«Ten cuidado con querer arreglar un corazón roto. Te puedes cortar con los pedazos.»
Una de las cosas que más anhela el ser humano es la libertad, esa sensación de independencia que nos hace sentir que podemos solos contra el mundo. De esa manera, independiente y empoderado, se sintió Mateo al entrar a su nuevo departamento, fruto de su trabajo y esfuerzo, al menos, así se sintió la primera vez que entró a aquel lugar, ahora el sentimiento era diferente.
—¿Todo en orden señor?
Mateo asintió y le dio una cálida sonrisa a la empleada doméstica. Era una mujer de mediana edad que trabajaba en casa de sus abuelos y amablemente se ofreció a ayudarle a acomodar sus pertenencias en su nuevo hogar.
—Si Carmela, muchísimas gracias. No sé qué habría hecho sin tu ayuda.
Dio un vistazo a su alrededor, Carmela había hecho un excelente trabajo, el lugar se veía acogedor, las cosas que su madre le había enviado desde Madrid, daban ese toque especial que lo hacía sentir en casa, rodeado de paz y tranquilidad. Internamente dio gracias a su madre por la insistencia en enviarle parte de sus pertenencias.
—¿Necesita algo más?
—No, gracias. Lo que has hecho es más que suficiente, ahora si me permites te llevaré a casa de mis abuelos.
—No es necesario, el señor Frederick envío a un uber por mí, llegará dentro de unos minutos.
—Bien —su abuelo siempre tan precavido, seguramente pensó que él llegaría más tarde. Últimamente trabajaba hasta altas horas con la intención de mantener su mente ocupada—. En ese caso, te acompaño, no me parece correcto que esperes sola mientras llega el uber —le señaló la puerta y juntos se encaminaron a la salida.
—Siempre tan caballero mi niño —comentó la mujer —Gracias por acompañarme, la verdad si me daba miedo esperar sola allá afuera.
Para Mateo no era extraño escuchar que lo calificaran de esa manera, su hermana Luciana decía que era una especie de caballero sin armadura, porque siempre ayudaba y defendía a quien lo necesitaba, odiaba las injusticias, y por ello, no dudaba en tender la mano a los menos favorecidos. Para Luciana era un caballero, mientras que para su madre, siempre sería un superhéroe. Lástima que ninguna de las dos terminaba de entender, que los caballeros y los superhéroes solo existían en las historias de ficción.
Una vez que se despidió de Carmela, regresó a su departamento y soltó un suspiro al encontrarse solo en aquel lugar. Tantos planes, tantos sueños, tantos anhelos, todos vueltos espuma. Tardó meses en remodelar y acondicionar el piso con la emoción de comenzar una nueva etapa en su vida y todo se había ido a la mierda. Ya no le emocionaba el tener su primer hogar, ni mucho menos vivir en él.
Aunque habían transcurrido unos escasos meses desde que había adquirido la propiedad, poco quedaba de aquel joven entusiasta que se sentía orgulloso por alcanzar uno de sus objetivos. Se acercó al mueble empotrado alrededor del televisor y observó las fotos que se encontraban entre las repisas. Aquello, sin duda, era obra de su madre, él no tenía en su poder esas fotos. Seguramente las envió con el resto de las cosas y le indicó a Carmela donde ubicarlas. Aunque no había ido al departamento, conocía donde estaba cada cosa, ya que, durante el proceso de remodelación él la mantuvo al tanto, enviándole fotos del lugar y pidiéndole una que otra sugerencia.
Las imágenes estaban ordenadas de manera cronológica. Había una de cuando estaba recién nacido en los brazos de su madre biológica, a su lado su padre, luciendo orgulloso por estar con ellos. Elena, lamentablemente falleció cuando él tenía tan solo cuatro meses, no tuvo la oportunidad de llamarla mamá, pero de igual manera sentía un profundo amor por ella, más porque tenía la convicción de que fue quien puso en su camino a Lucia, la mujer que hoy por hoy era su madre.
Seguida esa foto, se encontraba una de su cumpleaños número seis, el primer cumpleaños junto a Lucia, donde supo que ella era la novia de su papá, noticia que no le sorprendió porque ya los había pillado besándose en más de una ocasión. En la imagen se proyectaba un niño feliz, disfrazado de Thor, su superhéroe favorito, mientras recibía el regalo de Lucia, la stormbreaker. Sonrió al recordar lo emocionado que estaba por recibir semejante maravilla, le había pedido a su padre que se la comprara, pero Alex siempre le decía que se la daría una vez que culminara el año escolar ya que recientemente le había comprado una bicicleta.
Continuó viendo el resto de las imágenes, el nacimiento de Luciana, el de Alan, un cumpleaños de la abuela, donde estaba reunida toda la familia. Momentos inolvidables que marcaron su vida, haciéndolo sentir el ser más afortunado del mundo, porque quien gozaba de una familia, lo tenía todo.
Volvió a suspirar al recordar lo ocurrido en los últimos meses, por un efímero momento soñó con formar una familia como la que tenía, pero la vida le enseñó que no siempre las cosas salen como se esperan, a veces, un simple incidente basta para hacerte cambiar la manera de ver las cosas. En su caso, fue una experiencia tan devastadora que lo dejó vacío, con ganas de salir corriendo y dejar de lado todo aquello por lo que había trabajado, cosa que no hacía, única y exclusivamente que por el compromiso que había adquirido con su abuelo materno.
A sus veintinueve años, era el Presidente de la Brauerei Stärke (Cervecería Stärke), propiedad de su abuelo Frederick, quien previendo su futuro retiro, vio en él el potencial para dirigir su negocio y le ofreció un puesto adjunto a la presidencia, con el fin de adiestrarlo, para que posteriormente pudiera pugnar por la presidencia de la compañía. Era política de la empresa, evaluar a un mínimo de tres candidatos, para elegir al sucesor a un cargo, bien sea administrativo u operacional.