Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 48

—No es nada…¡Ouch! No es nada —Consiguió decir ella entre gestos cargados de dolor. Comenzó a respirar en repetidas ocasiones y asida aún con fuerza de la mano de su amigo, esperó con paciencia a que el dolor se fuese de a poco—. Aún no ha llegado mi hora —le dijo—; así que quita esa cara de tonto, Cooper. No entres en pánico. Son sólo las secuelas del largo viaje que me vi forzada hacer ayer. Unos pocos días de descanso y estaré como nueva, te lo juro.

No así el cos, cos, cos, cos del Dr. Grace se les atravesó por el camino y la mirada de Cooper se fue detrás de aquella tuberculosa y vieja dolencia que arrastraba el tísico anciano.

—¿Y ese quién es?

—Es el Dr. Grace.

—¡¿Dr. Grace?! ¿Pero, qué mierdas es este puto lugar? ¿La casa de la risa? No veo más que mujeres a punto de parir y viejos con un pie sobre la tumba, jugando a ser el personal médico de una maldita estructura que está a punto de colapsar.

—¡Cállate! —Profirió Sam en contra del muy estúpido.

—Pues para mí que ese viejo también necesita que lo atiendan y usted, diga lo que diga —pronunció Cooper en contra de ella mientras la señalaba con el dedo—. Necesita que la vea un médico.

—Yo creo que el Capitán, aquí presente, tiene razón —apareció Wendy de pronto e inmiscuyéndose de una en la conversación, comenzó a hablar—. Has estado bajo mucha presión física y mental, deberíamos ir. Además, al Dr. Grace no le haría nada mal recibir algo de atención, hace muchos años que no se hace revisar en un verdadero hospital.

Esto último puso a Sam en serios aprietos; por supuesto que quería la mejor de las atenciones para aquel pobre anciano y su larga trayectoria; pero es que…«Richard», pensó Sam sin saber qué hacer y deteniéndose a meditar en todo aquello se frotaba las manos, la una contra la otra, en una evidente muestra de indecisión.

—Hágale caso a esta preciosura, Doc —pronunció Cooper, provocando que las mejillas de Wendy se encendieran tanto como el fuego de sus cabellos—. Yo mismo me comprometo a escoltarla de vuelta hasta la base esta misma tarde.

Wendy se apresuró y prometió lo mismo; así que viéndose contra la pared y siendo presa de tantas atenciones y de tantos ruegos, por parte de ellos. Sam no tuvo más remedio que aceptar. Además, le agradó la idea de poder acompañar a la nueva madre y a su pequeño para asegurarse de que fuesen bien recibidos en aquel lugar.

Cooper no esperó más, en menos de cinco minutos el helicóptero descendía en medio de la plazoleta y con todos los presentes en el viejo edificio estando a bordo. Se elevaron por los aires y emprendieron el largo recorrido hasta la siguiente base militar.

—¡Ahh…por fin! —Se alzaron aquellas palabras con voz de júbilo. A menos de cinco minutos de ir en al aire, Sam captó una vaga señal en su celular; pero ésta de inmediato desapareció—. ¡No puede ser! —Pronunció con fastidio; entonces, se encargó de poner en alto el dispositivo.

—Si quiere la llevo a la luna para que lo intente desde allí, Doc —mencionó Cooper burlándose de ella—. ¿Cuánta más altura necesita para buscar señal, si ya vamos en el aire? —Y entonces, estalló con sus carcajadas.

—Oh, ¡cállate!

 

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Para ese preciso momento, Richard venía saliendo de la oficina de su padre. Ya todo estaba arreglado; el General había conseguido el traslado a casa para su futura nuera y éste sería realizado al día siguiente. El “bip, bip, bip” de su teléfono móvil lo alertó, pero en cuanto lo revisó, Richard no encontró nada. Su mente divagó por un instante en medio de sus pensamientos; mas moviendo la cabeza de un lado al otro, entró en negación y continuó con su camino.

Para cuando se encontraba en la pista de vuelo, preparaba con rapidez todo su equipo buscando salir de allí cuanto antes. Tenía que reportarse en la base para recibir sus órdenes y quería intentar comunicarse con ella antes de ser desplegado y enviado muy lejos de allí. Quería darle la buena noticia y así poder marcharse tranquilo a cumplir con su deber.

Un “bip” sonó de nuevo, pero revisó y nada. Luego otro y uno más…y luego nada.

—Pero, qué mierda —pronunció entonces—. ¿Qué está sucediendo?

No habían coordenadas, no había señal…¡No había nada! ¿Por qué su móvil lo estaba alertando con tanta intermitencia y luego lo dejaba divagando sobre la nada? Se encontraba sentado ya en la cabina del avión y su mente se hallaba desbocada.

—Crowe, sales en diez —escuchó por el intercomunicador al controlador aéreo.

Richard respondió llevándose la mano hasta la frente y siguió preparándose. De pronto, el continuo “bip, bip, bip, bip, bip, bip…” se activó en su móvil.

—¡Crowe, apaga esa mierda! —Se escuchó la voz de aquel introduciéndose con suma molestia en sus oídos—. Sabes que no puedes llevar dispositivos inteligentes activos estando en el aire.

Sin embargo, Richard ya no logró escucharlo porque el GPS de su móvil rastreó, por fin, una señal en movimiento y ésta se movía sobre el océano.




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