Amanda

Amanda es una chica muy inteligente y responsable. Sus padres dicen que eso se debe a la excelente educación que le han dado. Ha estudiado en las mejores escuelas del país y siempre ha tenido excelentes notas. Los exámenes finales para obtener su título de doceavo grado fueron extremadamente difíciles para todos, excepto para ella, quizás porque estuvo estudiando con cinco meses de antelación.

Sus padres no paran de hablar de lo contentos que están con sus perfectas notas en los últimos semestres. A todos sus amigos y compañeros de trabajo les repiten la misma frase: "Amandita ha tenido las mejores calificaciones del año".La última vez que una amiga de la familia los visitó, le preguntó a Amanda si quería ir a la universidad, una pregunta que pareció ofender a sus padres y que hizo que el corazón de Amanda se agitaba con fuerza debido a la ansiedad.

—Por supuesto que va a estudiar en la universidad, y será una muy buena. Todavía no hemos decidido cuál. Pero de algo estoy segura: Amandita será una gran médica —respondió su madre sin darle oportunidad a su hija de decir una sola palabra, dejándola completamente fuera de la conversación.

Lo que sus padres no sabían era que Amanda quería ser médica, pero no deseaba empezar precisamente el próximo curso. Había estado ahorrando durante los últimos tres años para poder hacer el viaje de sus sueños. La verdad le había sido bastante fácil ahorrar, teniendo en cuenta que no salía nunca con amistades ni iba a ninguna fiesta; esas cosas, según decían sus padres, eran distracciones que sólo podían permitirse las personas que no tenían posibilidades de tener un buen futuro.

Amanda naturalmente no se atrevía a decirles a sus padres que no quería empezar la universidad el próximo curso. La verdad es que no se atrevía a decirles nada de lo que realmente pensaba sobre los estudios, la fiesta o la universidad. Se había esforzado muchísimo en estudiar para sacar excelentes notas en los exámenes finales, con la esperanza de que así sus padres la dejaran posponer la universidad un año. ¡Qué ilusa había sido! Por supuesto que sus padres no se habían contentado con eso, sobre todo su madre, quien parecía que nunca estaba satisfecha y siempre pensaba que Amanda no hacía lo suficiente por su futuro.

Sus padres ya la imaginaban el día de su graduación con título de oro incluido en la escena.

Pero, como todo en esta vida, cuando guardamos algo por mucho tiempo, sobre todo si son sentimientos, tarde o temprano salen a la luz, es decir, terminan siendo expuestos o descubiertos. Un día, mientras Amanda recibía la visita de su única amiga, su madre, al subir a la habitación, no pudo evitar escuchar a su hija hablando sobre el viaje que planeaba hacer a algunos países de Europa.

Después de muchos gritos por parte de los padres de Amanda y miles de reproches sobre cuánto se habían esforzado por su futuro, y que ahora ella quisiera abandonarlo todo para irse a perder el tiempo, quién sabe dónde, la chica terminó diciendo todas las cosas que se había guardado por tanto tiempo: desde la soledad que había sentido en sus años de adolescencia, la presión constante por parte de ellos para que fuera la mejor en todo, los amigos que nunca logró hacer ya que siempre eran estrictos sobre las visitas e influencias "negativas" que podían tener algunos chicos en ella, hasta las invitaciones para salir o ir a fiestas que nunca recibía, ya que no tenía sentido aceptarlas porque nunca la dejaban salir porque tenía que estudiar. Pero la peor de todas esas cosas era su monstruo personal, que le recordaba constantemente que no debía defraudar a sus padres. Ellos lo habían dado todo por ella; ¿cómo iba a fallarles?.

Amanda había enfrentado una parte de su monstruo interno al decirle a sus padres todo lo que sentía. Sin embargo, venció completamente su miedo cuando decidió hacer el viaje que tenía planeado, a pesar de que sus padres no estuvieran totalmente de acuerdo. Ella había dedicado mucho tiempo a complacerlos y hacerlos felices; ahora le tocaba a ella ser feliz.