Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 12

Los planes de una educación avanzada tuvieron que ser pospuestos allí mismo. No así, Lorie le indicó a Sam que no se preocupara; pues en cuanto ella estuviese de regreso su amiga estaría allí, esperándola y sus estudios retomarían su curso según lo habían hablado.

—Ve y cumple con tu deber —le dijo aquella mañana antes de que Sam abordase el vuelo que la alejaría de ella por mucho…mucho tiempo.

Su primer despliegue sería por un período de nueve meses; así que tenía que reportarse e integrarse a la unidad de rescate aéreo a la cual había sido asignada. Su disposición fue inmediata y no hubo rastro de conmiseración, ni pena alguna, otorgada hacia su propia persona. Un decidido espíritu de responsabilidad y servicio que se adueñó de ella en el momento indicado. Como cuando otorgan el boleto preciso justo en el momento de abordar un vuelo determinado. No fue antes ni después; el valor se integró en sus venas como un torrente que recorrió todo su cuerpo y la puso a disposición de sus superiores.

Aún así la asignación para la cual estuvo entrenándose física y mentalmente por tanto tiempo, no la prepararía por completo para afrontar el horror y el estrés al que se vio sometida durante todo ese período.

Verse cara a cara con la muerte fue un menester diario, de allí en adelante, en medio de sus ocupaciones de médico. Ella junto con sus compañeros de equipo, incursionando a través de la amenaza de un territorio hostil; con el único objetivo de remover de la zona de batalla, a todos los compatriotas heridos en acción. Intentando salvarles la vida en pleno vuelo, mientras lograban llegar en el menor tiempo posible al hospital de la base. Los mismos civiles, en muchas ocasiones, caían también siendo víctimas del fuego cruzado o tenían la mala fortuna de terminar mutilados al pisar alguna mina. Y si las órdenes llegaban y si así lo disponían los mandos superiores, al seguir sus propias tácticas de guerra, ellos estaban en el deber de obedecer y salir de inmediato en su rescate.

En muchas ocasiones el temible silbido de los misiles, cortaba el aire a su paso, en un empecinado intento por derribar el helicóptero en el que el equipo médico viajaba. Se introducía con dolor en los oídos de todos sus ocupantes. Un escalofriante recuerdo que acompañaría a Sam de allí y en más. No obstante, el trabajo de todos en la unidad, incluido el de ella misma, no era el temer por sus vidas; sino, más bien, todo lo contrario. Velar por los demás y emprender una carrera desesperada contra el tiempo, mientras intentaban arrebatar de la muerte a los suyos y a quienes quiera que fuesen enviados a rescatar.

Otras veces simplemente los enviaban a recoger cuerpos sin vida. Soldados caídos en acción, con la única misión de preservar sus restos intactos a expensas de su propia seguridad. Pero esto no les importaba, pues todos ellos sabían que éstos debían ser enviados a casa, junto a sus familiares. Y que, de este modo, pudiesen recibir una despedida apropiada; con todos los honores que se merecían al haber brindado sus vidas en servicio de su país, así como ellos mismos lo hacían.

Experiencias bastante duras y traumáticas como para ser pasadas por alto, haciendo de cuenta que no habían sucedido. Sin embargo, Sam sirvió con honor y valor, como cualquier otro soldado que hubiese estado en su lugar y el cual había sido preparado con toda propiedad para aquello.

Cada día, cada guardia y cada misión; siempre lista para salir en cualquier momento bajo las órdenes emitidas. La chica débil, mimada y caprichosa de papá había quedado, de un pronto a otro, en el olvido. Dueña de sus propias emociones a la hora de actuar. Una profesional entrenada y altamente calificada, con un amplio sentido de responsabilidad y disciplina, había tomado el lugar de aquella niña desordenada. Llegó a conocer el verdadero significado de servir…su deber por servir. Cumplir con su equipo y con todos aquellos que confiaban su vida en ella, haciendo éstos lo mismo por su persona. Ángeles guardianes que se cubrían la espalda unos a otros en pro del bienestar de sus semejantes y en favor del servicio que brindaban.

Morir en acción aún despertaba en ella un inevitable temor. Una emoción humana bastante comprensible, más no invencible; pues ahora no se dejaba gobernar por sus debilidades. No volver a saber de los suyos y de su hija era lo único que la atormentaba. Si se llegaba a dar un fatal desenlace mientras se encontraba cumpliendo con su deber….bueno, eso sería algo muy lamentable. Ya que aún y con todo, muy en el fondo, Sam guardaba la esperanza de un milagro. Un reencuentro dentro del cual su razón le dictaba, de una forma muy fehaciente, jamás sucedería. Mas dejando todo aquello de lado, si debía morir pensaba que para ella estaría bien; mientras que fuese rápido no tenía ningún problema con ello. Ahora que si llegaban a capturarlos y tomarlos prisioneros…No, eso no lo quería ni pensar.

Al cabo de los primeros nueve meses, Sam se encontraba ya preparada para retornar a sus habituales funciones en su antigua base. Comenzaría con sus estudios de especialización hasta que fuese asignada a un nuevo despliegue; pero cualquier tipo de cambio dentro de su rutina diaria le era bueno en ese momento, por lo menos mientras se reponía un poco de todo aquello. Servir en el hospital junto con Lorie fue una experiencia muy dura, algo que recordaba muy bien; sin embargo, no había punto de comparación con sus funciones actuales y por ello le resultaba agradable pensar en volver junto a su amiga y sus malvados compañeros, al menos por un tiempo.




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