—¡Hola, papi!—dijo Jeny entusiasmada, al ver llegar a Thiago a buscarlos a la escuela.
—Papiiii —gritó Jony, mientras corría hacia su padre.
Se fundieron en un abrazo los tres, mientras las risas se escuchaban. Ese cuadro era familiar para muchos. La alegría de los niños, al ver a su papá, era evidente.
—Queremos helado —pidió Jeny, haciendo un puchero.
—Eso no pasará, al menos no, antes de que almuercen.
—Pero mami nos deja comer helado, sin almorzar —declaró, Jony.
—No creo eso — respondió Thiago.
—Eso es mentira, papi.
—¡Traidora! —exclamó Jony.
—Mentiroso —increpó su hermana.
—¿Qué les parece si vamos a comer y luego los llevo a casa?
—Sííí — respondió la pequeña.
—Podemos buscar a mamá y comer juntos los cuatro —sugirió Jony.
—Me parece una excelente idea.
—Si me prestas tu celular, yo la llamo, papi.
Thiago sacó su celular y se lo pasó a su pequeña, para que llamara a Alicia.
La pequeña discó la llamada, pero aunque el celular timbró tres veces, su mamá no contestó.
—Mami no contesta —dijo Jeny, en un tono triste.
—Puede que esté ocupada con algún cliente. —Alegó Thiago.
—¿Entonces no va a ir a comer con nosotros? —preguntó Jony.
—Marcarle de nuevo, princesita —pidió Thiago, mientras seguía conduciendo. Jeny hizo tal como su padre le pidió, pero el resultado fue el mismo.
—No contesta, papi.
La expresión de tristeza en el rostro de sus hijos, le rompió el corazón, por lo que se le ocurrió una idea.
—¿Qué les parece si vamos a buscarla a su oficina? —sugirió Thiago.
—Sííí —gritaron al unísono.
La oficina de Alicia estaba cerca, por lo que a Thiago no le costaba nada pasar por allí.
—Papi, ¿qué es un novio? —preguntó Jeny, haciendo que su padre casi se choque.
—¿Por qué me preguntas eso? —dijo Thiago, mientras conducía con un poco más de precaución.
—Es que el profesor de arte nos dijo que mi mamá era muy linda y preguntó ¿si tenía novio? —respondió Jony, mientras miraba por la ventana del auto —Y no supimos qué decirle.
—Princesita, un novio, es un monstruo malo que quiere robarse a las niñas y a las mamis — dijo Thiago, serio.
—¿En serio papi?
—Sí, mi amor.
—Entonces no queremos que mi mami tenga novio, porque se la va a querer robar.
—No, mi niña, no queremos eso —expresó Thiago, serio.
Condujo por unos minutos más, hasta llegar al edificio en donde se encontraban las oficinas de Alicia.
Estacionó y bajó el primero, para luego bajar a sus hijos y tomarlos de la mano. Los gemelos estaban próximos a cumplir seis años, por lo que estaban en primer grado.
Entraron al edificio y subieron al despacho, en el elevador. Saludaron a la recepcionista, que les respondió cortésmente.
—¿Mi mami está? —preguntó Jony.
—Sí, cariño, pero creo que está ocupada —respondió la mujer. —Pueden tomar asiento y esperarla.
—Listo, eso haremos —respondió Thiago.
Se pusieron cómodas en la sala de estar. Los niños tomaron unas revistas, que empezaron a ojear, mientras que Thiago se entretuvo revisando su celular. Desde donde estaba, podía observar la puerta de la oficina de Alicia, así que se daría cuenta en cuanto ella se desocupara. Contestó algunos mensajes y por momento observaba a los gemelos reír, por algo que veían en algunas de las revistas.
—¿Papi, crees que mami tarde mucho? —preguntó Jeny, haciendo un tierno puchero.
—Esperemos que no, mi amor —respondió en ese tono dulce, con el que acostumbraba a referirse a su hija.
—Es que tengo mucha hambre.
—También yo, papi —agregó Jony, sobándose la barriguita.
—A ver, vamos a darle unos minutos más y si no, nos vamos y le dejamos un mensaje, para que nos alcance en el restaurante. ¿Les parece?
—Sí papi — respondieron ambos.
Pasaron diez minutos más y justo cuando Thiago iba a levantarse para decirle a sus hijos que se irían, la puerta de la oficina de Alicia se abrió.
(***)
—Me debes una cita, preciosa —dijo el hombre en un tono meloso, mientras miraba a Alicia.
—Sí, lo sé —respondió ella, con una sonrisa deslumbrante y sin poder dejar de mirar al hombre que tenía enfrente.
Con la mano derecha, él acomodó con delicadeza un mechón de cabello, detrás de la oreja de Alicia.
Ella no estaba acostumbrada a ese tipo de gestos y aún le costaba aceptarlos, pero definitivamente que los disfrutaba. Se sentía como una adolescente, que estaba siendo cortejada, por primera vez.