Todas las veces que nunca me amaste

EXTRA 1

5 años

Mientras por la ventana el sol iluminaba todo el auto, el pequeño Bruno escuchaba la conversación que sus padres tenían. Su hermana, dormía como una perezosa en su silla.

—Te he dicho que estaremos a tiempo —su padre gruño —. No tienes por qué comportarte de esa manera, no lo soporto.

—Solo no quiero dar una mala impresión la primera vez —suspiro su madre.

—He dicho que no quiero que te comportes de esa manera —la reto, esta vez subiendo el volumen de su voz —. Nosotros no esperamos, nos esperan. Los Cavendish no se molestaran de todas formas.

—Fleur ha organizado esto hace mucho —comento su madre —. A veces me sorprende como lo hace.

—Nos han invitado por negocios —dijo, irritado —. No para otra cosa.

—Pensé que era para presentar a su hija a sociedad…

—Nadie quiere presentar a una hija retrasada —se burló —. Amos quiere distribuir las empresas de Fleur hacia nuestro territorio.

—Allan…

— ¿Qué, Astrid? —cuestiono, brusco —. No es malo decir la verdad y que los Cavendish tienen una heredera con problemas, no es ser grosero.

Su madre no cuestiono más, pero Bruno todavía tenía curiosidad.

Conocía a James Cavendish, porque era su mejor amigo en el kínder, también lo era Aaron y Hugh, pero nunca supo que James tenía una hermana. Mucho menos sabía que tenía algún problema de salud.

Pobre, quizás tenia gripe.

A él le daba grite casi todo el tiempo, por eso su mama lo retaba cuando salía desabrigado a jugar al patio. Ella también debe estar con gripe.

 Su padre entro por un gigantesco portón de color negro y una enorme casa apareció frente. Era 5 veces más grande que la suya y eso que él a veces se perdía por ella cuando. Había autos afuera, estacionados, pero no eran muchos. Cuando su madre lo ayudo a bajar y fue por su hermana, su padre lo detuvo. Lo miro serio, con la misma mirada que miraba a su madre cuando le ponía la mejilla colorada y le gritaba cosas que él no entendía.

—No me pongas en vergüenza, Bruno —siseo —. Esto es importante.

—No lo hare, padre —contesto con temor.

Su madre se acomodó a su lado, cargando a su pequeña hermana, Colette, todavía dormida. En la puerta un hombre mayor los recibió con educación y los guio hacia el patio. Ahí, solo había adultos, ningún niño corriendo por el grande y frondoso verde. Bruno se desilusiono no ver a sus amigos por ahí.

Una mujer rubia, muy bonita, se acercó hacia ellos. También un hombre bastante alto.

—Allan, bienvenido —ambos hombres se estrecharon las manos. El hombre también saludo a su madre.

Astrid saludo sonriente hacia la mujer.

—Fleur, gracias por recibirnos.

—No es nada, Astrid —la mujer le devolvió el gesto —. Siempre serán bienvenidos —Fleur miro a Bruno y le acaricio el pelo despacio —. Pero mira que grande esta Bruno, quien iba a pensar que crecería tan rápido.

—Ha crecido un par de centímetros —su madre se rio — ¿Dónde está James?

—Está en la casa de sus abuelos —se lamentó —. Lamento que no esté aquí para jugar contigo. Aaron tampoco también está en lo de sus abuelos —Bruno tenía ganas de llorar, porque iba a estar aburrido y seguramente oyendo conversaciones que no entendía —. Pero no te preocupes, puedes jugar con Tessy.

Justo en ese momento Bruno reparo en la pequeña niña que la mujer tenía escondida detrás de ella y su corazón se detuvo por un segundo.

Su pelo era dorado, hasta brillaba cuando asomo su pequeña cabeza del cuerpo de su madre. Sus ojos, azules como el cielo, lo miraron un momento antes de volver a esconderse, asustada. Había un pequeño peluche de dinosaurio entre sus manos y él no supo porque una niña prefería esos juguetes antes que las muñecas.

Llevaba puesto pantalones cortos blancos y una camiseta algo ancha con un logo extraño, porque había personas en ella y un nombre tan extraño que le dificulto leerlo.

—No tengas miedo, Tessy —su madre la atrajo hacia su lado, mientras le sonreía con calma —. Ella es un poco tímida.

—Oh, Fleur—su madre hablo, con sorpresa —, es igualita a ti. Felicitaciones.

—Gracias, Astrid —agradeció —.  No seas maleducada, Tessy, saluda a Bruno.

Sus ojos, ahora casi al borde de las lágrimas, volvieron a mirarlo y el corazón le volvió a latir. Recordándole que estaba vivo.

Ella solo levanto la mano hacia él y miro confundido a su madre.

—Estrecha su mano, cariño —Astrid le sonrío —. Es un saludo.

Sus pequeñas palmas se juntaron y sintió un escalofrío mientras ella agitaba su mano casi de manera torpe.

—Los niños son tan tiernos —Fleur se rio cuando ambos se soltaron —. Bueno, ahora que se conocieron, vayan a jugar. Vamos a acostar a tu bella bebe, Astrid y me cuentas como te ha ido.

—Mama… —la niña la miro con desesperación, pero Fleur ya arrastraba a su madre hacia la puerta.

—No pasara nada, Tessy. —le guiño un ojo —. Se tu misma.

Un pesado silencio cayo entre los dos niños y Bruno la miro fijamente. Parecía que estaba a punto de llorar y no lo entendió. Miraba para todos lados, sonrojada, como si quisiera estar en otro lado, pero luego, sus ojos azules se posaron en los suyos y él volvió a ponerse nervioso.

— ¿Te gustan los jugos de didáctica? —le pregunto, de golpe. Bruno parpadeo un par de veces al escuchar claro su voz —. Mi madre los tiene guardados en la biblioteca. Se supone que no tengo que ir ahí sin permiso, pero puedo pedirle a Charles que me traiga a algunos. Puedo enseñarte, siempre juego…

—No me gustan —la corto, sonrojado.

En realidad no sabía lo que era un juego de didáctica y le daba vergüenza decirlo. Él prefería los juegos de autos y los de hockey sobre hielo.

—Oh… —apretó los labios — ¿Te gustan los dinosaurios? A mí me encantan, mi papa dice que un día me va a llevar a ver los huesos de uno en el museo. Tengo mi colección de huesos en mi habitación, ¿quieres estudiarlos conmigo? Me gusta clasificarlos de mayor a menor a veces, luego por color y otras veces por letra. Me tardo en hacerlo, pero podemos empezar donde tú quieras.




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