Un balde de agua fría se derrama sobre la espalda de Lorie.
—¡Qué! —Exclama a viva voz sobre el rostro de Sam—. ¿Ese joven es el padre de tu hija?
—¡Shhhh, cállate! —La amonesta Sam. Se preocupa por mirar hacia ambos lados—. No necesito que todo el mundo se entere.
—Lo siento, pero es que me tomaste por sorpresa. Te juro que me esperaba todo menos esto. Aunque siendo honesta contigo ―continúa Lorie por medio una sonrisa nerviosa―, no logro entender. Él no se parece en nada al chico que alguna vez me describiste. ¿Estás segura de que es el mismo David del que alguna vez me hablaste?
—Lo sé, ha cambiado demasiado, ni yo misma lo reconocí. En un principio pensé que era su hermano con quien hablaba. Imagina mi sorpresa cuando descubrí que era él.
—Pues a mí no me lo parece para nada enclenque, ni enfermizo. Es más no me parece que le duela absolutamente nada ―El descaro de Lorie se encuentra de frente con el hielo de la mirada de Sam, así que se detiene de inmediato. La verdad es que la advierte muy preocupada.
Y Sam… ella por su lado le pide que, por favor, no bromee con ello.
—Esto es muy serio, Lorie y no sé qué hacer.
—Pues qué más vas hacer, decirle la verdad.
—¡Ay, por Dios, Lorie! Sé más seria, por favor —suplica Sam. Casi cae al suelo escuchando los brutales consejos de su amiga—. ¿Qué esperas que haga?...Que de buenas a primeras corra hacia él y le diga: "Hola David, que bueno verte después de tantos años. Ah y por cierto se me olvidaba comentarte…Hace doce años tuvimos una hija. Nos vemos luego, espero y tengas un bonito día".
—Bueno, que te puedo decir; aparte del sarcasmo eso estaría muy bien para comenzar.
Es evidente como el colorado rostro de Sam comienza amoratarse. Se encuentra por completo ofuscada. Sus manos se frotan la una contra la otra en un profundo frenesí. Como cuando está a punto de sufrir uno de sus episodios.
Lorie sabe muy bien lo peligroso que esto puede llegar a ser para su salud; lo que le significaría a Sam el volver a recaer en el abismo de sus viejos síntomas. Eso sería un gran retroceso para su patología...Y ya por hundida en ese hueco, traerla de vuelta se convertiría en una titánica batalla de librar, incluso de hasta muchos meses de contienda. Ella misma ha estado presente en todos y en cada uno de estos episodios desde que todo ocurrió. La misma Lorie la ha visto revivir con agonía y locura desenfrenada los delirios de su mente. Como si todo estuviese ocurriendo una vez más. Como si su tragedia estuviera repitiéndose, una y otra vez.
Por ello, Lorie, como su amiga, tutora y guardiana, se ha dado a la tarea de cuidarla y de no permitir, dentro de lo que cabe en sus posibilidades, nada la perturbe al punto de llevarla de nuevo a ese infierno; ni que el feroz monstruo de sus memorias y el dolor que la atormenta a diario, se apodere otra vez de su vida. Así que se decide y la lleva hacia las afueras del hospital con la idea de que tome algo de aire. La invita almorzar para hablar con más tranquilidad del asunto.
No hace falta mencionar que por ahora Sam no tiene apetito; no así, acepta hacerle compañía a su amiga. Piensa que tal vez hablar de ello la beneficie un poco. Todo este tiempo, desde que estuvo lejos de casa, ha reprimido lo sucedido en su adolescencia y junto con su amargo recorrer de los últimos años, siente llevar el peso del mundo entero sobre los hombros. Incluso ha llegado a la conclusión de que ya no puede más y que únicamente cuenta con dos opciones: O aprende a enfrentar a sus demonios y los derrota...O sucumbe de una vez por todas y se rinde ante ellos.
Sería muy honorable de su parte admitir que ya sucumbió ante el dolor de su pasado desde hace mucho tiempo; mas con patadas de ahogado ha logrado sostenerse apenas con la cabeza fuera del agua. Aunque no sabe por cuánto tiempo más podrá resistir sin que la corriente que la arrastra mar adentro, termine por ahogar lo que resta de ella.
Ambas llegan al punto de encuentro donde se reúnen todos los médicos y el resto del personal del hospital para comer. Donde también se esparcen un poco las mentes, luego de cumplir con extenuantes jornadas de trabajo, en el pequeño bar que abre sus puertas después de las cinco de la tarde. Hora en la que a Sam, ni de perdida se la ve por ahí. No conociendo sus debilidades por el dorado líquido que se exhibe en los empotrados anaqueles de cristal ubicados detrás de la barra. Es un lugar pequeño pero acogedor; sirven una sencilla, aunque, deliciosa comida casera y a un muy buen precio, por cierto. Además de las mejores hamburguesas y patatas fritas que alguna vez hubiese probado Sam en la vida entera...O sería que luego de más de doce años estando fuera de casa, sin saber lo que era degustar algo así, le hizo pensar de esta manera. Sin embargo y en definitiva, por ahora, no tiene apetito. De hecho, hace días que no siente la necesidad de alimentarse, mucho menos con el nudo que en este momento se aprieta con fuerza dentro de su estómago. Ahoga por completo los requisitos de su organismo, entonces decide que un vaso con agua es todo lo que va degustar por ahora.
—No puedo creer mi mala suerte —reniega con rabia mientras reciben la orden sobre la mesa—; él era la última persona del planeta que esperaba ver y resultó ser la primera. ¿Puedes creer que aún ayer tuvo el descaro de preguntarme por qué estaba tan enfadada con él?...Como si no estuviese enterado de lo que hizo.
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Editado: 12.05.2024