Todas las veces que nunca me amaste

Capitulo 39

 

Miro fijamente a los niños de mi edad corriendo alegremente alrededor del kínder. Mi mochila pesaba un poco y no era porque mi madre había empacado demasiadas cosas, sino porque era tan pequeña que no tenía la fuerza suficiente. Llevaba un vestido blanco de finos tirantes y largo hasta las rodillas, con mis zapatos negros y mis medias de colores. Quería llevar el pelo suelto hoy, mi madre creyó que quería que todos vean cual largo lo tenía, casi llegándome a la cintura, pero en realidad lo quería suelto para tapar mi rostro y mis gigantescos anteojos. Un par de niños pasan a mi lado, corriendo y gritando, y me voy para atrás, asustada. Choco con alguien y aprieto mis dedos, nerviosa, importándome poco estar arrugando la lonchera de NCYNC que mi madre me regalo.

—Está bien, Tessy —me calma mi padre —. Es normal que los niños corran así, están emocionados.

—¿Por empezar la escuela?

—Si, además de conocer a los que serán sus compañeros —me sonríe, tranquilo y yo miro recelosa a mi alrededor.

—¿Tengo que correr como ellos?

—No, si no quieres puedes quedarte quieta.

—Que bien, no me gustaría ensuciarme y presentarme así —pronuncio, aliviada —. Papi… ¿crees que les caeré bien?

—¿Por qué no iban a hacerlo?

Porque Bruno me lo dijo, quiero contestar, pero simplemente hago una mueca. Bruno me había dicho que los niños del jardín se iban a reír de mi porque usaba anteojos y aparatos en los dientes, lo cual, en mi opinión eso no tenía nada de gracioso. ¿Por qué iban a burlarse de las cosas que me ayudaban para ver bien y poder comer bien? También había mencionado que nadie iba juntarse conmigo porque iban a tenerme miedo, ¿miedo de que? ¿soy muy fea?

Parpadeo un poco para que las lágrimas no salgan de mis ojos, pero solo hago que el proceso se acelere. Mi padre se arrodilla a mi lado, preocupado y limpia mis lagrimas dulcemente.

—No llores, hija —acaricia mi pelo.

—Tengo miedo que se burlen de mi… —lloro más fuerte.

—Nadie se burlará de ti —me corta, firme —. Te lo prometo, papa va a protegerte siempre. No te preocupes por lo que dirán esos niños, estoy seguro que te amarán igual que yo, Tessy.

—¿Tanto como me amas, papi? —me limpio las lágrimas, avergonzada y el besa mi frente para luego atraerme hasta él, en un abrazo.

—Tanto como yo te amo, Tessy —me susurra y yo le creo.

 

Ahora, en el presente, estaba segura que mi padre no me amaba y, lo más gracioso de todo, es que él era la razón de mis lagrimas ahora.

Era tan doloroso ver como mi padre se encargaba de hundirme luego de haber tenido una infancia tan linda gracias a él y a mi madre. Parecía irreal los recuerdos felices que tenia con él, las pequeñas partes donde mi infancia fue preciosa y libre de comentarios maliciosos. Siempre me protegió de cualquier intento de burla hacia mi persona. Nunca se había sentido avergonzado por mi trastorno y si lo hizo… nunca me di cuenta.

¿Qué había cambiado?

¿Qué lo hizo odiarme tan profundamente de un momento al otro?

Irónicamente, no tenia que pensar mucho la respuesta. Todo había cambiado desde que mi madre murió, yo misma había cambiado y eso estaba bien. Porque no iba a ser la misma luego de su muerte. Me negaba a ser la misma. Estaba segura que si no hubiera cambiado habría perdido el rumbo de mi vida hace mucho. Tuve que cambiar a la fuerza y sola. No iba a soportar el dolor de cargar con un trastorno y la perdida del principal pilar de estabilidad emocional que tenía.

Mucho antes de ser la persona que era ahora, ni siquiera me imagine que iba a lograr todo lo que tengo. Ni siquiera podía mirar a un desconocido a los ojos, menos entablar una conversación. Todo había llevo su proceso, lento, doloroso y difícil. Lloraba todas las noches, no había día en el que no me replanteara muchas cosas, pero por fin pude entenderlo. Si mi madre se fue, no fue por mí, no fue porque quiso hacerlo, fue porque le llego su hora como a todos nos va a tocar tarde o temprano.

Cuando entendí eso, mi alma pudo estar en paz y aceptar que mi madre, por más que me duela, no iba a volver. Y eso estaba bien… por lo menos para mí.

James y mi padre ni siquiera pidieron ayuda, no se apoyaron entre ellos o en mí, como lo haría una familia. Se convirtieron en un duro caparazón, sin dejar salir algún tipo de emoción o indicio de que eran los mismos antes de que todo pasara. Lo entendí al principio, Phoebe ayudo un montón en el asunto de mi familia, pero ahora ya no lo hacía. No podía entender porque seguían ocultando todo el dolor que todavía tenían. Yo pude entender mi dolor, volverme su amiga de manera sana y por fin aceptarlo.

Soportaba muchas cosas por ellos. Como el odio que James me tenía, su amigo abusador y hasta sus escenas de niño mimado. Hasta soportaba que mi padre lo prefiera y lo apoye a él en vez de a mí. Aceptaba que mi padre no quisiera estar a mi alrededor, con toda la tristeza del mundo, lo había aceptado. Acepté que quisiera rehacer su vida sentimental, porque entendí que quizás esa era su manera de sanar y convivir amenamente con el recuerdo de mi madre.

Estaba equivocada.

Por mas que Esme sea una mujer tierna y dulce, puse en duda en que pueda sanar el lastimado corazón de mi padre. Es por eso que, cuando me encerré en mi habitación, decidí escapar por la ventana y refugiarme en la densa y oscura noche de Londres. Eran ya pasadas las 10 de la noche y mi teléfono tenia algunas llamadas perdidas de Aaron. Claramente no le dije dónde estaba, no sabía que estaba fuera de casa, y solo le contesto que me deje procesar todo a solas. Mi vista se nubla cuando recibo un te amo de su parte y un extenso párrafo de cuan preocupado estaba por mí. Limpio con firmeza las lagrimas que recorren mis cachetes y absorbo mi nariz en un intento patético de detener el llanto incontrolable que estaba a punto de salirme.




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