Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 44

—¿Amor?

Richard despertó en medio de la noche y se dio cuenta de que Sam no se hallaba a su lado; así que incorporó medio cuerpo sobre la cama y se apoyó sobre uno de sus codos recorriendo con la mirada la pequeña habitación.

—Aquí estoy —respondió ella de inmediato. Se encontraba de pie, frente al diminuto y único ventanal que poseía el encerrado cubículo en donde se encontraban.

—¿Qué haces ahí, cielo? Es más de media noche, vuelve a la cama. Recuerda que debes descansar.

No así, la figura de Sam se mantuvo inmersa en medio de la oscuridad que los rodeaba, con el semblante dubitativo y los gestos apagados, perdidos en el continuo suspirar que la llevaba a mirar de forma constante hacia las afueras de la habitación.

—¿Qué pasa? —Preguntó Richard y saliendo de la cama se acercó hasta ella por detrás y la envolvió con sus brazos—. ¿Qué tienes, mi amor?

Las manos de Sam se aferraron a la fortaleza de aquellos brazos y confortó sus mejillas en el continuo roce de su piel.

—Es que…

—¿Qué sucede? Dime, sabes que puedes confiar en mí, ¿no es así?

—Si, mi amor, yo sé.

—¿Entonces?

—Es que, si hubieses visto lo humildes que son, amor. Esas personas no tienen quién las ayude, tampoco quién les brinde atención médica. Es gente en pobreza extrema, Richard. Ellos jamás podrían tener acceso a un servicio profesional y calificado como el que tanto necesitan.

—Como el que tú podrías brindarles, ¿no es así?

—Así es, mi amor —respondió ella y girando el cuerpo hacia Richard, escondió el rostro embargado de pena sobre su pecho—. Hay una niña que está en estado y está próxima a dar a luz —le dijo elevando el rostro hasta él—. Es muy joven, mi amor, tan sólo una adolescente. Justo como lo era yo cuando nació mi pequeña y sé que algo no anda bien…lo sé. Si no regreso mañana a la aldea y algo le sucede, jamás podré perdonármelo.

—¿Y con esto me estás queriendo decir…? —Pronunció él dejando la interrogante en el aire.

—Nada, no te estoy queriendo decir nada —le dijo Sam ocupándose de retornar a su viejo lugar frente a la ventana—. Pero, si debo rogarte que, por favor, no te opongas a que regrese a primera hora a ese lugar.

—Pero, mi amor…

—Si, ya lo sé —le contestó ella sujetándose de las cortinas con ambas manos—. No tienes que recordarme los riesgos. Sé que tienes toda la razón al mostrarte en desacuerdo; pero…si tan sólo hubieses visto cuan agradecidos estaban con el equipo médico que viajó hasta allá, mi amor. La alegría y el descanso de sus trabajados rostros en cuanto nos vieron llegar. Sé que cambiarías de opinión, Richard —Y Sam sonrió, de inmediato, al pronunciar esto mientras giraba y dejaba aflorar aquella misma sonrisa frente a él; pues recordó las naranjas, las bananas, las piñas y hasta una gallina que, retorciéndose espantosamente entre sus dedos, fue puesta en sus manos como muestra de agradecimiento hacia ella—. Me llenaron de tantos obsequios, mi amor, lo hubieses visto. Objetos que tal vez carecen de un gran valor monetario, pero que para ellos y debido a su humilde condición, significan demasiado. Yo les prometí que estaría mañana allí antes del amanecer y ahora se sentirán defraudados porque pensarán que les mentí y los abandoné…Mi amor, por favor.

El rostro de Richard no logró relajarse sino hasta después del hondo y apretado suspiro que dejó escapar de su pecho, dio media vuelta y caminó hasta la cama sentándose sobre ésta. Sam le siguió los pasos y permaneciendo en pie, se acomodó en medio de sus piernas. Dejando la prominencia de su vientre a merced de los muchos besos y las caricias que ahora recibía de él.

—Comprendo todo lo que dices, mi amor —comenzó a pronunciar Richard—, hasta la última palabra. No quiero que vayas a pensar que no es así. Estoy de acuerdo en todo lo que haces y con la forma en la que piensas…créeme. Es muy noble de tu parte el querer ayudar a esas personas con lo que esté a tu alcance. Pero, mi amor, yooo…yo tengo que decirte. Este no es el momento de anteponer tu profesión a lo que realmente es importante, tienes que intentar dejar de salvar al mundo y concentrarte en ser la madre de nuestro hijo. Sabes que no es una buena idea el exponerte así, de esa forma. Permanecer fuera y en un lugar que prácticamente no conocemos, es demasiado peligroso. Viajando y trabajando tantas horas debajo de aquel sol tan abrasador y con ese calor, no es bueno para ti ni para el bebé. Te preocupas demasiado por las demás personas, mi amor y esa es una entre las miles de razones por las cuales te amo tanto. Pero en este momento, aquí y ahora, tu mayor prioridad debe ser esta pequeña personita que se encuentra creciendo dentro de ti —Otorgando un beso más sobre su vientre, Richard se elevó sobre ella y tomó con ternura el inicio de su barbilla, hasta llevarla a sus labios—. Yo sé muy bien que tú comprendes todo lo que te acabo de decir, amor.




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