Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 8

Aún y con todos los aportes positivos que representó el tener a Lorie en su vida, las situaciones en el entorno de Sam no se volvieron más fáciles. Al contrario, al parecer todo iba de mal en peor. Cualquier motivo era suficiente para hacer de su vida un infierno; siempre se las ingeniaban para hostigarla constantemente e incluso, las agresiones físicas fueron en aumento. Como cuando adrede le dejaron mal puesto su arnés durante un entrenamiento de descenso y Sam cayó desde una altura considerable, lastimándose de gravedad una de sus piernas.

Como siempre y en lugar de recibir la ayuda inmediata de sus compañeros; éstos no hicieron otra cosa que pasar por encima de ella, burlándose por medio de abiertas y sonoras carcajadas debido a su torpeza.

Fue su oficial a cargo quien, poniéndose en cuidado de los gritos de dolor que lanzaba Sam al aire y viendo la gravedad de su lesión, la envió al hospital con rapidez en donde tuvo que ser ingresada y atendida de inmediato. Se vio forzada a llevar una férula envolviendo su pierna por tres largos meses y aunque el panorama que se vislumbraba frente a ella era turbio y sombrío, no todo fue tan malo de allí en adelante a raíz del penoso incidente.

Sam no tuvo más remedio que volcar su entrenamiento en los campos de tiro. Las maniobras de evacuación y su preparación física se vieron postergados durante todo el tiempo que duró su recuperación; así como los golpes, los insultos y demás agresiones que había recibido hasta ahora.

Se dedicó por completo a asistir a sus clases de manejo de armas y muy pronto notó la facilidad…la forma tan natural que se le hacía el dar justo en el blanco todas las veces que así lo desease y desde la distancia que así lo requiriera.

—Bien hecho, Kendall —pronunció su instructor acercándose hasta ella—. Se nota que naciste con un arma en las manos —le dijo mostrándose muy optimista con su desempeño—. La unidad de francotiradores necesita de activos como tú. Deberías especializarte, serías de mucha ayuda. Continúa entrenando como lo has hecho hasta ahora, ¿me oíste? Lo estás haciendo muy bien.

—Si, señor. Gracias, señor —respondió Sam y continuó con sus ejercicios de tiro sin perder la seriedad de su rostro; pero muy en el fondo agradecía y le complacía en gran manera saber que, por fin, había algo en lo que se destacaba. Su disposición a continuar mejorando creció día con día. Aparte de su carrera como médico necesitaba con urgencia progresar en el área militar. Era un menester que imperaba dentro de ella si quería ajustarse y sentirse parte del entorno que la rodeaba. Le apremiaba integrarse dentro de su unidad.

Para aquel entonces tenía casi un año de estar bajo la tutela de Lorie y gracias a su amiga, muy pronto sobresalió como una de las mejores estudiantes de su clase. No obstante, en cuanto su pierna sanó y se reintegró, una vez más, a los entrenamientos físicos, comenzaron de nuevo las dificultades.

Pero Sam ya no era la misma; se había esforzado demasiado como para dejarse vencer tan fácil, sólo porque a unos cuantos…o a muchos, les incomodaba el que ella estuviese allí, en ese lugar. Se preparó bajo rigurosos entrenamientos físicos que, si bien y para ser sincera con ella misma, no eran su fuerte; por lo menos ahora se sentía lo bastante confiada como para poder defender su integridad física si así le era necesario. Porque aparte de los ataques que recibía de sus compañeros, la bella estudiante y en más de una ocasión, ya había tenido que defenderse de las faltas de respeto y de los abusos de aquellos pacientes que, aprovechándose de una condición médica leve, quisieron propasarse con ella. Esto fue el acabose para Sam y por eso ahora cargaba su arma reglamentaria siempre bajo su uniforme.

Sabía que tenía que estar preparada; resguardar la vida misma si así lo ameritaba cualquier situación en la que se viese envuelta de un pronto a otro. Por lo tanto, las prácticas llevadas a diario en los campos de tiro fue un tema obligatorio, de allí en adelante, dentro de su formación. Llegó a conocer el manejo de cualquier tipo de arma ligera; aparte de las que, por reglamentación, tenía que aprender a utilizar.

La preparación y el accionar de cualquiera de éstas, dando justo en el blanco luego de cada tiro, fue un bien de uso común dentro sus recién adquiridas destrezas. Por lo que la siguiente ocasión en la que Warren quiso pasarse de lista con ella, no se topó con la misma Samanta de siempre.

En cuanto la vio pasar, ésta puso el pie frente a ella, haciéndola caer con fuerza contra el duro pavimento que revestía el piso del área de entrenamientos. Sam si acaso tuvo tiempo de poner ambas manos frente a ella, evitando así dejar los dientes tirados por todo el lugar.

En seguida las burlas y las risotadas de todos los que rodeaban aquella poética escena, puso a hervir la sangre que corría con violencia dentro de sus venas.

Sam se incorporó del suelo con la ayuda de un solo salto y se fue encima de Warren con la fuerza de todo su peso. Ambas cayeron rodando sobre sus cuerpos y aunque logró acertar un par de sonados puños sobre el rostro de la mujer, a Warren no se le hizo muy complicado someter de nuevo a Sam bajo el peso de su corpulenta figura. La verdad es que no necesitó de mucho esfuerzo para demostrar ante ella y ante los demás, su superioridad física sobre la frágil, pero aún así, transformada figura de la chica.




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