El apartamento que compró para Alicia y sus hijos estaba ubicado en un área residencial exclusiva. Se encargó de amueblarlo de inmediato. Aún no ha hablado con ella, para informarle que está listo para que se mude, pero pronto lo hará. No sabe qué tipo de relación puede llevar con ella, si debe ser del tipo amistosa o más bien solo cordial y que se traten lo necesario. Todo esto es tan nuevo y extraño, que ni siquiera sabe cómo manejarlo. Tampoco quiere caer en algún tipo de actitud de que le haga alimentar a Alicia esperanzas. Él no ha olvidado su confesión de amor, aquella noche, que concibieron a esos pequeños.
Para su amigo, era extraño que hubiera aceptado esa paternidad sin reclamos, pero no iba a pasarse de canalla. Era consciente del tipo de mujer que era Alicia, no solo porque le entregó su primera vez, sino porque la conocía desde hacía unos años, por la relación de amistad con su hermana. Lo que nunca imaginó es que ella y él, terminarían involucrados de esa manera. Aquella noche, él, había bebido un poco más de lo habitual. No estaba ebrio, pero no podía negar que el licor, había hecho efecto en su sistema. La declaración de amor de la dulce chica le elevó el ego y él tomó aquello que ella le ofreció, movida por sus sentimientos. Decir que se arrepintió sería una mentira, pero lo que nunca planeó fue embarazarla. Incluso le hubiera gustado repetir, pero prefirió no insistir.
Llegó a la casa de sus padres y le sorprendió encontrar a Alicia allí, sentada la mesa junto con su familia.
—Buenas noches — saludó en un tono serio, mientras observaba a Alicia, que palideció al verlo —No sabía, que teníamos invitada a cenar.
—Tu mamá y yo, decidimos invitar a la madre de mis nietos a cenar ¿Algún problema hijo?
—No, ninguno, fue un simple comentario — contestó Thiago con evidente molestia.
—Tal vez sea mejor que yo me marche — declaró Alicia, levantándose de la mesa y tomando su bolso. Sin dar tiempo a nada, salió despavorida del comedor, rumbo a la salida.
Aceptó la invitación, solo por la insistencia de los padres de su amiga. Sabía que esto podía verse como algo inapropiado, pero no pudo negarse. Les tenía mucho respeto y cariño y ya suficientemente avergonzada se sentía con ellos, con todo esto del embarazo.
Salió a la calle y la suave brisa de la noche, le golpeó en el rostro. Sintió las náuseas horribles, por lo que decidió caminar un rato, mientras aquella sensación mejoraba.
—¿Qué rayos te pasa, Thiago? —reclamó Iris —Mi amiga siempre ha sido bienvenida en esta casa, ¿por qué eso tendría que cambiar?
—Porque no quiero que tu amiga, se haga ideas que no son en la cabeza — contestó Thiago molesto.
—¿Ideas cómo cuáles? Preguntó Irania, indignada.
—Como que ahora seremos una familia y todo ese chorro de idioteces.
—Pues yo no sé si tú quieres ser partícipe, pero Alicia y mis nietos inevitablemente serán parte de esta familia y en lo personal yo no pienso privarme de compartir con ellos.
—Acabas de humillar a esa chica sin necesidad, Thiago —dijo su padre, en un tono que denotaba decepción.
—Yo… ¿Es que acaso, ustedes no pueden entender, que todo esto es complicado, maldita sea?
—¿Crees que solo lo es, para ti? Y ¿qué hay de ella? Eres un maldito egoísta que solo piensa en sí mismo y que no ve más allá de su nariz. —gritó Iris—. Jamás pensé decir algo como esto, pero te odio, Thiago.
—Iris… — intentó decir él, pero su hermana salió del comedor, dejándolo con la palabra en la boca.
Su madre lo miró con la tristeza, reflejada en los ojos, pero no articuló palabra alguna. Se levantó de la mesa y salió del sitio, en busca de Iris.
Su padre avanzó frente a él y puso su brazo sobre su hombro.
—Puedo entender que todo esto es extraño y nuevo, pero eso no justifica que dejes de ser el hombre ecuánime y justo, que siempre has sido Thiago. Ella va a ser la madre de tus hijos y eso no va a cambiar. De aquí en adelante, habrá un vínculo irrompible entre ustedes y tendrán que verse en múltiples ocasiones por el resto de sus vidas. No te parece que es mejor, que empiecen a ser cordiales desde ahora — dijo su padre.
—Tengo miedo de equivocarme, de crear en ella expectativas, que yo no voy a cumplir, de alimentar sin querer, ese amor que ella siente por mí y ya no quiero hacer nada que la dañe más.
—Me alegro de escuchar esa última parte, hijo, pero estoy seguro de que encontrar la manera de hacerlo, sin que ella se ilusione más contigo, confió en ti.
—Gracias, papá —respondió él, sintiéndose confortado.
—Creo que debes ir por Alicia, no debe andar sola a estas horas.
—Tienes razón, padre —dijo reaccionando de inmediato.
Debía disculparse con ella, explicarle como se sentía y tal vez escucharla a ella también. Iris tenía razón, solo se estaba preocupando por cómo esto le afectaba a él, pero no estaba pensando en ella. Alicia era muy joven, tanto como lo era su hermana, y no tenía idea de cómo estarían en su familia, si fuera a Iris, a la que le estuviera pasando algo como esto.
Salió a la calle y no la vio, por lo que decidió buscar su auto, para ir por ella. No podía haber ido lejos, si se había alejado de allí caminando.