Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 22

—¡Cielos! —Pronunció Sam invadida de sobresaltos y girando el cuerpo hacia la oscuridad, buscó el origen de aquella voz con el temor de su mirada.

—Lo siento —pronunció Crowe de inmediato, se impulsó de su silla y se puso de pie—, no quise asustarla —le dijo y dejando atrás su escondite, caminó hacia ella y se dejó ver.

—No, yo…no se preocupe —comenzó a decir Sam en medio de una risita nerviosa. Su mano aún sostenía su pecho a causa del susto afrontado—. No me percaté de que estuviese allí. Es usted más sigiloso que un ratón.

—Bueno, tenía mis razones para serlo —reveló él como una verdad a medias; mas jamás le dejó saber el deleite que su figura recreó dentro de sus pupilas por tanto tiempo—. Pero, no ha respondido usted a mi pregunta —le dijo el Capitán.

—¿Ah, no? —Titubeó Sam sin saber qué contestar y elevando la mirada hacia él con temor permaneció muda. Porque si se había metido en problemas…

—¿Es la primera vez que viene? —Repitió él interviniendo en sus pensamientos.

—No, yo, bueno. Si…si, es la primera vez que vengo.

—Claro, lo imaginé —respondió Crowe a través de una tenue sonrisa—. De lo contrario, estoy seguro, que la habría recordado.

—¿Ah, si?

—Por supuesto.

—Estoy en líos, ¿no es así? —Se dejó ir Sam con sus zozobras delante de él—. ¿Me va a denunciar?

—¡¿Qué?!...¡No! —Pronunció Crowe de inmediato por medio de alteradas reacciones—. Usted piensa que yo soy un ogro, ¿no es así?

—No, señor, es que…

—Ya le he dicho que no me llame señor, Samanta…por favor, se lo suplico. Mi nombre es Richard.

—Lo sé —respondió Sam y se apresuró, entonces, a esconder de él su rostro. Pues sintió morir cuando sus mejillas se encendieron en fuego una vez más—. «¡Ay, esto no puede ser!», se recriminó a sí misma.

—Además, si yo la denunciara tendría que denunciarme a mí mismo, ¿no le parece? —Le dijo éste sosteniendo la mirada, muy firme, sobre ella.

—Eso mismo pensé yo —pronunció Sam con timidez y elevando el rostro hasta él enfrentó, con valentía, aquella mirada.

—Ah, ¿entonces, pensaba usted delatarme?

—Sólo si usted lo hacía conmigo —respondió ella en su sinceridad. Desencadenando, allí mismo, las fuertes risotadas por parte del Capitán.

—Eso me parece algo muy justo, ¿sabe? —le dijo éste—. Entonces, ¿qué le parece si hacemos un trato? Nadie denuncia a nadie y por esta noche hacemos de cuenta que sólo somos un par de amigos pasándola bien, ¿le parece? Ni yo soy su superior, ni usted es la chica que, por lo que veo —pronunció el Capitán recorriendo con abiertas miradas la silueta de Sam—, rompió esta noche todas las reglas de la base militar con su indumentaria.

El azorado rostro de Sam comenzó a mirar hacia todos lados sin saber dónde esconderse.

—Si, yo… —comenzó a tartamudear delante de él—. Lo que sucede, es que yo…No vaya a pensar usted mal, es que…

—Está bien —le dijo él calmando así los desatinos de su voz—, yo no le estoy reclamando nada. Por esta noche somos cómplices, ¿recuerda? Además, se ve usted muy bella —pronunció Crowe desatando al instante los temblores en el cuerpo de Sam.

Su boca estaba tan seca que tomó la cerveza, una vez más, entre sus manos y bebió un hondo trago frente a él.

—Hace mucho calor, ¿no le parece? —Comentó Crowe haciendo lo mismo. Se llevó la botella a los labios y bebió.

—Si —contestó Sam y limpiando, con cuidado, los residuos del trago derramado en la comisura de su boca, le sonrió—. ¿Y acostumbra usted venir muy seguido por acá? —Le preguntó intentando disimular el nerviosismo que el Capitán producía en ella.

—Cada vez que tengo algún tiempo libre —respondió éste. Dejó reposar su corpulenta figura sobre la barandilla de madera y permaneció bebiendo hasta que, viendo la botella vacía, la dejó a un lado de su cuerpo—. Usted ya sabe —continuó diciendo—, la verdad es que aquí no hay mucho de dónde escoger.

—Si, pero este es un agradable lugar o al menos así me lo ha parecido hasta el momento.

Crowe arqueó las cejas mientras la volvía a ver.

—Si usted lo dice. Yooo…en realidad prefiero un buen restaurante con vista al mar. Una deliciosa cena a la luz de las velas y luego dar una larga y agradable caminata a través de la playa. Si, eso sería lo ideal —pronunció frente a ella con la mirada puesta sobre sus alucinaciones—. En verdad extraño eso —le dijo poniendo un punto de nostalgia sobre su pronunciar—. Sabe, sólo por vivir una experiencia así, sería capaz de tomar un avión esta misma noche para volver a casa.

—Bueno, así como usted lo describe —Se apresuró a pronunciar Sam—, es algo que suena muy tentador. Yo creo que cualquiera correría a casa únicamente por experimentar algo similar.

—¿Usted tiene algún motivo por el cuál regresaría mañana mismo a su hogar? —Preguntó el Capitán poniendo todos sus intereses sobre su respuesta.

Sam no necesitó pensarlo dos veces; pues sabía que volvería de inmediato a casa sólo por su hija. Pero, por supuesto que no iba a decir algo así en frente del Capitán y por ello se salió enseguida por la tangente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.