Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 31

El tiempo continuó con su curso y cuando el General Crowe visitó, aquella tarde, la base aérea en la que se encontraba su hijo. Lo descubrió a lo lejos y hablando, de un modo bastante placentero, con una linda chica. Observó la forma en la que éste mantenía una pose simple y relajada frente a ella. Riendo a grandes voces y a brazos cruzados, mientras su fornida estructura se dejaba caer sobre la puerta del hangar. Luego fue testigo de cómo esa misma joven, simplemente se acercaba hasta él y éste la recibía entre sus brazos sin renunciar a la comodidad de su postura. Elevaba el rostro de la chica con una sola de sus manos y le asignaba un largo y acaramelado beso sobre los labios. Después advirtió como ella, sin más preámbulo, daba media vuelta y salía de allí, dejando a su hijo con una tonta sonrisa dibujada en el rostro.

Un bobo gesto de contemplación que se borró al instante, en cuanto Richard descubrió a la imponente figura del General mirándole a lo lejos. Dejó de lado la informalidad de sus movimientos y adoptó la firme postura que se mantuvo inmóvil hasta que su superior terminó de acercarse a él. Entonces extendió ante éste el saludo militar correspondiente y el cual debía brindar ante cualquier oficial que fuese de un rango mayor.

—Descanse, Capitán —escuchó decir, allí mismo, al General.

—¡Si, señor! ¡Gracias, señor! —Respondió éste alto, fuerte y resonante. Quitó la mano de su frente y se mantuvo muy firme delante de su presencia.

—Es una hermosa mujer, ¿quién es? —Preguntó de seguido el General y volviendo el rostro hacia su hijo, esperó por una inmediata contestación.

—No es nadie, señor —Fue la abrupta respuesta que brindó el Capitán. Sin dejar de mirar hacia el frente y manteniendo delante de su padre la seriedad del bravío semblante que siempre lo caracterizara.

El General esbozó al instante una maliciosa sonrisa impregnada de disconformidad.

—Hijo —le dijo poniendo la mano sobre su hombro—, no creo que a esa linda jovencita le agrade mucho el que te expreses así, de esa forma tan despectiva de ella.

El semblante de Richard se endureció aún más.

—¿A qué viniste, General? —Pronunció de inmediato. Sin ocultar el fastidio de su voz y volviendo el rostro hacia su padre, lo enfrentó de lleno con la mirada.

—¿Esa es la forma en la que recibes a tu padre después de dos largos años sin verle?

—Tres —lo corrigió Richard y continuó sobre él con la impaciencia puesta sobre sus ojos.

Él jamás habría negado de esa forma a Sam si hubiese sido cualquier otra persona quien preguntase por ella; mas tratándose de su padre…o más bien del General, todo era distinto. No lo quería cerca de ella, ni del trascendental papel que ejercía su amor sobre su vida. No con todas aquellas ideologías y tontas reglas militarizadas. Ordenando y disponiendo de sus vidas como lo había hecho siempre con él y con su hermano ya fallecido.

Porque más que un padre, éste fue siempre para ellos un oficial superior y al cual tenían el deber de atender. Acatando a cabalidad y de forma constante, todas y cada una de sus disposiciones y reglamentos. Desde su primera infancia, Richard nunca supo lo que fue dirigirse hacia su padre como tal; sino que, sosteniendo los designios militarizados de éste, tenían que llamarle de acuerdo al rango que el oficial ostentase en aquel momento.

Y luego, cuando ambos chicos se convirtieron en hombres de guerra al igual que su padre; el gran orgullo del General fue siempre su hijo mayor. El Teniente Coronel Crowe; quien para la honra de su patria y de su engrandecido progenitor, perdió la vida en entrega de lo que el General siempre consideró, era más importante que la existencia misma. Y esto era el privilegio y la gloria de pertenecer a la orden de los oficiales caídos heroicamente en acción. No pudo recibir mayor supremacía que la que su propio primogénito le otorgó en aquel momento, al haber éste entregado la vida en favor de su nombre y de su nación.

Y aunque Richard fue siempre también motivo de gran orgullo para éste; aún no había logrado llenar las expectativas del General con respecto al avance de su carrera militar y como primer ejemplo de aquello, fueron los abiertos reclamos que otorgó el General casi que sobre el rostro de su hijo, preguntándole por qué éste aún ostentaba el grado de Capitán; cuando ya era de merecer que, al menos, fuese Mayor.

—Tu hermano ya lo era a una edad mucho más temprana que la tuya —le dijo, recalcando el dato delante de los insolentes gestos que se reprodujeron en el rostro de Richard; quien no hizo otra cosa que reír con sarcasmo delante de su padre—.  ¿Te causan mucha gracia mis palabras, muchacho? —Le advirtió el General haciéndole retraer el semblante allí mismo—. ¿Acaso es que no has hecho los méritos suficientes como para obtener tu promoción? ¿Por qué es que no has aplicado aún para agilizar tu nombramiento?

—Porque me siento muy conforme con el rango que tengo por el momento, General —respondió Richard sin tanto aspaviento—. No veo la importancia de entrar en ese tipo de debates.

—Pues deberías darle la importancia que se merece al porvenir de tu carrera. Tu futuro y tu solvencia económica dependen, por completo, de los avances que logres obtener en tus años de servicio y por lo que acabo de ver —se preocupó en señalar el General, ciñéndose sobre los ojos de su hijo—, pienso que deberías asegurar un buen plan de retiro para que tu esposa y tus hijos estén bien provistos de todo y cuanto necesiten…




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