Torbellino : La Sombra de un Pasado (volumen1 y 2 )

Capítulo 1

Sam por fin alza los ojos y la mira. La entrada por la cual cruzó en un millón de ocasiones, durante toda su niñez y adolescencia, se encuentra allí, frente a ella. Imponiéndose ante su mirada como un triste recuerdo lleno de dolor y amargura. 

Si por ella fuese no permanecería ni un segundo más en aquel lugar. Daría media vuelta y saldría huyendo de allí, al igual que lo hizo el día anterior.

«Pero esta vez no será igual. De seguro que nada será igual».

Y determina esto adelantando los pasos con firmeza, hasta que sus manos se adueñan de aquel gigantesco portón negro como si fuese una pobre niña de la calle. Como si implorase por un pedazo de pan a los ricos y afortunados que, se mira, habitan en aquella propiedad…En esa enorme y vasta mansión. Un poco de alimento para llenar así el agobiante vacío que impera ahora mismo dentro de su corazón. En su vientre desolado.

Al parecer todo permanece igual, nada ha cambiado según la expresión de su rostro. Sam se une a las rejas intentando obtener un mejor panorama. La imagen de la niña desvalida cobra vida ante la vista de cualquiera que deambule por los alrededores y entonces, sonríe…Sonríe con una amplia mueca cargada de satisfacción pues advierte cómo todo sigue como antes.

Todo y a excepción de los cinco vehículos que están estacionados en línea cerca de la fuente. Es claro que son del año, autos último modelo. Todos ellos nuevos de paquete y formando parte de una lujosa exhibición. Nunca dentro de las cocheras, como jamás lo fue; mas siempre listos para salir, en cualquier momento, al servicio de las ajetreadas agendas de sus dueños. Las mismas marcas si bien recuerda Sam, mas todos éstos recién salidos de la agencia. Y no como el de ella, su muy amado pero viejo y desgastado Corolla.

Hasta ahora es que logra acercarse tanto. Las veces anteriores ni siquiera tuvo el valor suficiente para bajarse del destartalado auto. Era muy simple, hundía el pie en el acelerador y el rechinido de las llantas la hacían salir huyendo de aquel lugar cuanto antes.

Pero hoy todo será distinto —Y decide esto con firmeza; porque al menos…al menos eso será lo que intentará.

Sam interna de nuevo el rostro a través de los barrotes, la tibia brisa de verano se encarga de ocultar sus ojos tras anheladas memorias. Es casi como si pudiera tocarlas...evocarlas a la realidad presente. Aspira más hondo aún y sonríe, pues le huele a hogar y a felicidad. Le huele a viejos juegos infantiles siendo disfrutados en el jardín. A diversión en aquellos calurosos días de verano, cuando ella y sus hermanos crecían en un ambiente lleno de amor y seguridad.

Cuán lejanos y extraños son ahora para ella todos estos recuerdos y repara en esto dejando caer con singular tristeza el semblante. Es como si todo hubiese ocurrido hace una vida entera y de hecho, casi, que así fue…

… Sam abandonó su hogar a los dieciocho años. Se marchó huyendo como si fuese una fugitiva. Su familia, sus creencias y su esencia misma quedaron atrás la noche en la que decidió fugarse. Se fue sin saber quién era, qué haría o a dónde iría.

 Hoy, doce años después, la mujer que regresa no es muy diferente a la niña perdida y asustada que salió, alguna vez, por aquel empedrado camino en medio de la noche. Sin conocer qué bienes o qué males tendría el destino preparado para ella.

 —Prometiste que vendrías conmigo, tú me dijiste que estarías aquí para apoyarme, para defenderme. Tú me juraste que jamás me dejarías. ¿Por qué…por qué me obligas a hacer esto sin ti? ¿Por qué me haces venir hasta acá si tú…? ¡Tú me lo prometiste!

 Los dedos de Sam se aferran a los barrotes en medio de un sollozo lastimero y reclama todo aquello entregando su corazón a la pena. Se queja en silencio ante un amargo dolor y el cual es generado sólo por los recuerdos. Un par de goterones ruedan colina abajo sobre el rubor de sus mejillas.

"Vuelve a casa, amor y recupérala."

El sobresalto le golpea el pecho.

—¡Richard…! —La mirada de Sam se vuelca con desespero hacia los alrededores, mas desiste en cuanto se acuerda de que él ahora sólo vive dentro de los recuerdos de su mente—.  Que la recupere, dices. Si claro, amor, como si fuera tan fácil. Hoy mismo cumplo con tus órdenes, Capitán —La mano de Sam se yergue sobre su frente y las falsas sonrisas se le desinflan junto al pecho mientras continúa liberando más lágrimas sobre el rostro—. ¿Qué tan alta estará? —Se pregunta, entonces, en medio de muchas zozobras—. ¿Y no sólo eso, sino cómo será aquel rostro angelical que ha imaginado por tantos años y el cual no ha podido conocer si no es a través de sus sueños? ¿Le habrán dicho la verdad sus padres acerca de quién es ella? ¿Sabrá la niña que habita en aquella gran mansión quién será la extraña mujer que está pronta a cruzar por la puerta de su vida? Tal vez le hayan mostrado algún retrato suyo —considera en silencio—, o bien, puede ser que la pequeña ni siquiera esté al tanto de su existencia. ¿No se dará cuenta su niña de que a quienes, de seguro, llama “papá y mamá” no son otros que sus abuelos?




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