Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 38

Pese a las quejas y los estridentes gritos del General, ya todo estaba decidido. El bebé nacería dentro de tres meses y ellos se casarían en siete; como así lo dispuso la misma Samanta, pues ella insistió en que la unión se diese el mismo día de su tercer aniversario. Ni un día antes, ni un día después. Significaba mucho para su cursilería, llena de enamoramientos, que el evento fuese en la misma fecha en la que sus vidas se unieron y en la que, dos años después, fue anunciado su compromiso y la llegada de su bebé. Ahora también, aquella fecha, sería representativa del día de su boda y no podía mostrarse más emocionada por ello; así que Richard aceptó todas sus disposiciones sin objetar ni una sola palabra delante de ella y por eso, de igual forma, continuaba delante de su padre; exponiéndole todo aquello, sin importarle las violentas reacciones de éste.

Ya que el General se elevó de su escritorio y se fue sobre él. Lo despojó de todo su equipo y le arrancó las insignias de un solo tirón, rompiendo la tela de su uniforme y lo tumbó sobre la silla que tenía en frente, por medio de un severo empujón. Comenzó a gritarle directo en el rostro acerca de la vergüenza, la deshonra y el desmerecimiento que todas aquellas insignias representaban ahora para él.

—¡Eres un cobarde! —Terminó de escupir éste sobre el semblante fiero e inamovible que el Capitán se encargó de mantener a toda hora frente a su superior.

—¿Ya terminaste? —Fue la única reacción que mostró hacia todo aquello y recibiendo, allí mismo, una bofetada en el rostro como una única respuesta por parte del General, Richard no hizo más que lamerse la sangre que comenzó a salir de su boca—. Si, creo que ya terminaste —le dijo y poniéndose en pie frente a su padre, erigió el debido saludo que debía mostrar ante el General y dando media vuelta, comenzó a buscar la salida de su oficina.

—Hijo, por favor —Lo escuchó decir antes de poder tomar, siquiera, el pomo de la puerta—, no hagas esto.

—Yo no vine hasta acá para discutir nada contigo, General —mencionó Richard sin dejar de darle la espalda—. Yo vine para mostrar mis respetos delante de ti, que eres mi superior. Pero, ante todo creo yo, también eres mi padre y por eso quise informarte de mis futuros planes; así que no te confundas. Si quieres formar parte o no de la vida de tu nieto, es una decisión que te pertenece sólo a ti y a nadie más. Yo ya no tengo nada que ver con eso —le dijo Richard volteándose tan sólo para mirarle—. Al fin y al cabo, será mi hijo el que perpetúe tu nombre a la posteridad, ¿no es así, General Crowe? Quien saldrá perdiendo serás tú si decides privarte de él…no mi hijo.

—¡Espera! —Gruñó el General, deteniendo así la vertiginosa salida de Richard y viéndose sin más remedio aceptó la derrota…pero a medias—. Estoy dispuesto a aceptar la vergüenza de tu deserción —le dijo—, si tan sólo me prometes que formarás de una manera adecuada a tus hijos para que, en un futuro lejano y cuando éstos alcancen su mayoría de edad, se enlisten en las fuerzas y sirvan de igual forma o incluso, de un modo superior, como lo hicieron tú y tu hermano.

Mas Richard, al escuchar todo aquello, no pudo hacer otra cosa que dejar salir, frente al General, un hondo y escandaloso bufido de exasperación.

—¿Acaso piensas que yo voy a manipular a mis hijos para adecuarlos a tus formas, General? Yo mismo estoy abandonando esta vida para poder darles mejores opciones que las que tú nos diste a mí o mi hermano. Serán ellos mismos, en su adultez, quienes decidan si quieren formarse o no para servir.

—¡Entonces, roguemos porque éstos tengan un mayor juicio que el que posee su padre! —Profirió el General en contra de Richard. El ahogo enfurecido de su voz le hizo arremeter con gran ira en contra de la superficie de su escritorio. Derribó toda la papelería que se hallaba sobre ésta y se dejó caer con el peso de su puño encolerizado en contra de la madera—. ¡Tú nunca antes habías renegado de tus funciones, Richard!…¿Por qué…por qué estás haciendo esto, Capitán? ¿Acaso fue esa joven? ¿Es ella quien te ha convencido de hacer tod…

—¡No te atrevas a inmiscuirla en esto! —Se lanzó Richard sobre su padre obligándole a callar—. Ella lo único que ha hecho es apoyarme en todas y en cada una de mis decisiones. Soy yo quien lo está decidiendo…Soy yo quien está anunciándolo y por ende ejecutándolo; así que guárdate cualquier tipo de comentario que puedas tener acerca de ella. Quien no hace más que velar por el continuo bienestar de tu nieto y más bien, ¡apresúrate a agilizar su traslado a casa lo más pronto posible! Antes de que las cosas empeoren, como sabes muy bien que sucederá.

—¿Piensas eludir la situación que se avecina?

—Por supuesto que no —Fue la inmediata respuesta que le brindó Richard al General—. ¿Alguna vez lo he hecho?

—No, claro que no —respondió éste—. ¡Eres mi hijo!

—Entonces, ya basta de reclamos —demandó Richard al instante—. Cumpliré a cabalidad con todas y cada una de mis órdenes y llevaré al término todas las misiones encomendadas. Después de eso, me iré y espero no tener que escuchar más protestas de tu parte, General.

Richard le dio la espalda una vez más y comenzó a buscar de nuevo la salida.

—Si tu hermano me hubiese dado descendencia, yo jamás habría protestado por causa de tu renuncia…por tu inminente deshonra —pronunció el General deteniendo abruptamente los pasos de Richard.

—¿A qué te refieres con eso? —Preguntó él de inmediato.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.