La pesadilla ha vuelto, me escondo entre las piernas de mamá, aquí nadie puede hacerme daño, aquí nadie me encontrara, ella jamás permitirá que nadie me encuentre y mucho menos me haga daño.
Aun cuando trata de protegerme, un hombre me jala del brazo haciendo que caiga al suelo lastimándome.
—Despídete de este mundo mocoso tonto y tu —observa fijamente a mamá. —Dile adiós a tu hijito, esta es mi venganza.
—Nooo, déjalo Javier.
¿Javier?
Ahora no soy un chiquillo, soy grande y ya no puedo esconderme entre las piernas de mamá, observo mi alrededor y no ubico el lugar en el que me encuentro, busco a mamá y al principio no veo a nada ni a nadie.
Hasta que ya no solo es mamá, ahora también veo a papá, a mis abuelos y la veo a ella sonriéndome, no la conocí lo suficiente como para saber de ella, los recuerdos son vagos conviviendo con ella.
—Ven mi amor, toma mi mano.
Me transmite tanta paz que así lo hago.
Tomo su mano y soy feliz.
Cuando estoy entre sus brazos cálidos me encuentro relajado, ya no pienso en nada ni en nadie, solo me concentro en ella, en sus brazos.
De pronto, todo es obscuridad escucho estruendos. Son balas. Veo mis manos y se encuentran llenas de sangre, ¿de dónde salió todo esto? Busco el origen y son todos, todos se encuentran tirados en el suelo.
—Es tu culpa, han muerto por tu culpa.
Veo su rostro y su risa macabra.
Lloro como una niña, lloro porque nada puede hacer que ellos vuelvan, lloro por mis mamás, por papá, por la abuela, por el abuelo, incluso por mi nana.
—Despierten por favor, no me dejen solo.
Nadie responde, solo escucho su risa, por más que trato no puede salir de mi cabeza.
—Toma mi mano —escucho una voz angelical, ahora no es mamá, todos han desaparecido, incluso la sangre de mis manos y el hombre que reía macabramente tampoco aparece por ningún lado.
No logro ver su rostro, apenas es una ligera silueta, pero siento tanta paz con solo escucharla, con su sola presencia, es una paz tan embriagadora que me quedaría aquí para siempre.
De pronto vuelve la oscuridad, ahora es ella la que cae, es su sangre la que mancha mis manos.
—Noooo
Despierto envuelto en sudor, hace mucho que las pesadillas se volvieron constantes, despierto siempre con una angustian en el pecho que no logro calmar con nada. No sé a qué se debe toda esta situación.
Me levanto y camino hacia la cocina por un vaso de agua, necesito refrescarme y calmar de alguna manera mi corazón acelerado.
—¿Sucede algo hijo?
Oh por Dios, ahora si estoy seguro que me dará un infarto.
Coloco mi mano sobre mi pecho.
—Mamá, acaso piensas matarme de un susto.
—Perdóname hijo, solo que no podía dormir y bajé por un vaso de agua. ¿Tú tampoco podías dormir?
—No es nada mamá, solo que he estado un poco presionado por el trabajo.
—Ven siéntate conmigo. —me siento quedando frente a ella. —Tienes que relajarte, no me gustaría que terminaras obsesionado con el trabajo.
Ese siempre ha sido su preocupación. No quiere que termine como papá, quien hace poco tuvo que tomarse unas vacaciones forzadas por acumular demasiado estrés en el trabajo, y es que los años han pasado y uno no puede pretender seguir con el ritmo de trabajo de hace 20 años.
—Tranquila mamá, todo está bien.
Después de charlar un rato más, nos dirigimos rumbo a nuestra habitación al final de las escaleras.
—Mamá ¿puedo preguntarte algo?
Voltea a verme algo inquieta por lo que vaya a preguntar. Solo asiente como afirmación.
—¿Quién es Javier?
Y a pesar de la luz tenue puedo ver como su rostro termina desencajado y comienza a perder el color de su rostro. No dice nada y no sé cómo interpretar su silencio.
—No lo sé hijo.
Y sin decir más se va.
Busco en lo más escondido de mis recuerdos, dicen que las personas que ves en los sueños es porque en algún momento se cruzaron en tu camino y su rostro es tan claro. Tiene que ser alguien a quien conocí.
Pero ¿Dónde? Soy consciente que no averiguare en estos momentos así que decido cerrar mis ojos y poder dormir por lo menos un par de horas antes de ir a trabajar.
Afortunadamente la pesadilla no vuelve más, pero la voz de la mujer si, suena tan angelical que me quedaría aquí a escucharla toda la eternidad. Puedo jurar que mientras duermo sonrió pensando en ella.