Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 47

—¡Dra. Kendall, no vas a creer esto!

Wendy ingresó precipitadamente a la desbalijada alcoba en la que Sam aún se encontraba descansando en medio de la mañana.

—¿Qué sucede? —Reaccionó ella e incorporándose con rapidez del grumoso colchón, sintió como miles de agujas se incrustaban en su espalda baja. Y sosteniéndose el vientre con evidentes signos de dolor puestos sobre el rostro, respiró hondo y de forma pausada hasta que se le pasó la contracción.

—Llegó la orden que habilita el traslado de la joven a uno de los hospitales en el exterior.

—¡Ja! —Dejó escapar Sam en señal de burla y mezclándola con su indignación, se dejó caer de nuevo sobre la cama—. Aunque, pensándolo bien —pronunció luego de unos pocos segundos—. Bríndales el informe y habilita el traslado para que ella y el bebé reciban atención de primera mano. Estando allá no tendrán más remedio que recibirla.

—Por supuesto que lo haré —convino Wendy con la doctora y en medio de una amena sonrisa, cargada de complicidad, salió de la habitación.

Se fue cerrando la puerta tras ella; pero no pasaron más de cinco minutos cuando ya se hallaba de vuelta invadiendo, sin siquiera tocar, los aposentos de Sam. Sus mejillas se mostraban coloradas y sus pecas amenazaban con explotar de su rostro como si fuesen fuegos pirotécnicos.

—¿Y ahora qué? —Preguntó Sam.

—Los de transporte aéreo se niegan a hacer el abordaje. Dicen que tienes que ser tú misma quien les brinde el reporte escrito sobre el caso y sobre todo lo ocurrido la noche anterior.

—¡¿Qué?! —Pronunció Sam incorporándose, una vez más, de la cama.

—Esas fueron las órdenes directas que me dio el Capitán de la brigada y también quiere escuchar tu versión verbal de lo acontecido. ¿Qué te parece eso, ah?

—¡Ushhh…Estos malnacidos! —Pronunció Sam saliendo de la cama y pasando al lado de Wendy, arrebató los documentos de sus manos—. Pero me van a oír.

¿Qué acaso no iba firmado el reporte médico ya por ella? ¿Qué más podría necesitar ese bueno para nada para cumplir con su deber? ¿Una invitación cordial para que hiciese su trabajo? Y encaminándose hacia la puerta, con los pasos de Wendy manteniéndose muy firmes a su lado, Sam se preparó, con la furia de su rostro y el filo de su lengua, lista para dejarlos ir en contra del estúpido oficial.

—¡U, ju, ju, ju, ju! ¡Pero, ¿qué putas le pasó, Doc?! ¿Qué mierdas es esto?...¿Acaso se tragó una pelota de baloncesto? —Pronunció éste en cuanto la sintió llegar.

Sam detuvo allí mismo su enfurecido avance y la ira, junto con las injurias, se le extraviaron en las amplias sonrisas que dejó aflorar, de inmediato, en frente de su compañero.

—¡¿Gabriel Cooper?! —Pronunció, entonces, por todo lo alto y terminando de llegar hasta él, le extendió la mano.

—Cooper, Doc. Tan sólo Cooper. Ya se lo he dicho demasiadas veces como para continuar repitiéndoselo —le dijo éste y obviando el saludo tan formal que ella le brindaba, la tomó y la estrechó con fuerza entre sus brazos.

—Pero, ¿qué diablos estás haciendo aquí?

—Eso mismo es lo que me estoy preguntando yo, Doc. ¿Qué hace usted en un maldito lugar como este? Tenía que cerciorarme, con mis propios ojos, que era usted quien firmaba el informe médico, por eso la mandé a llamar —le dijo.

Mas repasando la figura de Sam, una vez más y de arriba abajo, Cooper miró el enorme balón que se ajustaba dentro de aquella blusa maternal; entonces surgió, de inmediato, una hipótesis al respecto.

—¿Quién le hizo esto, Doc? Dígamelo y le daré cacería hasta romperle la puta madre al malnacido.

—No tienes que romperle nada a nadie —le dijo ella entre sonrisas de camaradería.

—Entonces, ¿fue algo consensuado?

—Por supuesto que si, idiota —respondió ella—. Si no por qué crees que estoy aquí. Al parecer a este lugar es a donde envían a los que ya no somos aptos para servir.

—Al parecer —secundó éste aquellos términos y sin poder dejar de ver aquella gran barriga puesta frente a sus ojos, continuó con sus burlas.

—Imbécil —le dijo Sam y estrelló su puño contra el pecho de Cooper.

—¡Ouch! —Se encogió éste por medio de un leve quejido.

Ambos soltaron la risotada, tal como en los viejos tiempos. Bromas, insultos, agravios e incluso golpes, pero al final todos tan amigos como siempre. Wendy no hizo más que sacudir la cabeza en repetidas ocasiones, dio media vuelta y salió de allí para preparar el traslado de la joven y su bebé. No entendía y tampoco conocía el vínculo tan grande que unía a ese par. Ellos dos fueron los únicos sobrevivientes de su unidad y tanto era el cariño que se guardaban entre sí, que Cooper se apresuró a preguntar para cuándo estaba la llegada de su pequeño sobrino y cuando se enteró de que el padre del bebé era, nada más y nada menos, que el afamado Capitán Crowe, éste no tardó en desempeñar su papel de hermano mayor en frente de la Doc.

—Dígale a Crowe que no sea tan hijo de puta, Doc. ¿Cómo es que ese maldito la tiene refundida aquí, cuando debería estar usted en casa con todos los cuidados que necesita? Si lo tuviera en frente le diría todas sus verdades al malnacido.




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