Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 52

La camilla del hospital se sacude con tal violencia, que saca allí mismo a Sam de un profundo sueño.

—Ya despierta, dormilona. ¿O qué? Ahora piensas pasarte la vida entera durmiendo. ¡Arriba! —Le ordena Lorie—. Pareces un oso hibernando en medio de todas esas sábanas. Despierta, que hay un hermoso día esperándote.

—Shhh, ya déjame —responde Sam con insolencia y envolviéndose, aún más, entre las sábanas, se encierra en sí misma como si fuese un capullo—. No me importa, mientras David esté conmigo prefiero dormir. No nos molestes más.

—Pues me la pones muy fácil —pronuncia Lorie arrancándole las sábanas de encima de un tirón—; porque David se fue hace más de dos horas.

—¡¿Qué?! —Reacciona Sam e incorporándose de medio lado, se encarga de buscar a David por toda la habitación—. ¿Dónde está? ¿A dónde fue?

—Y yo que sé —Es la simple y llana respuesta de Lorie—. Simplemente dejó dicho que regresaría cuanto antes y se marchó... Oye, espera ¿qué haces? —Le dice Lorie—, nadie te dio permiso de bajar de la cama.

—Eso ya lo sé —responde Sam persistiendo en sus pasos—. ¿Qué tiene de malo? Si no tengo nada. Hasta donde yo sé, los locos caminan sin ningún problema.

—Cariño, no hables así —pronuncia Lorie y tomándola por los hombros, la hace devolverse hasta la cama.

—Lorie, ya estoy harta. No soporto tener que estar en este lugar ni un segundo más.

—Pero, ¿qué dices? —Menciona Lorie. Sus sonrisas se muestran teñidas de asombro y burla—. Si prácticamente vives en el hospital.

—Si, como médico. Pero, como paciente…te juro que estoy a punto de lanzarme por una ventana.

—¡Ah, niña! Deja de decir tantas tonterías.

—Quiero ir a casa, quiero ver a mis hijos.

—Y pronto los verás —le dice Lorie sentándose a su lado—; ahora calla y escúchame, porque tengo muy buenas noticias que darte.

El brillo de aquellos ojos negros, embarga con rapidez de animosidad a Sam.

—¿Qué sucede, ya puedo irme a casa? —Insiste en sus majaderías.

—¡No! —Responde Lorie con fastidio.

—Entonces, no creo que me interese —responde ella con sus malacrianzas y dándole la espalda a Lorie, se apresura a sumergirse de nuevo entre las sábanas—. Llama a David, dile que se apresure a volver. No entiendo por qué se fue sin decirme nada.

—¿Y es que acaso yo soy tu criada? Llámalo tú si tanto te desespera el verlo y ahora ven aquí y siéntate a mi lado —le ordena Lorie halándola por el brazo—, que lo que tengo que decirte es muy importante.

 

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—¡Ay, no! No…No puede ser —Se arrastran los berridos de Sam por toda aquella habitación—. ¿Estás segura, Lorie? ¿En serio?...Es que no puede ser, debe haber algún error.

—Pero, ¿por qué te pones así? —Le dice Lorie. Se encarga de limpiar con su mano, las lágrimas que ruedan por las mejillas de Sam y entonces, sonríe mostrándose confundida—. Yo pensé que te mostrarías más que feliz al escuchar tan buena noticia.

—¿Feliz?...¿Yo feliz de escuchar algo así? ¿Cómo me dices eso cuando sabes que siempre ha sido un desastre, Lorie? No, esto no me puede estar pasando.

—Esta vez será distinto.

—¿Y tú cómo lo sabes? ¿Cómo me aseguras que las cosas no saldrán mal de nuevo? Es que no entiendo cómo pudo pasar, si yo fui siempre muy precavida al respecto.

—Excepto por aquella vez —interviene Lorie en sus razonamientos—. Si bien recuerdo y a como me narraste los hechos, no creo que hayas tomado tus precauciones, Sam. Además, este tipo de cosas suceden todo el tiempo.

La memoria de Sam retrocede hasta aquella noche y dándose cuenta de que su amiga tiene razón, deposita el rostro sobre su hombro y continúa llorando.

—Bien, misterio resuelto —pronuncia Lorie y envolviéndola entre sus brazos, intenta consolarla—. No llores así, cariño. Si esto es motivo de alegría aún bajo cualquier circunstancia. Y tengo que decirte que, más bien, debo otorgarle sus méritos a este chico por su buena puntería. No hay duda que donde David pone el ojo, también pone la bala. Amerita recibir una medalla por su buen desempeño…no tus lágrimas. Mira que lograr embarazarte en las dos primeras veces que te tocó.

—¡Ay, noooo!

—Ya…ya, tranquila. No llores, ¿quieres?

—No, es que tú no comprendes.

—¿Qué es lo que no comprendo? —Pregunta Lorie y repasando la espalda de Sam, de un lado al otro, intenta contener el llanto que ahoga sus palabras.

—Soy una mala mujer. Las dos veces que he concebido de David mi mente no ha estado allí, con él. Soy una persona horrible…una mala madre.

—No, no lo eres, Sam. Han sido las circunstancias. Además, tú vales más para David que cualquier pequeño detalle.

—¿Le llamas pequeño detalle el haber engendrado a su bebé pensando en otro hombre? Después de tantos años de espera por parte de él y cuando por fin estuvimos juntos, mis ojos no hicieron otra cosa que ver el rostro de Richard.




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