Faltaban dos meses para nuestro quinto aniversario. Hace dos años nos habíamos mudado juntos y ya planeábamos nuestro casamiento. Y no podía decir que era infeliz con él porque no lo era, era la mujer más afortunada que podía existir. O al menos eso siempre creí.
Una mañana como cualquier otra de camino a mi trabajo me lo crucé en el tren.
Mis ojos se posaron levemente sobre él, pero como un acto común en un lugar tan repleto de gente. No tenía ninguna intención secundaria, sólo que algo en particular hizo que me detuviera en él un tiempo más.
Cuando volteó desvíe mi vista por la incómoda situación, sin embargo, él me miró todo el viaje y lo sabía porque le echaba un vistazo cada que podía.
Sabía que estaba mal lo que hacía ya que tenía un prometido, pero que mal podría hacer sólo por ver a un hombre atractivo de vez en cuando.
Bajé en mi parada normal y seguí mi camino sabiendo que esa sería la última vez que lo vería.
Que equivocada estaba...
Esa misma tarde cuando fui a buscar a mi prometido a su trabajo, para mi gran sorpresa ese hombre también se encontraba allí.
— ¡Amor! ¿Ya es hora? —Expresó Enzo en cuanto entré su negocio. Sólo pude asentir mientras veía que ese hombre me miraba profundamente con aquellos ojos verdes con tintes mieles. — Dame un minuto que termino de asesorar a Leo y nos vamos. — se acercó a mí y me dio un beso corto en los labios, al cual apenas pude corresponder.
Vi como Enzo le terminaba de mostrar el lugar y sus funciones para luego marcharnos dejando a los demás empleados a cargo.
— ¿Quién era ese hombre? —Pregunté tratando de sonar casual.
—Es Leo, hoy empezó y le estaba asesorando un poco de lo que iba a hacer ¿Por?
—Por nada, amor. —dije intentado subestimar el tema.
A partir de ese día se hizo rutina verlo cada vez que iba a buscar a Enzo a su trabajo. Y a pesar de que no cruzábamos más de dos palabras, me era imposible no sentir esa química al estar cerca, aunque tratara de no dejarme llevar.
Semanas después comencé a recibir mensajes de un número desconocido.
Al inicio me negué a responder, pero al enterarme de que se trataba de Leo inicié algo muy peligroso. Al instante que presioné "enviar" supe que me iba a arrepentir.
Era algo que sabía no podía pasar de una amistad, pero sólo el hecho de que Leo admitiera que se sentía atraído por mí me hacía sentir bien. Me sentía deseada.
Entendí que quizá sólo era una etapa en mi relación con Enzo. Habíamos pasado tanto tiempo juntos que ya no nos preocupábamos por hacernos cumplidos porque sabíamos que éramos el uno para el otro.
Luego de aclarar a Leo que no intentara nada más porque estaba comprometida y no quería problemas, la verdad pensé que él se iba a detener y pasaría a la siguiente chica en la lista, pero no fue así. Él no se me insinuó más y se mostró muy abierto a tener una amistad conmigo y por extraño que pareciera al principio, llegamos a hacer una fuerte conexión.
Sin embargo, me negaba a que Enzo se enterara. No sabía por qué, pero no deseaba que él me quitara esa conexión que teníamos con Leo, así como hizo con mis demás amistades.
No fue algo a propósito, pero fue inevitable que, en esos años juntos, las amistades que había hecho antes de conocerlo, terminaran siendo más amigos de él que míos. No tenía a nadie solo para mí, que sólo se interese en mí y que al contarle que me pasaba, no me preguntase que pensaba Enzo sobre eso.
Amaba a Enzo, eso era algo que no podía discutirse, pero me sentía un poco invadida y Leo era un pequeño e íntimo alivio en nuestra relación. Leo me hacía sentir un ser independiente, un poco más mujer y no "la novia de."
Y por eso mismo nuestra amistad fue creciendo y era feliz por ello.