontrolado.

—No —alza la voz —. Nunca vuelvas a pensar en eso nuevamente, Tessandra. Nunca vuelvas a decir algo como aquello. —respira agitado —. Nunca te lo perdonare, si me dejas, iré hasta donde tenga que ir para traerte conmigo.

Eso era todo. El entendimiento, el saber que mi madre nunca volvería a estar conmigo, cae sobre mí, destruyéndome por completo.

Mi madre se había ido y no me había llevado con ella.

Nunca volvería a estar conmigo, nunca volvería a leerme en la noche, nunca más me enseñaría los verbos en francés, ni leería Peter pan conmigo. No estaría mas para darme palabras de aliento cuando todo estuviera mal.

Las lagrimas salen, como si hubieran estado esperando mi permiso, a cantaros. Comienzo a sollozar en voz alta, casi como gritando, su nombre. Estaba temblando de pies a cabeza y Aaron lo supo. Sus brazos me acunaron tiernamente, mientras me atraía a su regazo. Su mano se paso por mi pelo, tratando de poder consolarme, pero no había caso. Ya estaba rota.

—Estaré aquí —susurra, besando mi pelo. Yo me acerco mas a él si es posible —. Siempre estaré aquí.

 

 

 

Siento un sonido chillante de fondo, casi que es insoportable. Mis oídos captan unos murmullos muy bajos, mientras trato de abrir los ojos una luz me da directo y parpadeo un par de veces. Mi nariz se siente molesta y cuando llevo mis manos hacia ese sitio, un par de cables me saludan.

—¿Qué…? —mi garganta estaba seca y achino los ojos para ver bien.

—Tess —la voz de Aaron me hace parpadear y cuando puedo lograr enfocarlo, su rostro pálido y asustado me recibe —. Estas bien, cariño, no te preocupes.

Logro sacarme el cable del oxigeno de la nariz y él me ayuda a sentarme en mi cama. Estaba en mi habitación, a mi lado una maquina que tomaba las pulsaciones estaba a mi lado y también un dormido Otelo.

No pasan ni dos segundos que mi habitación se llena de extraños. Uno era un doctor, los otros eran enfermeros. Él se queda en todo momento, sin dejar de verme como revisan mi estado, sus ojos no se despegan de mí.

—¿Qué paso? —pregunto, luego de tomar agua.

—Mi lady, tuvo un pico de presión muy fuerte y eso provocó su desmayo. Además de casi tener un ataque de pánico, sus niveles de estrés están muy alto para su edad.

Me avergüenzo de mi misma. Todos parecían tenerme lastima, menos Aaron, él parecía desesperado.

—Tome las pastillas de la ansiedad unas cuantas horas atrás —explico —. Nunca me había pasado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.