Por consejos de Iris no dejó la Universidad y en el trabajo, pues habló con su jefe y, afortunadamente, puso seguir laborando allí.
—Ya se está empezando a notar —dijo Iris, mirando su vientre.
—Sí —respondió ella, acariciando la pequeña curvatura que se dibujaba en su abdomen.
Thiago ha dejado de ser tema entre ellas y su miga. La ha estado ayudando económicamente.
El día que se enteraron de que, en lugar de un bebé, serían dos, casi les da un soponcio a ambas. De la impresión, Alicia casi se desploma, cuando escuchó a la doctora decirle aquello. Esa tarde, Iris y ella decidieron celebrar. Claro, luego de que a la futura madre y a la nueva tía, se les pasara el susto.
—Insisto en que el animal de mi hermano, debe saberlo — dijo Iris.
—Amiga, por favor, no empieces —alegó Alicia.
—Está bien, no lo haré, pero el tiempo terminará dándome la razón. Sé que Thiago es un mujeriego, pero allá muy en el fondo no es malo. Un poco idiota, pero malo no.
—Por suerte es tu hermano — bromeó Alicia.
—Que lo sea, no me hace ciega.
En la cita de hoy, sabrían el sexo de los bebés, así que Alicia, decidió pasar temprano a recogerla.
Llegaron al hospital y no esperaron mucho para que fuera su turno. La doctora tenía todo listo para la ecografía.
—Son un varón y una niña — dijo la mujer entusiasmada.
Un grito de emoción de Iris, llenó el lugar, mientras el llanto de emoción de Alicia, fluía sin cesar.
—La parejita —exclamó Alicia emocionada.
—Ese hermano mío es un bárbaro —bromeó Iris.
La consulta terminó y se retiraron felices. Para Iris, cada día, era más difícil, ocultarle a su hermano y a sus padres lo del embarazo de Alicia. Si bien era cierto, le había prometido a su amiga, guardar el secreto. También era cierto el hecho de que sus sobrinos, no tenían por qué pasar privaciones y mucho menos crecer lejos de su padre y de una familia que seguramente los recibiría con mucho amor.
—Debes empezar a usar ropa de maternidad —dijo July, su compañera de cuarto —ya ese uniforme no te queda.
Aquello lo dijo con cierto tono de desprecio. La noticia del embarazo de la chica con quien compartía apartamento no le había caído nada bien.
—Alicia, espero que seas consciente de que debes mudarte antes de que nazcan tus bebés. Es que sí al menos fuera uno, pero te dejaste preñar de dos, bárbara.
El desdén en su voz, fue evidente. Ya Alicia, había pensado en buscar otro lugar donde vivir, pero para poder hacerlo necesitaba dinero y en estos momentos, eso escaseaba. Si no fuera por la ayuda de Iris, ni siquiera tendría para su atención médica.
Se colocó una de las blusas de embarazadas que en su trabajo le había facilitado, como uniforme. Agradeció el gesto, porque efectivamente en el uniforme anterior, ella y sus bebés ya no cabían.
Unas semanas después, ya se había vuelto imposible ocultar su embarazo. Fue como si sus hijos hubieran decidido acomodarse a sus anchas, dentro de su vientre. Esa tarde, la cafetería estuvo bastante concurrida. Le dolían un poco los pies, por lo que decidió ir un rato a sentarse, en una de las mesas ubicadas en un área retirada del lugar.
—Acaban de llegar unos clientes —le anunció su compañera, pasados algunos minutos.
—Yo los atiendo — se puso de pie, tomó los menús y se dirigió hacia la mesa de los recién llegados.
—Buenas noches, bienvenidos. Soy Alicia y es un placer para mí atenderlos.
Colocó los menús sobre la mesa y fijo la vista en su libreta de apuntes, esperando que ambos hombres hicieran el pedido. No había reparado en ellos, sus pensamientos estaban ocupados en el dolor que sentía en sus pies.
—Alicia — escuchó decir, a una voz varonil que de inmediato reconoció — ¿Estás embarazada?
Ella levantó la mirada y se encontró con la mirada de asombro del hombre, que hace unos meses la embarazó. Los ojos de Thiago se intercalaban entre su rostro y su abdomen. La expresión del hombre denotaba, asombro, pero también pánico.
—Yo… yo, con permiso —dijo ella, alejándose a paso apresurado de aquella mesa.
Se sintió algo marea, por lo que camino al baño, tuvo que apoyarse de la pared del pasillo. Sintió que la respiración se le dificultaba, por lo que dedujo que podía estar sufriendo un ataque de ansiedad.
—Cálmate Alicia, hazlo por los bebés — se habló a sí misma.
—¡Alicia! — escuchó, decir a sus espaldas.
Ella se giró y volvió a encontrarse con aquellos ojos azules, que aún le robaban el aliento y con los que tantas veces había soñado, que heredaban sus bebés.
—Yo no sabía, que estabas embarazada — declaró él, mientras tragaba grueso — Iris no me contó nada. Ciertamente hace mucho que no me cuenta nada de ti.
Alicia no podía pronunciar palabra, de hecho se quedó petrificada, frente a aquel hombre, que la cuestionaba.
—Alicia — insistió él — ¿Ese bebé es…?
—Señor, estoy en mi horario de trabajo y no quiero tener problemas, por favor, le agradezco se retire a su mesa — dijo ella, seria.