Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 49

—¡Vamos, levántate! —Le dijo Wendy y halándola con brusquedad, la obligó a ponerse en pie. Prácticamente la hizo arrastrada junto a ella con una fuerza nunca antes descubierta y no se detuvo hasta que las dos llegaron a la entrada del túnel.

—Déjame aquí y corre —le dijo Sam con palabras perdidas entre gemidos de dolor. Habían logrado ingresar; pero ella ya no podía caminar y si Wendy no se apresuraba, los demás la dejarían atrás.

—No —respondió la chica negándose a hacer tal cosa—. Debes ponerte en pie, por favor. Tenemos que seguir, ellos pronto hallarán la entrada a los conductos subterráneos. Sabes que si nos encuentran aquí nos matarán.

Sam se adueñó de la mano de Wendy y la llevó hasta su entrepierna. El rostro de Wendy se perdió en un ahogado resuello; pudo sentir el bulto que se asomaba de ella, la cabeza del bebé estaba coronando.

—Vete —insistió Sam en medio de sus jadeos—, yo ya no puedo continuar. Debo quedarme —Y apretó la mano de Wendy con tal fuerza, que por poco y fractura los dedos de la pobre chica—. ¿Qué estás esperando? ¡Apresúrate!, yo buscaré donde esconderme hasta que todo pase. Tengo el arma de Cooper conmigo, así que vete.

Mas Wendy se quedó inmóvil frente a ella y la miró muy firme en su determinación.

—Entonces, pienso que necesitarás de alguien que te asista —le dijo y con esto le dio a entender que ella no se movería de allí.

—Gracias —pronunció Sam—…gracias.

La tierra continuaba temblando sobre ellas debido a la fuerza del bombardeo. Aquella infraestructura no parecía ser muy firme y para la sorpresa de ambas, vieron como uno de los pilotos, el mismo que ayudó a Sam a liberarse del cuerpo de Cooper, llegó corriendo hasta ellas.

El viejo se negó a continuar en cuanto se percató de que ellas no los seguían y con enclenques movimientos emprendió los pasos que lo llevarían, según él, a buscarlas. El oficial de vuelo lo detuvo e hizo suya la tarea de ir a rastrearlas; pero, cuando las encontró, jamás se esperó que una de ellas estuviese en pleno trabajo de parto. Palideció en seguida, mas no se detuvo a pensar, porque todo aquel infierno desatado sobre ellos, tenía su cuerpo sobrepasado de estrés. La tomó entre sus brazos, aún en medio de sus gritos y corrió tan rápido como pudo hacia las profundidades del túnel, Wendy corrió tras ellos; pero Sam sabía que no tenía tiempo de llegar hasta el refugio antibombas y gritándole que se detuviera, le rogó que, por favor, la bajase allí mismo.

—Lo siento —le dijo éste—; pero si tiene que parir en mis brazos lo hará, porque no pienso detenerme.

—¡No! —Continuó ella con el desgarro de su voz— ¡Usted no entiende, bájeme, por favor! Necesito abrir mis piernas. ¡Bájeme ahora mismo! ¡Tengo que pujar o mi bebé se ahogará!

Sin embargo, el oficial continuó corriendo, cerrando sus oídos a los gritos de dolor y desespero que arrojaban sobre su rostro. Cuando, por fin, la dejó sobre el suelo, con el rostro descompuesto y la espalda unida contra la pared, ya se encontraban al lado del Dr. Grace.

—Es toda suya —le dijo éste al anciano y apartándose de ellos la dejó en manos de la enfermera y del doctor.

Wendy se apresuró y se arrodilló frente a Sam, terminó de quitarle los pantalones y la ropa interior y con la supervisión del doctor, comenzaron con la labor.

—Esto no está bien….esto no está bien —repetía, una y otra vez, el oficial sin dejar de moverse de un lado al otro, de arriba abajo, deteniéndose y luego continuando con sus exacerbados movimientos. Todavía les faltaba recorrer más de medio kilómetro para llegar hasta la base y con un viejo que casi no podía moverse y una mujer que pronto estaría recién parida, esto estaba del carajo.

El temblor de sus manos se ocupaba de peinar los cabellos empapados en sudor y a cada nada dirigía la mirada hasta toda aquella situación puesta frente a sus ojos. De inmediato retiraba la vista con la repugnancia de su semblante y se preguntaba cuánto tiempo podría tomarle a un niño salir expulsado por una vagina. Su compañero y la otra chica de seguro que, en esos precisos momentos, se encontraban resguardados ya en los refugios antibombas ubicados debajo de la base y ellos aún permanecían allí, a merced del bombardeo. Podía sentir como los escombros comenzaban a caer sobre sus cuerpos.

Todo esto promovió los descuidos en el oficial de vuelo y cuando cayó muerto en el suelo, el Dr. Grace, ayudado por los vestigios de una fuerza ya inexistente, empujó a Wendy hacia un lado y cubrió a Sam con su propio cuerpo, protegiéndola del fuego. Quedó muerto, allí mismo, tendido sobre ella. El cuerpo de Wendy cayó sin vida al lado de ambos. Sam instintivamente empuñó el arma que aún traía atada con fuerza en la mano y en medio del dolor y las sacudidas de su vientre, se resguardó bajó la inmovilidad del cuerpo que la cubría; levantó el arma, apuntó y disparó. Fue un tiro limpio y certero que, aún en medio de su labor de parto, atravesó la garganta de aquel soldado, viendo cómo éste caía ahogándose en su propia sangre. Se apresuró a disparar de nuevo y le dio en la pierna al compañero; pero cuando quiso rematar el tiro el arma se trabó. Entonces, sus ojos se abrieron y un destello de pánico los surcó de lado a lado.

Sam se liberó del peso del Dr. Grace, su cuerpo desnudo estaba bañado en sangre y su bebé aún luchaba dentro de ella por salir a la crueldad de este mundo. En un último intento por ponerlo a salvo, cerró las piernas yendo en contra de la naturaleza y se dejó caer de lado, arrastrándose hasta el cuerpo del oficial de vuelo que había caído; buscando adueñarse de su arma, intentando salvar su vida y la de su hijo. Cuando se percató ya la habían tomado de los cabellos desde atrás y la bota de aquel soldado herido perforó su mano impidiéndole tomar el arma, provocando sus gritos de dolor. Se apostó en el suelo sobre ella, aplastando su vientre y violentando el ángulo de su cabeza, la echó hacia atrás, le puso un arma en la sien y escupió palabras sobre su rostro que ella no logró entender; pero que se notaba estaban cargadas de ira por el dolor físico que ella infligió. Entonces, éste le hundió el rostro en la arena y dejando el arma a un lado, la volteó sobre su propio cuerpo y comenzó a asfixiarla con sus manos.




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